09/01/2023
Algo resulta evidente: quienes imparten Justicia se sienten más interpelados socialmente cuando se les ve. La televisación de los juicios llegó para quedarse. Las audiencias que antes eran seguidas por veinte o treinta personas ahora son vistas por miles. El canal de La Retaguardia superó las 300 mil vistas durante el 2022, en el que transmitimos 18 juicios en vivo (algunos de ellos por gatillo fácil o femicidios). Es imposible pensar que esa mayor exposición pudiera no influir ante los jueces y las juezas.
Quienes realizamos tareas públicas sabemos que no es lo mismo si nos ven veinte o decenas de miles. Y que la gente, desde el otro lado de la pantalla, fiscaliza.
El interés por las causas resurgió. Este tipo de juicios estaban naturalizados. Eran parte del paisaje al punto de pasar inadvertidos salvo para un centenar de personas. Si la pandemia puede haber dejado saldo positivo en algún punto, aquí tenemos una evidencia.
Hay juicios para rato, con todo lo que eso implica: que se sigan escuchando las voces de quienes padecieron el último genocidio. Que se repare con Justicia aquello que se pueda reparar. Que las nuevas generaciones tengan a mano un material único que les anime a pensar aquella época más allá de la grieta.
Las nuevas generaciones necesitan imperiosamente informarse en más de un minuto para entender, para tener menos chance de repetir. Cuarenta y cinco años pueden ser toda una vida, pero no son nada en la historia de un país. El último genocidio pasó ayer. Tenemos material de sobra cada día para no olvidarlo. Registros públicos y gratuitos que merecen ser vistos.
El aporte del cine a través de la película Argentina-1985, sobre el Juicio a las Juntas, dejó algunas falsedades instaladas como verdad. Entre ellas que aquel juicio se vio o se oyó en vivo a través de la radio. Nada más lejos de aquella realidad de testigos/as de espaldas, sin rostro, cuyos relatos no podían escucharse: la TV solo podía pasar un minuto de imágenes sin sonido.
Más que agua debajo de puente, ha corrido mucha historia zigzagueante desde aquel juicio, con la teoría de los dos demonios tatuado en su piel, hasta los actuales, en los que vemos a quienes aportan sus valientes testimonios en primer plano y reivindicando sus militancias. No es poco cambio.
Más allá de todas sus imperfecciones, el proceso de Memoria, Verdad y Justicia se convirtió en una política de Estado que ninguna de las coaliciones con chances de llegar al poder el año próximo cuestiona. El macrismo desarticuló oficinas que respaldan los procesos judiciales o acompañan a las víctimas, pero ni se le ocurrió cuestionar públicamente su continuidad, porque más que un tatuaje, estos juicios son esa piel flamante que va tomando forma para intentar cerrar la herida.
Enterate cuáles fueron los juicios más importantes del 2022 en esta nota.