Fabiana y María cuentan que hace cuatro meses empezaron a organizarse entre las madres para asegurar un plato de comida, al menos lunes, miércoles y viernes. Lo hacen en un salón de 20 metros cuadrados, ubicado en la planta baja de un complejo de monoblocks en Villa Hiparsa. Ahí montan un comedor comunitario que recibe a un promedio de 70 pibes y pibas del barrio.
Dicen que el municipio les daba 100 mil pesos mensuales pero se los quitó. Que a la legisladora circuital oficialista le pidieron que ayudara a conseguir una olla, pero no lo hizo y que las cucharas, tenedores y platos los juntaron a través de una colecta que hicieron por la radio.
“Hoy en Sierra estamos apoyando este proyecto para que no se nos vaya como se nos fueron los otros”, aseguran las mujeres mientras se amontonan junto al único calefactor del lugar para mitigar la helada de esa mañana.
A doscientos metros de distancia del salón, bajo una carpa blanca de lona blanca, hay una paila gigante donde humea un guiso de arroz sin carne ni menudos. Alrededor, una veintena de personas, hombres en su mayoría, tocan el bombo, cantan, charlan y beben. No, no es una fiesta, es un compás de espera.
Apenas unos pasos más a allá de la carpa blanca, está la puerta de acceso al gimnasio Vuta Mahuida, donde unas cuatrocientas personas escuchan – no siempre atentas- a funcionarios y técnicos hablar sobre las bondades del proyecto Oleoducto Vaca Muerta Sur que la empresa YPF S.A quiere construir en la localidad rionegrina de Sierra Grande.
Dentro del gimnasio hay un salón lateral, más espacioso que el comedor comunitario, ahí un mozo acomoda sobre una mesa- de forma continua- sanguches de miga, masas secas, frutas, brochettes de pollo, agua y café que degustan los funcionarios y los invitados especiales.
Sierra Grande en el 2023 es tierra de contrastes.
¿El aceite pesa más que el agua?
Partiendo desde Loma Campana, en el margen sur del yacimiento Vaca Muerta (Neuquén) un ducto atravesará en diagonal, de norte a sudeste, 546 kilómetros de la provincia de Río Negro. Según el proyecto que presentó la empresa YPF la construcción se hará en tres tramos.
En la localidad de Sierra Grande, casi en el límite entre Río Negro y Chubut, y a siete kilómetros de las costas del Atlántico, se construirá una terminal de almacenamiento y carga de petróleo crudo. Sobre 350 hectáreas se erigirán 10 tanques con la capacidad de guardar 100 mil metros cúbicos cada uno.
En otros siete kilómetros, pero hacia adentro del mar desde la línea de costa, se colocarán dos monoboyas (instalación para que buques petroleros carguen el crudo) de 15 metros de diámetro con la capacidad de abastecer a 60 buques de carga por año.
“Este no es un proyecto que sea sólo rentable» – explica Federico Califano, Gerente de Asuntos Externos de YPF – «Es estratégico para el país y la provincia. Nos permite sacar los barriles que hoy no se pueden sacar porque no hay caño, ni punto de exportación de hidrocarburos. Argentina está, técnicamente, autoabastecida de petróleo. Todo lo que saquemos a partir de ahora tiene que ser exportado, porque nuestras refinerías, nuestros procesos industriales, no necesitan más crudo”.
Se estima que en tres años se podrán exportar dos millones de barriles, es decir 20 millones de metros cúbicos de petróleo.
Desde YPF, empresa que tiene el 51% de las acciones en manos del Estado Nacional, dicen que invertirán 2.800 millones de dólares en los próximos tres o cuatro años. “Luego la empresa va a buscar otras compañías que quieran asociarse porque es una inversión que excede nuestra capacidad”, aclara Califano.
El mega proyecto de YPF es- para muchos- un contrasentido si se ubica en el mar más azul de la Patagonia. El Golfo San Matías es un espacio semicerrado de casi 120 kilómetros cuadrados con una diversidad natural de flora y fauna en donde convergen áreas naturales protegidas por leyes provinciales y el Parque Nacional Islote Lobos, creado recientemente.
