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Géneros

Un juez feminista

La jauría de Santa Rosa

Escondida con su hija en una casilla de Florencio Varela, una joven de 17 años espera el juicio contra una decena de violadores que la atacaron en manada. La trama de un caso repugnante, una historia insoportable de abusos en el reino del revés: el juez recusado por los abogados de los imputados por “ser feminista” y actuar con “perspectiva de género”.

Por: Lula Bibini
Foto: Juan Bertola
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 10/10/2019

 — ¡Me violaron, me violaron esos hijos de puta… les va a re caber!

Juan Carlos se asomó por la ventana de su casa, en el Barrio Santa Rosa de Florencio Varela. Era la madrugada del sábado 30 de marzo y una mujer gritaba y lloraba. Cuando se acercó a ella notó que estaba ebria y destilaba olor a lavandina. Entre gritos, V. M. le dijo que la habían violado Laureano, Octavio, Pablito, Agustín, Nehemías, Alan, “y todos los pibes”. Juan Carlos llamó al 911. Mientras esperaban que llegara la policía vieron como Alan intentaba esconderse.

—¡Vos me violaste! ¡Vos y todos los otros! —le gritó.

 Los pibes estaban en la esquina. La miraban y se reían. Hacía unas horas habían estado todos juntos tomando frizze en el patio de la casa de donde V. M. acababa de salir mojada y con la ropa sucia.

V. M. estaba allí porque había ido a acompañar a una amiga a una previa. Esa tardecita había estado tomando Dr. Lemon con un amigo en una plaza y Marisa, su amiga, le había pedido que la acompañara al Santa Rosa, un barrio de casas bajas de material y césped delantero con árboles, y de calles asfaltadas que se cruzan con otras de tierra que cuando llueve se convierten en barro. Fueron. Cuando llegaron había unos pibes tomando vino en una esquina. No conocía a nadie más que de nombre porque no solía salir mucho.

Las invitaron a pasar a una casa, a pocas cuadras de la cancha de Defensa y Justicia, donde estaban escuchando música. En un momento de la noche su amiga la dejó sola. V. M. entró en una habitación para buscarla y uno de los pibes, que ya estaba ahí, la desnudó.

Instantáneamente entraron los demás, la acostaron sobre una cama de dos plazas y abusaron de ella. “Ahora te toca a vos”, se decían entre ellos. Hicieron una fila para turnarse y quisieron grabarla, pero uno dijo que no lo hicieran.

— ¡Chupala! —le decía uno, mientras le agarraba la cabeza.

La violación duró unas horas. Su amiga entró a la habitación y la encontró acostada boca arriba, con el corpiño puesto, llorando, y se fue sin ayudarla. El dueño de la casa le pidió que se bañara, pero ella no le hizo caso y solo se mojó.

Esa fue una de las primeras experiencias de V. M. con sus 17 años, saliendo a una previa. Volvió con un hematoma en una mama, hinchazón y enrojecimiento en la vulva, después de haber sido violada por al menos 10 hombres.

Acompañada por su ex novio y su tía, realizó la denuncia y a los pocos días todos los acusados de haber participado de la violación o de haber estado en la previa fueron detenidos y puestos a disposición de la Justicia. Su amiga, a pesar de que V. M. recuerda que cuando la vio en la habitación desnuda y llorando se rió y se fue, fue citada a declarar como testigo.

Pero hay un giro, una especie de luz en la historia de V. M., que hizo que la causa recayera en el Juzgado de Garantías N°6 del Departamento Judicial de Quilmes, a cargo del Dr. Diego Carlos Agüero, acusado por los abogados defensores de los imputados de “feminista” por fallar con perspectiva de género.

V. M. tiene 17 años. Cuando cumplió 15 se escapó con su beba que tenía dos meses y ahí empezó, según sus palabras, “a conocer todo”. Hasta ese momento había vivido en una casa en Florencio Varela con su madre, su hermana y su padrastro, Carlos “Carlinchi” Acosta, quien la golpeaba con un palo y la sometía a penitencias y castigos constantes. A sus 8 años, “Carlinchi” comenzó a abusar sexualmente de ella. El cese de esa tortura para V. M. pareció llegar cuando nació su hija:

—Desde ahí no me tocó más, porque sabía que era de él y tenía la prueba del abuso —declaró V. M. ante funcionarios judiciales.

