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Derecho a réplica: la documentalista del dolor

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Mara Avila empezó a filmar para poder respirar de nuevo: nueve años después del femicidio de su madre y pocos meses después de que el asesino volviera a las calles, sintió que la única vía para exorcizar los fantasmas era documentar (y narrar) esa desolación. “Recién entonces empecé a hacer el duelo”, le confesó a Perycia, a pocas horas del estreno de su película en el cine Gaumont. 

Por Verónica Liso
Fotos cedidas por Mara Avila. Créditos: Julieta Colomer, Colectivo MAFIA y Mercedes Ducos López.
Publicada: 6/3/2019
Semana del 8M: Lucha feminista

“Es un relato cronológico donde cuento lo que pasó desde el femicidio de mi mamá, en el 2005, hasta la actualidad. Es la historia de una transformación”. Eso dice Mara Avila sobre los cuatro años de trabajo que culminaron en su primer documental: Femicidio. Un caso, múltiples luchas. Mara, una porteña de clase media, como ella misma se presenta, escribió el guión, produjo, dirigió y protagonizó esta historia en primera persona que cuenta el femicidio de su madre María Elena Gómez.

“Es el paso de la tragedia individual a la lucha colectiva”, dice. Al guión original le incorporó material casero, grabado con su celular, momentos de introspección en su casa, de viajes, de marchas, de performances de danza. Su propio material de archivo casero. La voz de Mara en off hace de hilo conector del rompecabezas y le imprime un clima de intimidad que acerca cada vez más a la historia que narra en 88 minutos. “Yo recién empiezo a hacer el duelo con el documental”, dice Mara.

Antes no pudo hacer el duelo: se tuvo que hacer cargo de cuestiones administrativas, desocupar el instituto de inglés que tenía su mamá, mudarse y, además, convertirse en querellante y testigo de la investigación judicial. “A mí me dicen que a mi mamá la mataron y al toque tengo que ir a la Prefectura a declarar y después a reconocer el cuerpo en la morgue. No tuve tiempo para nada, estaba en shock”, dice con firme dulzura.

El origen del documental fue un día trágico, mucho antes de empezar a rodar. Fue el 19 de julio de 2005. María Elena Gómez le dijo a su pareja Ernesto Jorge Narcisi que quería separarse. Esa noche Narcisi la mató a puñaladas dentro de su propio auto. Miss Mariela, como le decían sus alumnos de inglés, era profesora, estaba divorciada y vivía con su única hija de 25 años que soñaba con ser periodista.

Mara está cansada pero igual sonríe y los ojos se le achinan. Ya se tomó dos cafés con leche sentada afuera de un bar porteño que queda a una cuadra de su casa. Hace varios días que contesta más o menos las mismas preguntas para entrevistas de radio, televisión y medios gráficos. No debe ser fácil pero sabe que es una buena señal para la difusión del documental. Con una bolsa de tela blanca y naranja, que trajo para hacer las compras a la vuelta, tapa el celular que está grabando esta entrevista para evitar que una mano furtiva se lo lleve en un descuido. Dice que es temerosa y que casi nunca usa su teléfono en la calle.

 “Yo era muy nena, vivía con mi mamá, trabajaba pero ella me bancaba. Siempre me apoyó y por eso podía hacer lo que quería”, cuenta y se acerca el celular tapado para que sus respuestas no se pierdan en el sonido ambiente: los colectivos, perros que ladran, la pareja que está sentada al lado. “Después que pasó lo de mi mamá empecé a hacer terapia: el psicólogo siempre me decía que hiciera cosas para descargar. Por eso en 2013 empecé danza contemporánea y eso me cambió la vida. Muchas veces cuando estaba en danza lloraba o gritaba. Estaba tan mal que necesitaba sacarlo.”

En el documental, dice, Mara hace un paralelismo entre el cuerpo político y el cuerpo del sujeto. “Me parece necesario hacerse cargo de lo que nos pasa. Vivimos en una sociedad que ya desde chicas nos disciplina. Yo siempre fui una nena buena, correcta, una nena diez, y eso es difícil de sobrellevar”, dice y sonríe. “Lo que estoy haciendo ahora es bastante disruptivo para una nena buena, ¿no?”

Mara cuenta que muchos años después entendió que su mamá había sido víctima de un femicidio. Fue en una charla con dos amigas, militantes feministas, que habían sido alumnas de inglés de Miss Mariela. Entonces empezó a participar de los Encuentros Nacionales de Mujeres. El primero fue en Misiones y todavía no se atrevía a hablar de lo que le había pasado.

El 22 de marzo de 2014, sentada en un bar, Mara tomó una decisión. Hacía un año trabajaba en su tesina para recibirse de comunicadora social. Tenía 25 páginas escritas sobre el análisis del discurso de los medios sobre la toma de la Facultad de Ciencias Sociales, le faltaban 80 páginas más y ya estaba aburrida. Contaba con poco tiempo y supo que la única forma de concentrarse en ese último peldaño para llegar al título era hacer algo que la apasionara. Ese día -anotó en uno de sus diarios-, resolvió hacer un corto sobre la cobertura periodística del asesinato de su madre.