Los contrapuntos se definen en términos cromáticos: el negro petróleo sobre las aguas azules del atlántico.
Pero, además, se contrapone a la matriz productiva de una parte de la región que desde hace décadas vive de la pesca, el turismo y el desarrollo de conocimiento a través de la investigación científica.
Las Grutas, a 150 kilómetros de distancia de Sierra Grande y en el corazón del Golfo, es el segundo atractivo turístico de importancia en la provincia, después de San Carlos de Bariloche. Cada verano recibe a medio millón de visitantes y genera miles de puestos de trabajo, directos e indirectos.
En los últimos años el Estado provincial ha diseñado productos turísticos ligados a la observación de la naturaleza, como la temporada de avistaje de ballenas, lo que le permitió romper con la estacionalidad de la actividad.
A su vez, Las Grutas es el balneario de San Antonio Oeste, una ciudad centenaria que creció en base a la actividad ferrocarrilera -incluso aún se conserva uno de los pocos ramales que no se cerraron en la década del 90- y pesquera. También cuenta con el Centro de Investigación Aplicada y Transferencia Tecnológica en recursos Marinos Almirante Storni (CIMAS), un ente mixto entre la provincia, el Conicet y la Universidad Nacional del Comahue.
Sierra Grande, que cuenta hoy con apenas unos 12 mil habitantes, no corrió la misma suerte de desarrollo sostenido. Desde hace 30 años apenas sobrevive con puestos de empleo en el sector estatal, el dinero que los hijos migrantes le envían a sus padres y el rebusque de la economía informal.
Bajo la lluvia helada alguien necesita pelear
No es miércoles de comedor solidario, es jueves de olla popular improvisada. Es jueves 17 de agosto, conmemoración del aniversario luctuoso del Padre de la Patria. También es el día en que se realiza la Audiencia Pública (no vinculante) para analizar el estudio de Impacto ambiental por el proyecto de construcción de otro oleoducto en la Patagonia argentina.
Afuera del gimnasio Vuta Mahuida la lluvia cae suave, constante, pero pega en los cuerpos como cubos de hielo. Menos de cuatro grados centígrados de sensación térmica. Una mañana gris.
Desde diferentes localidades, pero especialmente desde San Antonio Oeste/Las Grutas y también desde Chubut, llegaron los integrantes de diversas organizaciones ambientalistas para manifestarse.
No quieren petróleo cerca de las costas; no quieren un oleoducto, una terminal de carga y dos monoboyas en el mar, no quieren cambiar la matriz productiva del Golfo San Matías, ni ballenas conviviendo con buques quimiqueros. El miedo se funda en la posibilidad de un derrame de crudo, pero también en el impacto directo que inevitablemente traerá la obra.
Llegan juntos, caminando hasta el gimnasio, munidos de pancartas, megáfonos y consignas en defensa del ambiente. Los reciben un grupo de hombres y mujeres (especialmente de hombres) que visten camperas bordadas con la leyenda Municipalidad de Sierra Grande. No los reciben con abrazos, lo hacen con los ojos inyectados en sangre, con amenazas y gritos “¿en qué vinieron ustedes? ¿a caballo?”, grita uno. “Me decís que venís pacíficamente pero gritas qué quilombo se va a armar”, grita otra. Hay puños en alto, algún pecheo, apenas una línea divisoria entre la vereda, los dos grupos y tres o cuatro policías que tratan de frenar lo que parece inevitable.
En el medio, un funcionario municipal, personaje conocido en la zona por haber pasado de periodista (operador) de turno a ocupar cargos políticos, alienta a que suceda el choque.
Minutos después, mientras en el interior del gimnasio continúa la audiencia dónde todos parecen estar a favor del proyecto, llegan los trabajadores nucleados en UOCRA y el ambiente gélido se vuelve una hoguera.
La Policía de Río Negro estaba advertida. Desde temprano se habían vallado las inmediaciones y el Cuerpo de Operaciones Especiales (COER) distribuyó agentes adentro y afuera del Gimnasio.
