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Internacional

En primera persona

«El gobierno paraguayo mata a nuestras niñas, y las procesadas somos las mamás»

Cebando mate en su casa de Avellaneda, Miriam Villalba le cuenta a Perycia cómo vive su familia desde que en 2020, el Ejército del stronista Mario Abdo Benítez atacó un campamento del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), donde mató a dos de sus niñas y persiguió y acorraló a otras tres. Lichita, de 14, continúa desaparecida. Con ellas estaba Laura —otra de las hermanas Villalba— que, tras ser atrapada, permanece detenida y enfrentará a fines de agosto un primer juicio por «incumplimiento del deber de cuidado», delito por el que Miriam también fue imputada.

Por: Adriana Meyer
Foto: Hernan Vitenberg
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Miriam Viviana Villalba rocía citronella sobre las enormes hormigas negras que están devorando el limonero del jardín del frente de su casa. Dice que si pone veneno químico “las chicas” se enojan, es la generación que viene ecologista de fábrica. En un barrio tranquilo de Avellaneda, esta mujer de 43 años, abogada y madre de una de las niñas asesinadas en septiembre del 2020 por el Estado paraguayo, cuenta su historia a Perycia, y se quiebra en llanto varias veces durante la conversación. 

En 2019 su hermana Laura Villalba —enfermera paraguaya, madre de seis hijos— acompañó a su hija y sobrinas a Yby Yaú, en la localidad de Concepción, al norte de Paraguay. Salieron de Puerto Rico, Misiones, donde habían vivido por más de 10 años. 

Las niñas querían conocer a sus padres y parientes pertenecientes al Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), una organización política armada que opera oficialmente desde 2008. Debían regresar antes de que empezaran las clases del ciclo 2020, pero la pandemia de coronavirus y las medidas de restricción las obligaron a permanecer en el país vecino más tiempo del previsto. 

En septiembre las Fuerzas de Tareas Conjuntas (FTC) del Ejército realizaron un operativo en el que capturaron con vida a las niñas argentinas Lilian Mariana y María Carmen Villalba, de 11 años. Carmen Elizabeth, conocida como Lichita, de 14, fue herida en una pierna. Ella, su tía Laura y otras dos niñas de la misma familia lograron escapar. 

El 2 de septiembre las niñas  capturadas fueron asesinadas, un infanticidio que fue festejado por el presidente paraguayo. El stronista Mario Abdo Benítez dijo que fue un operativo exitoso, se sacó una foto en el campamento del EPP y armó un montaje en el que vistieron los cuerpos de las chicas con uniformes como si fueran guerrilleras. A las niñas les dispararon de frente, de espaldas y de costado. Una recibió siete impactos de bala. La otra, dos.

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En medio de la selva, Laura tuvo que dejar a su sobrina Lichita, que estaba herida, y fue a buscar alimento. El 30 de noviembre fue la última vez que la vió con vida, luego ya no pudo encontrarla. Pocos días antes habían sido embestidas por las milicias paraguayas y fueron asesinados tres militantes que las estaban ayudando a salir con vida del monte. De nuevo en fuga, decidieron separarse para buscar alimentos y agua. El 23 de diciembre Laura fue aprehendida en un retén militar, acusada de terrorismo, asociación criminal, resistencia, trasgresión a la ley de armas e —vaya perversa paradoja— incumplimiento de los deberes del cuidado. Ese mismo día Tamara Anahí (Anita), melliza de Lichita, y Tania Tamara lograron burlar el cerco militar y llegaron a una comunidad cercana. Los detalles de su supervivencia en la selva, donde comieron ratas y tuvieron que beber su orín, son dignos de un guión cinematográfico. Ambas están en Argentina buscando armarse una vida normal. Lichita permanece desaparecida. Los cuerpos de Lilian Mariana y María Carmen están enterrados en Camposanto de Lima, Paraguay. El gobierno paraguayo tampoco les permite recuperarlos.

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Mientras toma y ceba mate, Miriam cuenta que su hermana Carmen formaba parte del movimiento de izquierda Patria Libre, que sufrió una persecución implacable por parte del gobierno Colorado de Paraguay, prácticamente se desintegró. Muchos de sus integrantes fueron presos, otros salieron del país en busca de asilo político. Los principales dirigentes consiguieron refugio en Brasil, Juan Arrom y Anuncio Martí, en tanto Omar Martínez, murió en la cárcel. 

