Publicada: 31/08/!8
La voz de Sandra Gómez se escucha rasposa. Ha terminado la cuarta Marcha Nacional Contra el Gatillo Fácil, de la que fue una de las organizadoras principales, y Sandra siente alegría a la vez que un cansancio demoledor. «La empezamos a armar hace tres meses, y fue emocionante ver cómo llegaron por primera vez familiares de todas partes del país, como Tucumán, Mendoza, Trelew, Bariloche. Hubo risas, llantos, abrazos. Estuvimos con la madre del joven acribillado por el policía Chocobar, y nos dio tristeza comprobar que se sumaron muchas historias de pibes asesinados en estos últimos años por el gatillo fácil».
Sandra vive en La Plata y el día de la marcha se quedó a dormir en la casa de una compañera, en Quilmes. Esa localidad del conurbano, en efecto, no le resulta indiferente. Hace un año, desde que absolvieron al sargento Diego Walter Flores, la persona que le disparó en el pecho a su hijo Omar Cigarán, se lo cruza en el tren con frecuencia. Flores, que también vive en La Plata, lo aborda todos los días para ir a trabajar a Quilmes, donde se desempeña en un despacho judicial.
-Cuando desperté, al otro día de la marcha, mis compañeras dijeron que me quedara más tiempo en su casa. Pero miré el reloj y calculé la hora en que subiría Flores en la estación de Quilmes. Y entonces decidí volverme más temprano, así no me lo cruzaba.
Sandra suele tomar el tren para ir a los galpones de Tolosa, donde trabaja. El primer cruce se dio, sin embargo, cuando viajaba a Lomas de Zamora por una actividad de militancia. Estaba con un compañero de HIJOS. Cuando reconoció a Flores en el vagón lo primero que hizo fue llorar y luego se quedó paralizada. De regreso a La Plata, lo volvió a cruzar. Y ahí lo escrachó. «Asesino, mataste a un pibe de 17 años», le gritó delante de los pasajeros. Lo filmó y subió el video en las redes sociales.
-Flores se quedó quieto. Me miraba y se reía. Y con la mano derecha se tocaba el arma.
Diego Walter Flores, tomado por la cámara del celular de Sandra.
Tiempo después, Flores hizo circular en los pasillos judiciales que la había denunciado por acoso, pero los abogados de Sandra comprobaron que era mentira. Diego Flores suele viajar uniformado, solo. Sandra dice que hay «miles» de veces que se lo cruza, pero él no la ve. Ella decide, entonces, tragarse la amargura.. «Siento dolor, impotencia. Quiero evitar verlo. Confiábamos en la sentencia porque había pruebas irrefutables, pero lo liberaron. Y hoy la causa está en la Corte Suprema, sin respuestas».
Cierto día, para aplacar la bronca, Sandra le hizo una pegatina con afiches en la terminal de Quilmes. «Asesino de Omar Cigarán», decía el cartel, con la cara impresa de Flores.
Mientras tanto, dice que no sólo tiene que asumir un fallo que considera «injusto», sino «convivir en la calle con el asesino de mi hijo».
-Cada vez que lo veo, me produce un bajón que dura días. Sé que tengo que estar fuerte. A veces la gente me pregunta, «¿y qué hacés cuando lo cruzás?» Y les respondo, «¿por qué en vez de preguntarme qué hice, no me preguntan cómo me siento?».
En el cuello de Sandra, un pañuelo negro recuerda a Nazareno Vargas (18), fusilado por balas policiales junto a Agustín Curbelo (18) en Merlo, 2017. |