“Esta audiencia es una farsa y eso vinimos a decir. Estamos respetando los canales democráticos, las inscripciones previas y si acontece alguna situación de violencia no es inspirada desde nuestra posición”, asegura Suyay Quilapán, integrante de la Asamblea por la Tierra y el Agua de Las Grutas. “Nosotros nos esperábamos esta situación (de violencia) y por eso hicimos gestiones ante la policía y la gobernadora”
Finalmente la escena se desmadra y hay golpes, forcejeos y los agentes de policía se multiplican. A los manifestantes le niegan el acceso a la Audiencia Pública bajo el argumento de que se había colmado la capacidad del lugar.
Dina Migani, titular de la Secretaría de Ambiente y Cambio Climático, desde el escenario pide a la policía que retiren a dos ambientalistas -que habían logrado colarse unos minutos antes de que se cerraran las puertas- que exigían a viva voz que dejaran pasar a los demás.
Los manifestantes se retiran, vuelven a sus localidades. La audiencia se extiende por casi 12 horas y nunca se escuchan voces contrarias al proyecto. Todo parece cuadrar en la convicción del progreso, el trabajo y las normas internacionales que -dice YPF- se utilizarán para cuidar el medio ambiente.
“¿Por qué la Secretaría de Ambiente y Cambio Climático, que debería garantizar el acceso a la información, hace esto? Se pregunta Fabricio Di Giacomo, integrante de la Multisectorial Golfo San Matías y una de las caras más visibles, en los últimos meses, entre quienes se oponen al proyecto.
“Bueno por lo mismo que la secretaria Dina Migani está denunciada por tener empresas que le vende químicos a Vaca Muerta. O porque ella estuvo haciendo campaña a favor del Oleoducto, porque no funcionan como una Secretaría de Ambiente, sino como una campaña de promoción del oleoducto y el puerto petrolero”, se responde.
“Nosotros llegamos a una audiencia pública, que se supone es una instancia de participación ciudadana con toda esta previa y habiendo hecho todos los reclamos pertinentes porque a pesar de que la Justicia se siga riendo en nuestras caras sobre los argumentos que les planteamos y respondiendo cosas absurdas, nosotros seguimos siempre respetando los canales legales y formales”. “En este marco no hubo consulta a los pueblos originarios ni a las comunidades locales que también son parte de la constitución y del acuerdo regional de Escazú”, concluye.
Las leyes que hoy protegen, mañana te dejan desnudo
El proyecto de YPF empezó a gestarse hace más de tres años. Pero hace apenas unos ocho meses llegó la primera alarma. En la legislatura de Río Negro, a puertas cerradas, con un breve debate y la mayoría de los votos, los representantes populares (de todos los signos políticos) modificaron la ley 3308.
El cambio consistió en quitarle un único artículo, el primero, el más importante que de forma explícita decía “ Prohíbese en el Golfo San Matías y en el mar territorial rionegrino las tareas de prospección, exploración y extracción petrolífera y gasífera, la instalación de oleoductos, gasoductos u otros ductos para el transporte de hidrocarburos y sus derivados y la construcción de terminales para la carga y descarga de buques que transporten esos productos.”
Esa ley se había gestado al calor de la lucha popular, en 1995 cuando existía un proyecto similar al que se presenta ahora por la entonces privatizada Repsol YPF.
A pesar de las manifestaciones por parte de las organizaciones ambientalistas y el rechazo de una parte importante de la población, con escraches en redes sociales mediante, la Legislatura avanzó en quitar una herramienta importante para el cuidado del ambiente.
Las organizaciones ambientalistas y sociales, nucleadas en la Multisectorial en Defensa del Golfo San Matías, presentaron recursos judiciales que fueron rechazados por el Procurador General, Jorge Crespo y los integrantes del Superior Tribunal de Justicia de Río Negro.