Unos meses después de que naciera su hija, V. M. lo denunció. Los estudios de ADN confirmaron la paternidad de Acosta, quien irá a juicio en noviembre por el delito de abuso sexual con acceso carnal doblemente agravado por ser cometido por el encargado de la guarda y por aprovechar la convivencia preexistente con un menor de 18 años de edad.

Cuando ocurrió la violación de la manada, V. M. se había ido a vivir al rancho de chapa de su tía Isabel, después de haber estado un tiempo en un instituto de menores junto a su bebé. Al denunciar la violación se fue, porque la policía quitó la custodia de la casa y temía que incendiaran el rancho con su tía y sus primos adentro. Isabel lamentó no poder ayudarla.

Hasta hace pocos meses, V. M. estuvo escondida en la casilla donde vive una amiga. La madre se ofreció a darle cobijo y un espacio donde pudiera estar segura, ya que sufría y sufre amenazas constantes por parte de familiares de los imputados, quienes le exigen que retire la denuncia. Mientras estuvo ahí, no salió de la casilla más que para ir a la iglesia o al Juzgado. Tenía miedo porque, además de las amenazas que recibía, a pocas cuadras de allí vive “Carlinchi”.

 Acosta llegará en libertad al juicio en el Tribunal Oral Criminal (TOC) N° 1 de Florencio Varela, porque el Juez Julián Busteros, del Juzgado de Garantías N° 5, denegó el pedido de detención al considerar que, como se presentó a todas las instancias judiciales, no existe peligro de que se fugue.

Martes 16 de julio de 2019. La sala de audiencias del Juzgado de Garantías N° 6 del departamento judicial de Quilmes, con sede en Florencio Varela, está repleta de personas. Hay alrededor de 20 sillas en todo el recinto y nueve están ocupadas por los presuntos violadores de V. M. que son custodiados por tres agentes del Servicio Penitenciario que esperan de pie. Falta un acusado, que tiene 14 años y está alojado en un instituto de menores.

El resto de los lugares los ocupan los abogados, el representante del Ministerio Público Fiscal, los funcionarios del Juzgado y el Dr. Diego Agüero, Juez de Garantías.

—Antes de dar inicio a la audiencia, ¿quiénes son Barreto y Lazarte? —pregunta Agüero.

Los pibes, con las manos esposadas sobre sus piernas, se identifican apenas incorporándose. —

Bueno, intentamos comunicarnos con la defensora oficial que se les asignó y no nos respondió. Les digo esto porque van a ver que todos los otros chicos están acá representados por sus abogados y ustedes no, pero todo lo que resolvamos también es para ustedes.

Agüero los mira fijamente mientras las personas que se encuentran en la sala permanecen en silencio.

—¿Se entendió?

Ambos asienten con la cabeza y dicen “sí”, al unísono.

—Bueno. Ahora sí damos inicio a la audiencia.

Es el mediodía y, a pesar de que adentro de la sala el aire ya está viciado y hace calor, las personas permanecen con las camperas y los abrigos puestos. Agüero inicia aclarando que va a hablar en lenguaje sencillo a los imputados acerca de lo que se está planteando en la audiencia. En pocos minutos explica que los abogados están pidiendo la excarcelación o la morigeración de la pena, con la posibilidad de esperar los resultados de las pericias y muestras químicas en libertad.

—Ahora sí, paso a escuchar al Dr. Serrano.

La defensora oficial nunca va a llegar. En su lugar y tarde, vendrá un abogado que, al finalizar la audiencia, conocerá la cara de las personas a las que defendió.

Una hora antes de la audiencia, en su despacho, el Dr. Agüero recibía a Perycia e intentaba explicar por qué lo acusan de feminista. De origen entrerriano, hijo del ya fallecido y homenajeado médico de General Galarza, Miguel Ángel Agüero, dice que fue su padre quien le mostró la justicia social. “Y Evita, ella también”. Desde muy chico lo acompañó a repartir medicamentos y a atender a los que estaban en situación vulnerable. Recordar esas escenas lo emocionan.

A sus espaldas, en un mueble, hay una foto en blanco y negro de Miguel Ángel recibiendo un diploma. En el escritorio, debajo del vidrio, también hay fotos. En una de ellas posa junto a su equipo de trabajo del juzgado.

—Hasta hace poco tenía acá en el escritorio la cita de Deuteronomio “Justicia, justicia perseguirás, para que vivas y ocupes la tierra que Dios tu Señor te da”. ¿Por qué repite justicia? —pregunta Agüero, y se responde—: Porque no se alcanza, se persigue a medida que la sociedad se perfecciona. 

