9/4/2020
“Sacá las chicas para el fondo abrí el candado después cerrá”, le escribió Luis Leiva a su hija Micaela, en un apurado mensaje de texto, el 31 de octubre de 2012. Acababa de enterarse de que la policía estaba allanando su casa, ubicada en las afueras de la ciudad de Berisso.
Las chicas eran las hermanas JM y AM, de tan sólo 13 y 14 años. Tras ser liberadas contaron que Leiva (en ese entonces de 57 años) y su hijo Lucas (de 18) las tuvieron secuestradas durante ocho días y las violaron varias veces.
A más de siete años, el hecho sigue impune. El juicio se iba a realizar en 2016, pero se pospuso en dos ocasiones porque en las vísperas los acusados se desvinculaban de su abogado defensor. En ese lapso, dos de las cuatro personas que fueron imputadas terminaron sin condena.
Los primeros días de febrero de este año comenzó el juicio oral para Luis y Lucas Leiva. El más chico terminó apartado y a la espera de un nuevo proceso. Su padre está prófugo. “Aún se lo sigue buscando”, le dijo a Perycia Martín Chiorazzi, el fiscal.
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Los efectivos de la policía llegaron a eso de las seis de la tarde. En 142 entre 7 y 8 había un portón de entrada de casi dos metros reforzado con un candado. Micaela, hija de Luis y hermana mayor de Lucas, los dejó entrar luego de negarse durante varios minutos. En la casa también había una mujer de 84 años y un menor de edad.
Unos minutos después llegaron Luis y Lucas Leiva, quienes en “todo momento”, según consta en el acta policial, negaron que las chicas estuvieran allí. Los policías revisaron adentro: un living en el frente, una cocina-comedor, dos habitaciones y un baño. Por una puerta trasera entraron a un patio que daba a una pequeña habitación. Allí había otra reja, cerrada con candado, y más allá el fondo.
En un momento, los efectivos advirtieron que Leiva sacaba su celular. Se lo pidieron y él no lo quiso entregar. Se lo sacaron a la fuerza y vieron el mensaje a Micaela. En el fondo, detrás de la reja encadenada: ahí estaban las chicas.
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JM y AM transitan hoy sus 20 y 21 años. Ambas se independizaron y tienen hijos. Una de ellas está embarazada. Son muy unidas. Denunciaron y testimoniaron. Sin embargo, la simple estrategia judicial de los acusados, desvincularse de sus abogados en medio de los distintos procesos judiciales, fue efectiva durante los últimos cuatro años. Hasta el día de hoy no hay condenas: no hay justicia.
Lo que tenían que decir ya lo dijeron. Ahora, prefieren no hablar.
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“Me decía que me iba a llevar a trabajar a Córdoba. Y cuando le preguntaba cuándo iba a volver a mi casa, me respondía que cuando estuviera embarazada de ocho meses”. Eso le contó a la prensa la menor de las chicas en 2012.
Cuando las secuestraron, las hermanas vivían con sus padres en una humilde casa de Ringuelet. A Luis Leiva, el hombre de 57 años, lo conocieron en una bailanta. Él se presentó como productor del programa tropical “Pasión de Sábado”, que se trasmitía por América TV, y les entregó una tarjeta con sus datos personales. Les prometió llevarlas a la televisión.
A los pocos días, un lunes por la noche, las pasó a buscar con su auto. En su testimonio judicial, la psicóloga que asistió a las chicas después del hecho señaló que ellas le habían contado que “Leiva las llevó a tomar un helado y luego fueron a la casa de él, porque les había dicho que tenía que ir a buscar una cosa”. Lo que siguió fue el calvario en la casa de la familia Leiva, en Berisso: las encerraron sin comida, aseo ni comunicación. Y el horror: la violación.
JM y AM también contaron que en esos ocho días las llevaron a una vivienda en el barrio platense de La Granja y hacia Punta Lara, al hotel alojamiento El Paraíso. Ese nombre, en ese infierno.
En algún momento volvieron para Berisso. En algún momento, desde una habitación contigua, una escuchó cómo abusaban de la otra. En algún momento durante el cautiverio, las hermanas se cruzaron y supieron que las dos habían sido violadas. En algún momento consiguieron un celular y llegaron a escribir “pa” antes de que se lo quitaran.
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El padre de las chicas recibió el mensaje. Junto a su mamá las buscaban desde el primer día y sospechaban de Leiva, aunque contaban con pocas herramientas judiciales como para motorizar un allanamiento. El caso, por intermedio de un vecino, llegó al centro cultural y social El Galpón de Tolosa, que integra un colectivo de abogados y abogadas llamado «La Ciega», además de otros profesionales y militantes. Tras la insistencia, el fiscal Álvaro Garganta emitió la orden.
En el procedimiento policial se incautaron unos once celulares y chips sin usar, y se secuestró el auto de Leiva, un Alfa Romeo 146 rojo, que en su interior tenía carteles plastificados con su nombre y distintas inscripciones, además de una credencial. Lo presentaban como productor ejecutivo de “Pasión de Sábado” y de “Canal 2-America”. En una de las tarjetas se leía “Libre estacionamiento”.
Leiva fue detenido por “presunto abuso sexual y sustracción de menores”.