“Mi hermana Carmen y mi cuñado Alcides Oviedo están presos por el secuestro de María Edith Bordón de Debernardi, cuando ella (Carmen) estaba por cumplir su condena (en 2021) y recuperar la libertad le inventaron una causa. Ella se había fugado del penal (en 2004) y luego de ocho días la volvieron a capturar. La fiscala general Sandra Quiñones ascendió rápidamente en todos los cargos que ocupó en Paraguay por tomar las causas contra Carmen y Patria Libre en forma personal”, explica Miriam. 

En 2018, Carmen fue condenada a 17 años, a contar a partir de entonces, es decir que no le reconocieron el tiempo que ya había estado detenida. “Como familia decidimos apoyarla, visitarla en la cárcel, pero empezó la persecución. Cuando ella salió en libertad decidió llevar a la lucha a nuestros dos hermanos menores, Osvaldo y Liliana”.

—¿Cómo lo tomó la familia?

—Al principio hubo mucha oposición, pero después uno acepta las decisiones. Ellos emprendieron el camino hacia el campo y nosotras nos quedamos a cuidar a los niños, en Concepción, a los hijos de Carmen. Los allanamientos eran constantes, nos sacaban fotos de los niños, soportamos el acoso de la prensa, merodeaban policías de civil, por eso cuando en 2010 mataron a Néstor Alcides, el segundo hijo mayor de Carmen de 12 años, nos fuimos a Clorinda (Formosa). Haciendo malabares llevamos el féretro hasta la cárcel de Buen Pastor (Paraguay), donde está ella. Él nos había dicho que lo seguía la policía paraguaya cuando iba a la escuela, tenían una fijación especial con nuestros niños, y lo envenenaron. En ese momento la situación de Carmen era muy complicada, embarazada de las mellizas, no tenía asistencia médica, la dejaban ensangrentada en su celda. 

—¿Qué pasó después?

—Con mi bebé recién nacida vine a Buenos Aires a buscar ayuda, conocí a La Gremial de Abogados y Abogadas, y no nos soltaron nunca la mano. Somos una familia perseguida políticamente, nuestros hermanos eran de un movimiento de izquierda, entonces tuvimos que ocultarnos porque para la sociedad, y también para algunas organizaciones, éramos mal vistos. Fuimos a Misiones, nos conseguimos una chacrita con huerta, mamá nos inculcó una alimentación saludable y tratamos de hacer lo mismo con nuestros hijos. Teníamos una vida normal, los chicos iban al colegio técnico. Las mellizas iban dos veces al año a visitar a sus padres presos en Paraguay. En cambio, Lilian y María Carmen no. Por eso viajaron a ver a sus papás, Osvaldo (Villalba) y Manuel (Cristaldo Mieres). Fue un momento feliz, se hizo todo un operativo. Pero ya no pudieron volver. 

—¿Su hija, Lilian Marina, le reclamaba ver a su papá?

—Sí. Y accedimos porque nosotras no habíamos tenido una figura paterna, mi papá no se hizo cargo y mamá fue madre soltera (hace una pausa para secarse las lágrimas). Habían cerrado la frontera por la pandemia. El 2 de septiembre llegó la noticia, hablaban de un enfrentamiento con el EPP. Unos días antes tuve un apretón en el pecho, escuché a las niñas que pedían auxilio. Pensé en cruzar a Paraguay, pero iba a terminar encerrada por la cuarentena. Finalmente nos confirmaron que eran nuestras niñas.

—¿Hubo un montaje para las fotos de la prensa, las vistieron con uniformes como si fueran guerrilleras?

—Sí, ahí se ve que no tenían los dedos, nuestra abogada y mi hermano vieron los cuerpos y estaban todas cortadas. El presidente Abdo fue hasta Pedro Juan, hizo una conferencia de prensa en medio del campamento diciendo que fue uno de los operativos más exitosos, todos los medios de prensa difundieron esas fotos de mi hija y mi sobrina. Todo lo que siguió fueron golpes tras golpes. El 23 de diciembre viajé a Misiones a encontrarme con mi sobrina Tamara Anahí (Anita, hija de Carmen y Alcides), y Tania Tamara, que estaban bien, sobrevivieron comiendo bichos en el monte.