Ese fue el punto de partida. Unos meses después habló por primera vez en público sobre su historia en unas jornadas de género y comunicación. Ahí conoció a la futura productora ejecutiva del documental. Con ella decidieron recurrir al Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), que subsidió el guión y la producción, y el cortometraje se convirtió en algo más.

“Fue muy difícil. Estuve nueve años sin hablar. Sentía mucha bronca, mucha soledad. Tenía la necesidad de contar lo que me estaba pasando y también de empezar a hablar públicamente”, cuenta Mara y dice que en estos 5 años atravesó periodos muy difíciles. Sobre todo en 2015, cuando escribió el guión. “Creo que fue el año que peor estuve por todo lo que significaba tratar de ver qué historia quería contar, tratar de ver qué era lo que había pasado con mi mamá”.

Policías, jueces y periodistas: la tríada del horror

Durante la investigación para el documental se enteró que Ernesto Jorge Narcisi, el ex policía de 63 años con el que su mamá había salido unos meses, era violento. “Le pregunté a un amigo de mi mamá si sabía algo y me dijo que este tipo le había pegado y que él le había aconsejado que hiciera la denuncia. Nunca me lo contó porque mi mamá no quería que me lo dijera”. Mara cree que ella, inconscientemente, trataba de protegerla.

El otro trance fue el rodaje. Implicó ir a lugares difíciles: la esquina de Azucena Villaflor y Aimé Painé, en pleno Puerto Madero, donde mataron a su mamá y nunca había ido, dice; la sala de audiencias donde el juez -el 23 de mayo de 2007- condenó por homicidio simple a Narcisi y lo sentenció a nueve años de prisión. En esa época no se hablaba de femicidio.

Recién en 2012 se incorpora esa figura en la justicia penal como agravante, un año después Narcisi quedó en libertad. Sólo pasó 8 años preso.

“La justicia es machista, lo era en ese entonces y lo sigue siendo hoy”, responde Mara después de un largo silencio. Cuenta que su propio abogado defensor la llamó para preguntarle si su mamá era violenta. Si ella se había defendido era un atenuante para la justicia. “Si te apuñalan te vas a querer defender” dice, y recuerda las palabras de su abogado después de la sentencia: tenés que sentirte satisfecha con la condena.

“Me impactó mucho cuando fui a la hemeroteca, después de nueve años y vi cómo el diario Crónica y varios más habían tratado su muerte. El cadáver de mi mamá estaba en la tapa. Yo me enfrenté con eso, y también con mentiras, como que la había apuñalado en la vagina”. En el documental se puede ver cómo ella recorre los diarios. “Crimen pasional”, “Sangriento drama pasional”, “Pasión y muerte en el coqueto Puerto Madero”, fueron algunos de los títulos tamaño molde de la época. Por eso, dice, este documental para ella es también un derecho a réplica.

“Hay gran parte del periodismo que está comprometido y tiene perspectiva de género, pero todavía falta mucho para transformar la manera que se comunican los casos, qué se dice y qué no de la víctima. Hoy tal vez no es tan burdo, pero hasta ahí, porque el otro día difundieron la foto del cadáver de Natacha Jaitt”, reflexiona Mara que tiene una alerta de Google que le avisa cada vez que se publica la frase “crimen pasional”. La esperanza, dice, son los medios alternativos y los periodistas con perspectiva de género que sobreviven en los medios hegemónicos.


La mierda como abono 

En diciembre del año pasado Mara se recibió de Licenciada en Ciencias de la Comunicación, con este documental. Se sacó un diez. Hoy, sentada en un bar, cinco años después de que naciera la idea, ya no se siente sola. “Me da fuerzas la lucha colectiva de la que me siento parte. Cada vez que voy a marchar, llena de bronca porque hay un femicidio cada 26 horas, ya no me siento sola. Con el documental encontré un sentido social a esta tragedia”, dice, y después de un silencio corto agrega: “Maras y Marielas hay un montón”.

Cuando alguien –amigo, periodista- le pregunta por el camino trazado con el documental, siempre repite la misma frase: “Fue meterse de lleno en la mierda. Pero también fue usar la mierda como abono”. Y explica, después de la metáfora, lo que hay detrás. “La sociedad todavía es muy hipócrita. Es necesario que acompañemos y empecemos a hablar de estos temas que son tabú. Ahora hay un contexto social que ayuda un poco a ser más permeables y empáticos en ayudar a las personas que sufren violencia. Pero hay que trabajar más en la educación y en la prevención”.

El documental se estrena el jueves 7 y estará en cartel hasta el 13 de marzo de 2019 a las 19:45 horas, en la sala 2 del cine Gaumont de la ciudad de Buenos Aires. La entrada cuesta $30 pesos.