El laberinto kafkiano
Los abogados de la organización La Ciega aseguran que el caso estuvo desde un inicio plagado de irregularidades que terminaron por revictimizar a JM y AM. En el momento en que fueron liberadas las esposaron, nunca las asesoraron, y tampoco se cumplió con el protocolo de profilaxis, procedimiento médico utilizado en casos de violación para intentar evitar una infección por VIH, algo que se hizo después por pedido de los abogados.
En un principio, quedaron imputados Luis, Lucas y Micaela Leiva, y Ricardo Pereyra, un remisero que frecuentó la casa de Berisso durante los días del secuestro, pero todos fueron liberados rápidamente.
Las víctimas estuvieron representadas por las abogadas de La Ciega Sofía Ballesteros y Estefania Gelso. Durante la investigación, se ordenó una cámara Gesell con las dos chicas. “Las declaraciones fueron escuetas, pero claras. Lo que tenían que decir estaba más que completo”, afirmaron desde la organización a Perycia.
El 21 de enero de 2013, los jueces Eduardo Raúl Delbes, Carlos Alberto Ocampo y Carlos Adolfo Silva Acevedo de la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal, calificaron el caso como “estupro”. “Es decir, consideraron que no hubo secuestro, aunque las chicas fueron rescatadas por la policía de un galpón cerrado con candado, ni abusos. Para estos jueces sólo hubo una ‘seducción a niñas menores’ por parte de los imputados”, explicaron desde el grupo de abogados. El 25 de ese mismo mes, el juez de Garantías Juan Pablo Masi -actualmente suspendido y en medio de un juicio político- dictó la excarcelación de Luis Leiva, el único que tenía prisión preventiva.
La causa, finalmente, llegó a juicio. La carátula que recibió el Tribunal Criminal N° 2 de La Plata fue la de “privación de la libertad” contra los cuatro imputados y “corrupción de menores” solo para Luis y Lucas Leiva. La configuración de este último delito supone “el consentimiento de la víctima”, algo muy alejado a los relatos de JM y AM.
En 2016, días antes de que se iniciara del juicio, el abogado particular de los Leiva renunció a la defensa de Micaela y provocó que el proceso se postergara para el año siguiente. Cuando estaba a punto de empezar, reprogramado en agosto de 2017, fueron Luis y Lucas quienes despidieron al letrado. El incidente pospuso el juicio otros tres años: febrero de 2020.
Para los abogados patrocinantes de las víctimas, estaba claro que se trataba de “maniobras dilatorias”: por eso consideran que el Tribunal debería haber denegado la renuncia (o el despido) hasta la primera audiencia o designar a un defensor oficial para que el proceso continúe. Pero nada de eso sucedió.
En esos tres años de demora inútil, las víctimas sufrieron otros dos golpes: en septiembre de 2018 murió su padre, sin haber podido declarar en el juicio. Pero no es todo. Hace algunos meses, el delito por el que iban a ser juzgados Micaela Leiva y el remisero Pereyra quedó prescripto.
A principios de febrero, finalmente, comenzó el juicio contra Luis y Lucas Leiva. Para el debate, asumió la representación de JM y AM Juan Di Nardo. A pesar de que se contaba con sus testimonios en Cámara Gesell, las chicas tuvieron que declarar otra vez. En medio del juicio, el fiscal Martín Chiorazzi amplió la acusación a “privación ilegal de la libertad agravada” y “abuso sexual agravado”. Ambos delitos prevén condenas de hasta 16 años. “De esta manera, a los acusados se les agravó el panorama terriblemente. Antes de esa decisión, prácticamente podían irse a su casa o tener una condena muy exigua”, explicó uno de los integrantes de La Ciega. “Al momento de las indagatorias, Luis Leiva prácticamente admitió haber secuestrado y abusado de una de las chicas, mientras que Lucas declaró que le tenía miedo a su padre y que abusó de la otra por mandato de éste”, amplió.
La declaración de Lucas generó que su defensa, que compartía con su padre, volviera a renunciar. El Tribunal, compuesto por los jueces Claudio Bernard, Silvia Hoerr y Claudia Marengo, dispuso insólitamente que el más chico de los acusados quedara apartado del proceso y que se le hiciera un nuevo juicio, que aún sin fecha. La decisión fue apelada por la defensa de las víctimas.
La fuga
Luis Leiva se debía presentar el 11 de marzo a una nueva audiencia. Era el único que seguía en carrera para una condena. No fue. Allanaron su casa y la vivienda de un familiar: no estaba. En ese momento, la policía bonaerense tenía diez días para recapturarlo: si no aparecía antes del 21, el juicio quedaba anulado. La cuarentena dispuesta por el gobierno y la parálisis de los procesos judiciales por la pandemia del COVID-19 extendería ese plazo un tiempo más, aunque desde La Ciega no se animan a confirmarlo, ni saben cuánto tiempo se extendería. “La situación es bastante inédita. Llegado el caso, si lo encuentran después del 21 pero aún en días inhábiles, se podría pelear la continuidad del juicio”, explicó uno de los abogados a Perycia.
Pasaron más de siete años: un debate oral pospuesto dos veces, dos prescripciones, un proceso nulo y un prófugo en pleno juicio. JM y AM crecieron, se mudaron, tuvieron hijos: rehicieron como pudieron su vida. Todavía siguen viviendo de una novela de Kafka, pero en Berisso.