Abdo en el centro, con camisa clara y barbijo en la barbilla, en la zona del doble infanticidio al que llamó «operativo exitoso».

—¿Qué le contaron?

—El 30 de noviembre fue la última vez que vieron a Lichita, que a Lilian y María Carmen las capturaron con vida (en septiembre), que hicieron el operativo cerrojo para capturar a las niñas. Escucharon cómo pedían auxilio sus primitas, y cómo hirieron a Lichita en las pantorrillas, que logró escapar. Laura le hizo las curaciones, mientras buscaban volver a sus casas. El 20 de noviembre fueron emboscadas por francotiradores que mataron a los cuatro militantes del EPP que las estaban ayudando. Así Laura, Lichita, que recibió otra herida pero en la cabeza, Anita y Tania quedaron solas. Estuvieron ocho días sentadas sobre una roca en un arroyo. Comieron víboras, ranas y tomaban su orín para sobrevivir. (Hace otra pausa mientras llora). En eso dejaron a Lichita, se separaron para buscar sustento y se perdieron. 

—¿Lichita escribió un diario?

—Sí, algo así. Escribió lo que pensaba hacer, cómo se sentía. Luego de quince días cuando volvieron Lichita ya no estaba. Entonces se fueron a buscar ayuda, a pedir ropa, pero pasaron por lugares que eran casi prostíbulos. Durante las noches veían unas luces rojas, eran disparos (N.d.R. las FTC poseen armas con detector de temperatura). Por eso empezaron a caminar de día. Hasta que por fin las sacaron del lugar. Y las pudimos traer a Argentina. Ya declararon ante el Comité de Niñez de Naciones Unidas y de Ejecuciones Extrajudiciales, en Ginebra. Ahí también está el caso de Laura.

—¿Qué pasó con Laura?

—Ella se iba por las comunidades desesperada buscando a Lichita, cayó en un retén militar y la apresaron. La llevaron a un cuartel aislada e incomunicada, ni siquiera los abogados podían verla, y no había personal femenino, luego fue trasladada a la Penitenciaría Regional de Encarnación donde espera el juicio, está acusada de violación del deber de cuidado, yo también estoy imputada en ese caso. O sea, el gobierno paraguayo mata a nuestras niñas y las procesadas somos las mamás. Pero como la pena para ese delito es de cinco años a Laura le armaron otra causa por terrorismo. Por más que Laura estuvo todo el tiempo en Misiones trabajando de enfermera, la fiscala Quiñones dice que pertenece al EPP. Estamos hablando de condenas de 35 años. Esos juicios deberían realizarse en agosto y en septiembre.

—¿Y Carmen por qué delito está presa?

—La acusan de tentativa de homicidio, ella se resistió con armas disparando a los policías, ahora dicen que atentó contra la vida de los policías. Es para tenerla más años presa, saldría recién en 2035. Ella sigue buscando a su hija, estudia en la cárcel, había terminado la secundaria pero el gobierno paraguayo intervino el colegio y no le dieron el título. Le hicieron una mesa de examen especial, le fue bien y ahí se lo tuvieron que dar. Lo mismo le pasó mientras cursaba Psicología en la Universidad Metropolitana, después de mucho pelear consiguió que le reconozcan los años de estudio. Está haciendo la tesina y se prepara para estudiar abogacía. Trabaja haciendo bordados de ñanduti y los vende. 

—¿Cómo vive la familia todo esto?

—Es muy difícil, ya no podemos ir a verla. Necesitamos un cambio de gobierno radical, que se reconozcan todas las violaciones que se están cometiendo en Paraguay, el caso de Lilian y María Carmen no es el único. Dirigentes campesinos como Toto Lezcano y María Gloria González, que está condenada por tener hijos en el EPP y le armaron una causa. Le mataron a sus dos hermanos, la torturaron, le desfiguraron la cara. Pero nada de esto trasciende la frontera: por eso insisten en que Lilian y María Carmen no son argentinas, para que todo lo que pase en Paraguay quede en Paraguay. El país tiene varias condenas internacionales, eso ayuda en parte para que estos crímenes de lesa humanidad no queden impunes, pero fronteras adentro ni siquiera se investigaron los crímenes de la dictadura, menos los de ahora, es tierra de nadie. Es un entramado político y judicial en el que se cubren entre sí.