Además, administrativamente, impugnaron dos audiencias. La primera se iba a realizar en el mes de abril en la provincia de Neuquén solo para debatir el estudio de impacto ambiental del primer tramo del oleoducto (que conectará Vaca Muerta con la localidad de Allen) y esta fue suspendida.
Rechazaron también la segunda, la que finalmente se realizó en Sierra Grande por considerarla inconsulta. Fueron siempre por las vías legales y administrativas, conscientes de la desigualdad de fuerzas, pero convencidos del camino a seguir.
“La construcción de un oleoducto que atraviese toda la provincia y un puerto petrolero en pleno Golfo San Matías constituye un grave peligro para un ambiente sensible, atenta contra las principales fuentes de trabajo de las comunidades costeras y tiene como consecuencia más fracking en los territorios perforados”. No se cansan de repetir las organizaciones en los comunicados, pero también en cada acción que vienen realizando desde que el Golfo San Matías quedó desprotegido por ley.
Incluso la Organización No Gubernamental Greenpeace se pronunció sobre el tema. Acompañó los reclamos y visibilizó la problemática en diferentes puntos del país, pero especialmente en la ciudad de Buenos Aires, donde al fin y al cabo, todo se decide.
Desde sus casas, a 1200 kilómetros de distancia del territorio donde se dirime la discusión, varios personas famosas, actrices, periodistas, escritoras, instagramizan sus posturas y se manifiestan en contra de que “las petroleras operan en el mar argentino”. «Si contamina no es progreso», repiten, unas y otros.
En Sierra Grande, las palabras petróleo, progreso y ambiente tienen otra connotación.
Del socavón de la mina saldrá la revolución productiva
Orgullosas y con sonrisas, en medio de la angustia, Fabiana y María señalan el cartel rojo que les marca la identidad, Junta Vecinal Villa Hiparsa. Es apenas un cartelito pegado arriba de la planta baja, atrás hay un pasillo oscuro.
En ese pasillo y en tantos otros resuena una voz “Desde el socavón de la mina de Sierra Grande saldrá la revolución productiva” y los aplausos, y los vivas, y la algarabía. Los sonidos quedaron encerrados como un espectro que recorre los pasillos marcados por la pobreza.
En 1989, cuando Carlos Saúl Menem era candidato a presidente de la Nación, visitó Sierra Grande donde funcionaba la mina de hierro Hipasam que brindaba trabajo y perspectiva de futuro a la localidad. En el acto proselitista que reunió a muchos de esos trabajadores pronunció la mítica frase: «Desde el socavón de esta mina saldrá la revolución productiva»
Dos años después, con todo el poder de sus manos, por decreto, despidió a 1300 trabajadores.
Entonces el pueblo se derrumbó. La provincia de Río Negro, gobernada por el radical Horacio Massacceci intentó frenar el desastre transformando Hipasam en Hiparsa (Hierro Patagónico Rionegrino S.A), pero la hecatombe estaba decretada. Las familias que pudieron, migraron hacia diferentes puntos del país y el pueblo se vació. De la misma forma en que los funcionarios de Río Negro terminaron de vaciar la empresa vendiendo a precio vil las maquinarias y herramientas de la mina.
Villa Hiparsa – el barrio donde está el comedor comunitario y el gimnasio Vuta Mahuida- fue construido en la década del 70 cuando la mina aún era Hipasam. Luego cambió su nombre. Era el barrio de los trabajadores, sus viviendas, su comunidad. Más alejado se construyeron una serie de casas lujosas para que las habitaran únicamente los profesionales.
El complejo de monoblocks también se fue vaciando, las casas quedaron abandonadas y lógicamente llegaron otros ocupantes que fueron transformando la fisonomía del lugar construyendo de forma precaria nuevos espacios.
Desde entonces, Sierra Grande espera el milagro, la revolución productiva, esa que le prometieron en la década del 90 pero también la que le prometieron en la década del 2000 con la venta de la mina a capitales chinos; la construcción de una fábrica de camiones; un astillero. En el 2015 con la construcción de una Planta Nuclear; en el 2022 y el desarrollo y exportación de hidrógeno verde; la instalación de empresas pesqueras y el desarrollo de Playas Doradas, un centro turístico que hoy sigue siendo un destino emergente. Un sinfín de promesas.
