El día en el que se cumplió el tercer aniversario del homicidio de Fernando Báez Sosa, uno de los ocho acusados por el crimen levantó la mano y pidió declarar. Antes de dar su versión de los hechos, Blas Cinalli pidió exhibir un vídeo.
En la sala, las personas presentes que no pasaban las setenta se miraron entre sí. Los acusados ni se mosquearon y los abogados de la familia del joven asesinado a golpes, Fernando Burlando y Fabián y Facundo Améndola preguntaron si el video se había presentado como prueba antes del inicio del debate.
—¡Sí! —, respondió Hugo Tomei, el defensor de los ocho imputados, y citó la foja para que dieran play.
Durante un minuto o un minuto y medio en la sala que ocupa el Tribunal Oral en lo Criminal N°1 de Dolores se proyectó un compilado de insultos del mediático y reconocido Burlando. Las groserías iban dirigidas a los ocho acusados por el asesinato de Fernando.
El silencio en el recinto fue punzante y cada ‘puteada’ del abogado se escuchó con nitidez. “La Justicia no pasa por lo mediático”, le susurró un estudiante de Derecho a otro mientras Burlando achinaba los ojos para disimular el malestar que le provocaba esa exposición.
“Muchas gracias, Hugo”, dijo Cinalli dirigiéndose a su abogado y agregó: “Hace tres años que nos vienen insultando a mí y a mi familia. Me parece muy poco profesional”, expresó sirviéndose una dosis del trago que bebe Burlando. En el tono del acusado se percibió un dejo de placer, un desahogo victorioso, un escrúpulo en el zapato de un abogado que sabe cómo manejarse en los medios de comunicación.
Para los medios
Desde el 2 de enero, durante trece audiencias Burlando alegó para los medios de comunicación. A la mañana, antes de ingresar a la sala donde se lleva adelante el juicio, se paraba frente a las vallas y las cámaras de todos los canales buscaban su mejor ángulo para que los televidentes pudieran desayunar escuchando sus declaraciones.
Con relucientes trajes y corbatas brillantes, como si posaran para la cartelera de la nueva temporada de La ley y el orden, los letrados caminaban uno al lado del otro mientras saludaban a las personas que buscaban una foto con ellos. En una estrategia de doble vara entre lo mediático y judicial, el bufete de abogados de Burlando llegaba a los tribunales como si fueran rockstars.
Al mediodía, cuando el tribunal daba el cuarto intermedio para almorzar; en los bares, restaurantes y los televisores de las casas, el rostro de Burlando se hacía familiar. A la tarde lo mismo. Y por la noche, todos los canales se peleaban por tener una exclusiva con él.
Durante la primera quincena de enero los televidentes y los lectores de medios digitales e impresos asistieron a un curso intensivo de Derecho punitivo. “Es impresionante cómo está vendiendo”, le dijo un periodista gráfico que trabaja en una de las empresas mediáticas más importantes del país a su colega de televisión. Y este, minutos antes de salir al aire, le respondió: “A nosotros nos picó en punta el vídeo de (Máximo) Thompsen pegándole a la bolsa”.
Si no es perpetua, ¿no es justicia?
A pocas horas de que la fiscalía, los abogados de la familia de Fernando y la defensa comiencen a exponer sus argumentos antes del veredicto, sobre el vallado de la esquina por la que siempre entra Burlando, hay una bandera con la foto de Fernando jugando al fútbol que Graciela, su mamá, colgó la segunda semana del juicio.
También hay flores de plástico y velas a pilas que alumbran tenuemente un cartel con la foto de los ocho imputados sentados frente al tribunal, sin barbijos. La imagen está atravesada por alambres que simulan ser garrotes de celdas y, con letra manuscrita, la acompaña una frase que asegura que son cuarenta y cuatro millones de personas las que esperan cadena perpetua para los acusados.
El pedido se replica por todos los rincones de la ciudad de Dolores, inclinando la balanza de una justicia que espía por debajo de la venda para ver dónde está Burlando.
Ese 18 de enero, mientras los acusados declaraban, un grupo de personas golpeaba las rejas gritando “asesinos, asesinos”. El sonido llegaba hasta el segundo piso donde se lleva adelante el juicio y por momentos se escuchaba más fuerte que la voz de los imputados.