—¿Qué es el EPP?

—Cuando estudiaba Derecho estaba distanciada de mi hermano por su forma de pensar. Pero un día me llevó a conocer la historia de un campesino al que habían matado en su propia casa. La comunidad vivía así. El EPP se volvió el brazo armado del pueblo, los estancieros y grandes productores empezaron a respetar a la comunidad. Esos que se pasan contaminando y deforestando. La gente se sentía protegida. Hay tres zonas militarizadas en el norte paraguayo. Con la aparición del EPP el Estado empezó a invertir en zonas de extrema pobreza donde no hay caminos, ni agua potable, ni escuelas, ni hospitales. Se podrán objetar los métodos pero yo valoro y respeto el sacrificio que hacen mis hermanos, es muy difícil estar lejos de la familia, más aún con lo que pasaron Tania y Anita, lluvia, frío, hambre, sed. Desde 2020 cuando la Fuerza de Tarea Conjunta asesinó a nuestras niñas, fueron golpeando al EPP de manera constante. Estudiaron tácticas para dar un golpe a los niños.

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Va cayendo la tarde en la casita de Avellaneda. En eso aparece Tamara Anahí, Anita, saluda y le dice a su tía que tiene que irse porque está llegando tarde a estudiar. “Fue muy difícil para ella, con su melliza dormían en la misma cama, comían del mismo plato, iban al mismo grado, estaban siempre juntas”. 

A Miriam no le reconocieron el título que obtuvo en 2008 en Paraguay, así que está estudiando otra vez desde cero, mientras cría a les ocho niñes que quedaron a su cargo. Dice que si pudieran volver el tiempo atrás hubieran esperado a que las niñas fueran mayores para hacer ese viaje. “Lilian imaginaba a su papá, sentíamos que le faltaba una parte por más que tuviera a toda la familia, era una ausencia que no podíamos llenar, no tomamos dimensión de lo que podía pasar”. Miriam vuelve a quitarse las lágrimas del rostro, primero con la mano, luego con un pañuelo de papel. 

—¿Pasaron varios meses con sus papás?

—Sí. Nos dijeron que pasaron los mejores momentos, junto con su tío Osvaldo, como concretar un sueño. Lilian juntaba semillas para traerle a su abuela, María Carmen también estaba muy contenta, fueron como vacaciones en comunidad. Luego supimos que ya cuando pasaron por Encarnación comenzaron a seguirlas, esperaron para dar el golpe cuando las niñas estaban con sus tíos, su papá y sus parientes paternos.

—¿Ahora buscan tener una vida normal acá?—Nos cambió el concepto de lo normal. Ojalá algún día podamos volver a nuestro querido país, que es un país rico, soñamos con eso aunque la mayoría de nuestros niños nacieron en Misiones. Acá tenemos actividades, los niños van a aprender teatro, Tamara está terminando su secundaria y piensa ir a la universidad para estudiar Ingeniería en sistemas. Tuvimos el apoyo de la Cancillería argentina para el asilo, y de la secretaría de Derechos Humanos, pero sobre todo la Defensora de Niños, Niñas y Adolescentes, Marisa Graham. Nos dieron refugio en Lomas de Zamora, luego en Constitución, fueron momentos complejos. Pero acá en Avellaneda estamos mejor. Y seguiremos luchando con la campaña internacional —que en Argentina integran APDH La Matanza, Movimiento Rebelión Popular, MTL Rebelde, Organización Política 8 de Octubre, MST en el FITU y centenares de organizaciones nacionales e internacionales— por los crímenes contra nuestras niñas, y para que Laura no afronte el juicio sola en Asunción.

En Paraguay, está previsto que entre el 23 y el 24 de agosto tenga lugar en el Palacio de Justicia de Concepción el primer juicio a Laura Villalba por «violación al deber de cuidado». Miriam también está imputada en esa causa. Por otra parte, el 12 de septiembre comenzaría el debate oral en la que Laura será acusada por terrorismo.