En 2009, cuando inauguró el Juzgado y quedó a cargo del mismo, Agüero estableció como prioridad los casos de violencia contra la mujer. Durante 2013, solo por tomar un año como referencia, ordenó 78 medidas cautelares relacionadas con violencia de género. Pero de ellas, durante ese año, solo tres fueron resueltas.

Convencido de que las aseveraciones de las víctimas tienen el nivel suficiente de credibilidad, y para optimizar los recursos, se propuso que todas las Investigaciones Penales Preparatorias en las que se denunciara violencia de género finalizaran con elevación a juicio, sobreseimiento, absolución o condena.

En 2014, Agüero aplicó la ley N°26.485 de Protección Integral a las Mujeres y expuso uno de los puntos del informe de Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, México (2003): “La falta de debida diligencia para aclarar y castigar esos delitos y prevenir su repetición refleja el hecho de que los mismos no se consideran como problema grave. La impunidad de esos delitos envía el mensaje de que la violencia es tolerada, lo que favorece su perpetuación”. La antropóloga Rita Segato explicó en una entrevista que Mariana Carbajal le realizó en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) que en los crímenes de género el poderoso es el agresor. “La vulnerable es la víctima, por lo tanto, en el crimen de género tiene que haber una inversión del garantismo, y la garantía tiene que ir para la víctima y no para el agresor”.

Juez de Garantías, Diego Agüero

En la audiencia del 8 de mayo de 2019, cuando Agüero resolvió la prisión preventiva de los acusados, desarrolló los argumentos por los cuales considera que V. M. resultó víctima de violencia de género y que se encuentra en una condición de vulnerabilidad, y citó diferentes medios en los cuales se reflejaba la presencia del movimiento de mujeres, entre ellos, un fragmento de “Estoy acá. Mujeres sobrevivientes”, de Zuleika Esnal, la letra de “Ni una menos”, del grupo de reggaetone Chocolate Remix, y la entrevista a la abogada militante del CIAJ, Sofía Caravelos, titulada “Un fallo contra la justicia machista”, publicada en Perycia.

Los abogados de los imputados pidieron su recusación por parcialidad. El Dr. Serrano, que defiende a tres de ellos, expresó que: “Se agravió asimismo de que el juez haya tomado en cuenta para tomar una decisión notas periodísticas relativas a movimientos y letras de canciones feministas, casos judiciales actuales que nada tienen que ver con la presente causa y solo dan cuenta de su actuar parcializado”.

Agüero aceptó la recusación: “Efectivamente si los justiciables entienden que soy un ‘juez feminista’, como insinúa la defensa en su presentación, se vuelve razonable mi apartamiento, ello por temor al sentimiento de parcialidad de quien suscribe que puedan llegar a tener los imputados”. La Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal Departamental no dio lugar y Agüero debió continuar a cargo de la causa.

La utilización del lenguaje sencillo también molestó a los abogados, pero es una particularidad de este Juzgado que permite a las partes involucradas comprender lo que se resuelve. En la misma audiencia del 8 de mayo, Agüero explicó: “Cuando atendí a los padres y madres de los detenidos en la Sala de Audiencias me convencí que debo resolver y garantizar que ellos también comprendan los fundamentos y la decisión, apartando todo tipo de tecnicismo que, con el afán de pretender un saber por sobre otro, lo único que se logra es que la justicia no sea comprendida por la sociedad”.

Los abogados de los acusados piden una y otra vez morigeración de la pena, argumentando que sus defendidos no tienen motivo para huir. Pero Agüero considera que enfrentan una pena de entre 8 a 20 años y liberarlos daría lugar a la fuga y pondría en riesgo a la víctima. “Tomaré la decisión de dejarlos presos por un tiempo, hasta la pericia de ADN o hasta el juicio”, argumentó.

De las pericias químicas realizadas a V. M. al momento de la denuncia se extrajo una muestra de extendido vaginal que contenía espermatozoides, y del hisopado vaginal y vulvar se constató la presencia de sangre y de Antígeno Prostático Específico, el cual también se halló en el hisopado anal y perianal, y en la bombacha y el corpiño. El lunes 30 de septiembre iniciaron los análisis de laboratorio a las pericias de ADN que, se estima, serán presentadas en un informe preliminar diez días después y eso permitirá determinar si las muestras pueden individualizar la identidad de un varón.

Los jóvenes se negaron a declarar y llegarían a juicio en febrero. V. M. está a salvo, cuidando a su hija y esperando que la Justicia que la supo contener, actúe a su favor.