La construcción del Oleoducto llega con el apoyo irrestricto del ejecutivo municipal, encabezado por Renzo Tamburrini, del Frente de Todos. Un defensor a ultranza de este proyecto.
“La gente de Sierra Grande no es estúpida y lo digo así abiertamente porque uno ve en los medios de comunicación y en las redes sociales los ambientalistas hacia los ciudadanos de acá, se piensan que no nos importa nada el medio ambiente, o que vamos a contaminar el mundo”, dice.
Luego arremete contra las organizaciones al manifestar que “detrás del cartel de la lucha ambientalista hay muchos intereses creados”. Cuenta que durante meses se reunieron con técnicos de YPF, que hubo un proceso de formación y transferencia de información hacia ciudadanos y funcionarios municipales.
“Hemos atravesado estos 30 años diferentes postulaciones de proyectos para realizar en la zona, generalmente en momentos de campaña, esto parece distinto”, concluye Tamburrini.
En el proyecto que la empresa presentó a la Secretaría de Ambiente y Cambio Climático de la provincia, se habla de la creación de unos 300 puestos de trabajo directo por mes a lo largo de los tres años que durará la construcción. Además prometen que de forma permanente se contratarán entre 800 y 1000 personas para el funcionamiento de la terminal de carga y el puerto petrolero. Lo que no aclaran, es cuántos de esos puestos requieren especializaciones y formaciones calificadas, y si contratarán personas sin experiencia.
Entre tantas promesas y la necesidad permanente, los sierragrandenses vuelven a ilusionarse con la idea de que el trabajo sea sostenido y abundante. Es el primer proyecto que llega a una instancia tan elevada: la audiencia pública, paso previo a la aprobación- por parte de la Secretaría de Ambiente y Cambio Climático- del Estudio de Impacto Ambiental.
De ahí en más, comenzarán las licitaciones y el proyecto podría convertirse en una realidad.
Mirar para adelante y caminar en círculos
Cuatro días antes de que se debatiera en Sierra Grande el proyecto Oleoducto Vaca Muerta Sur, fueron las elecciones Primarias Abiertas y Simultáneas para elegir formula presidencial y diputados nacionales (tres en el caso de Río Negro). En esta, como en todas las provincias patagónicas, se impuso cómodo el ultraderechista Javier Milei y su amenaza de destrucción del Estado.
En Sierra Grande votaron 4641 personas. De ellas, 1452 eligieron la fórmula presidencial de Sergio Masa- Agustín Rossi, marcando una diferencia de apenas 10 votos (1442) con la segunda fórmula más votada, la de Javier Milei-Victoria Villaruel. En tercer lugar, con 807 votos quedó la fórmula Patricia Bullrich-Luis Petri.
Las dos fuerzas que ocuparon el segundo y tercer lugar en las elecciones en la localidad llegan con la promesa de la privatización de las empresas estatales.
Fabiana, que se crió en Sierra Grande, que vio vaciarse el pueblo, presenciar el cierre de los comercios, pelearse a los 17 años con sus compañeras de escuela para ver quien conseguía una changa planchando ropa en la casa de algún docente, dice que “los argentinos estamos cansados de promesas, de los mismos políticos”, entiende de la desazón que provocan los proyectos mesiánicos que no llegan a ninguna parte.
Pensar en el regreso de las políticas neoliberales que se implementaron en los gobiernos de Carlos Menem, que vivo o muerto siempre parece ser parte de la historia de Sierra Grande; en la desocupación de miles de vecinos y vecinas, en la privatización o cierre de empresas estatales, debería ser una mirada hacia el pasado, pero por momentos parece ser la mirada del futuro.
En octubre las urnas decidirán si la pelea, Oleoducto sí u Oleoducto no, queda zanjada sin que sean los vecinos los que terminen golpeándose con argumentos y trompadas en la puerta de un gimnasio, en un barrio diezmado por la pobreza, en las costas de un mar azul.