¿La condena está escrita?
Después de la declaración de Cinalli, Burlando salió de la sala y se dirigió a la cruz de cinta que le hicieron los camarógrafos en la esquina de Belgrano y Buenos Aires. Era el fin de la primera etapa del juicio por el que pasaron casi cien testigos. “Sos un cobarde, Cinalli”, gritó Burlando casi escupiendo los micrófonos que lo rodeaban y acentuando la ere para que sonara más convincente.
Mientras tanto, los padres de los imputados salían del edificio para la otra esquina, rodeados de policías porque una horda los insultaba e intentaba agredirlos. La justicia tomaba forma de hoguera.
Los últimos en salir fueron Silvino Báez y Graciela Sosa, los padres de Fernando Báez Sosa, que convocaron al acto que más tarde se hizo en el anfiteatro de Dolores con más de tres mil personas.
“Vinimos a buscar justicia”
La tarde se escondía entre los árboles, mientras personas de todas las edades llegaban con bolsas de alimentos no perecederos o útiles escolares para los comedores de la primera ciudad patria. Así lo habían pedido los padres de Fernando.
Un grupo de voluntarios recibía las donaciones para depositarlas en un camión. A cambio, cada uno de los que llegaba recibía una fotocopia con el rostro sonriente del joven asesinado con la leyenda “Justicia por Fernando”. También había vendedores ambulantes con banderas y remeras con esa imagen.
— No puedo creer la cantidad de gente que vino —, le dijo a una colega un periodista de Dolores mientras tomaba notas en una libreta verde.
— Yo tampoco, y pensar que siempre hay familias reclamando justicia en la puerta de tribunales y ningún vecino se acerca a acompañarlos —, respondió la mujer.
Entre el público y el escenario había una muralla de cámaras ordenadas una al lado de la otra para transmitir. Arriba del escenario estaban los representantes de distintos credos y familiares de Fernando que habían llegado desde Paraguay.
Silvino y Graciela, los padres de Fernando, llegaron caminando acompañados por el bufete de abogados de Burlando. Avanzaban a paso lento, arrastrando los pies, resultado de las trece audiencias o tres años de insomnio. Silvino abrazaba a Graciela, la ayudaba a caminar, la sostenía. Cuando llegaron al centro del escenario, el público se levantó para aplaudirlos. Ellos lloraban.
Los camarógrafos, como si estuvieran en la cancha, insultaban a quienes se cruzaban por delante del lente. La toma en el prime time de ese miércoles era el registro de un momento histórico.
El acto tuvo suelta de globos blancos que el viento se llevó rápidamente. El mismo viento que no permitió prender las velas y que balanceaba el jacarandá que se plantó en nombre de Fernando. También hubo una oración interreligiosa.
“Acá la única víctima es Fernando”, dijo Graciela con un dolor desgarrador. “Nosotros no vinimos a buscar venganza, vinimos a buscar justicia”, insistió y la oficial policial que la sostenía del brazo lloró, convirtiéndose en tapa de muchos diarios.
EL JUICIO
A tres años de la brutal golpiza que el 18 de enero de 2020 terminó con la vida de Fernando Báez Sosa, el juicio a sus agresores entra en la etapa final. Esta mañana, poco antes de las 10, la fiscalía sostuvo que se trató de un «homicidio doblemente agravado” porque los ochos acusados se pusieron de acuerdo para matar.
Como contó Perycia, antes de esta audiencia los abogados que representan a la familia del joven asesinado adelantaron su pedido de perpetua para los acusados: Máximo Thomsen, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Blas Cinalli, Ayrton Viollaz, Luciano, Ciro y Lucas Pertossi.
Por su parte, la defensa de quienes en los medios se nombran por el deporte que practicaban intentará que los hechos sean interpretados como un homicidio en riña, delito que prevé una pena de entre dos y seis años de cárcel.
Hasta el momento en el que se cerró esta nota, todavía no se conoce con certeza la fecha en la que el Tribunal Oral en lo Criminal N°1 de Dolores dará el veredicto, pero se espera que sea antes de que finalice enero.