*Esta nota fue publicada originalmente en Revista La Pulseada, el 23 de octubre del 2017.
Desde hace aproximadamente un año y medio, o dos atrás, Lari se empezó a apagar. Para los que no tuvieron la fortuna de conocerla, les cuento que era una nena inmensa. Tan pequeña en sus ambiciones, en sus pretensiones y exigencias hacia los demás, tan niña en su espíritu lúdico y creativo, tan observadora y permeable, tan sensible y alegre que su espíritu siempre fue y será inmenso.
Lara nació un lunes 25 de febrero a las 11.20 de la noche y se fue de este mundo un lunes 7 de agosto a las 11.20 de la mañana, después de cuatro días en terapia intensiva con respirador artificial. Lari se autoinmoló un jueves en la hora de geografía, adelante de todos sus compañeros, exceptuando sólo dos compañeras (que eran nuevas en el curso como ella) a quienes persuadió con una mentira para que fueran más tarde a clases y no estuvieran presentes mientras ella ejecutaba su obra definitiva. Dejó una pequeña nota con sus cosas del colegio en la que insulta a sus compañeros; y una nota más extensa y explicativa, en el cajón del escritorio de su habitación. La que dejó en casa tiene un tono frío y técnico, bastante alejado de sus modos de expresión. En ella se lee claramente su denuncia a la sociedad en general, su decepción hacia el mundo, su angustia existencial y radicalizada en la mirada de una nena de quince con bastante madurez; también lo sola que se sentía, sin amigos de su edad.
El recorrido escolar de Lara, lo que los que estudiamos pedagogía en la universidad denominaríamos como su “trayectoria escolar”, se desarrolló dentro de los parámetros normales de cualquier estudiante. Las poquísimas veces que me han llamado del colegio para hablar acerca de ella, han sido para comentarme que era un poco charlatana en clase, muy graciosa y divertida, con lo que distraía al resto. Se caracterizaba por tener muy buena relación con sus pares, incluso era muy solidaria y solía acercarse a los chicos más desplazados y solitarios, atrayéndolos hacia los más desenvueltos y desinhibidos. Siempre me decían que Lara era muy conciliadora. Durante su paso por el jardín y la primaria, vivíamos a una cuadra del colegio (ICI) así que era habitual que vinieran compañeros a casa después de la escuela, incluidos varones con los que ella siempre entabló relaciones de amistad.
Al finalizar sexto grado, en el año 2014, tuve la intención de cambiar a Lara de colegio, porque creía conveniente que se relacione con chicos con otras realidades socioeconómicas y porque inclusive nosotros no nos identificábamos del todo con el perfil institucional de la Escuela Italiana, con respecto a lo pretendido especialmente en la Secundaria. No tuvimos fortuna cuando la inscribimos al Bachillerato de Bellas Artes, ni al Normal Nº 1, ni al Colegio Nacional para el ingreso a primer año. Así que, para alegría de Lara, decidimos que continuara en la Escuela Italiana. En primer año, algunos compañeros se fueron del cole y a los que quedaron los mezclaron entre tres divisiones. A ella le tocó con su amiga más querida, así que seguía contenta.
Al comienzo del año 2015, desde la institución nos reunieron a todos los padres del curso para contarnos acerca de la Licencia Media, una serie de exámenes extra-curriculares y una Tesina (trabajo de investigación de temática libre que los chicos debían relacionar con cinco materias y desarrollar en italiano para ser expuesto oralmente). Nos contaron que este conjunto evaluativo era una instancia muy difícil para los alumnos ya que tenía carácter eliminatorio dentro de la institución, independientemente de si aprobaran el ciclo lectivo. Nos informaron también que serían exámenes muy exigentes, de tres horas mínimo de duración obligatoria, durante las cuales los chicos no podrían ni levantarse para ir al baño y nos advirtieron que debíamos preparar psicológicamente a los chicos porque muchos sufrían descompensaciones por la instancia de presión y exposición que eso significaba.
Comenzamos a transitar el año sin demasiados sobresaltos. Lara era una alumna promedio, sólo se había quedado en matemáticas finalizado el sexto grado y la había aprobado en la mesa de diciembre sin demasiados problemas. Entonces, en paralelo a las materias curriculares, Lara había comenzado su trabajo de investigación para la elaboración de su Tesina. Eligió para ello basarse en el libro «El Principito» de Antoine de Saint-Exupéry y comenzó a desarrollarlo. A mediados de año, nos citaron para una reunión personal en el colegio, en la cual la directora nos informó que debido a que Lara había bajado su rendimiento académico, la institución había decidido que no rindiera la Licencia Media, considerando (en una especie de futurología) que sería un fracaso asegurado (con estas palabras literales) y de esta manera proteger a la alumna. Con lo cual debíamos comenzar a buscar colegio para el próximo año. Es aquí donde yo siento una bisagra en la vida de Lara, en su estado emocional principalmente que comenzó a ser más desequilibrado y sensible. El día mismo en que le contamos la decisión que su colegio había tomado con respecto a su Tesina y la posibilidad de continuar en la escuela, vi a Lari por primera vez, con una especie de “ataque de pánico”, ya que se echó al piso agarrándose la panza y lloraba sin parar. La llevé a la plaza y caminando le expliqué que nosotros estábamos en total desacuerdo con la medida que su colegio estaba tomando y que considerábamos entonces que justamente no era un buen lugar para ella.
Fue difícil esa segunda parte del año. Inclusive desde la institución no sólo no hubo ningún tipo de contención al respecto, sino que además en las últimas semanas de clase hubo una marcada desconsideración hacia los alumnos, que como Lara, ya no seguirían siendo estudiantes de la escuela. Tuve que acercarme personalmente para pedirle a la profesora de Italiano que le recibiera el trabajo de Tesina, que llamativamente nadie recibía y que merecía una devolución, independientemente de ser o no calificado y expuesto. Lara terminó el año con algunas materias pendientes para las mesas de diciembre y marzo, entre las cuales nos llamó la atención Historia Italiana, ya que ella tenía preferencias por el idioma y nunca había presentado dificultad.
En marzo de 2016, Lara comenzó su tercer año en Albores (un colegio nuevo, en Gonnet). Antes de terminar la primera semana de clases, me llamaron del Colegio Nacional para comunicarme que se había creado una vacante en la institución (ella había quedado décima en lista de espera). Como mi situación era algo inestable económicamente, inestabilidad característica del trabajo free-lance que realizo como fotógrafa; consideré que la mejor opción sería que Lara ingresara a la educación pública. Me acerqué de inmediato al Colegio Nacional para hacer todo lo estrictamente administrativo. Lara entonces ingresó el segundo día de clases, ya que la universidad comienza las clases una semana después que los colegios de la provincia y los colegios privados.
Desde que empezó a cursar su tercer año, en el turno tarde, empezó a expresar un total rechazo hacia el colegio. Lo primero que dijo fue “esto es una selva, extraño la inocencia de Albores”. Después me dijo que había muchísimo bullying y poquísimo respeto entre compañeros y docentes. Lari empezó a mostrarse cada vez más apagada, se le iba yendo la chispa, su notorio sentido del humor y su continua alegría. No quería ir al colegio, se mostraba más callada y triste. Se empezó a refugiar en la computadora y en las historietas.
A mitad del año pasado, me acerqué preocupada al Colegio Nacional y pedí conversar con el preceptor,de forma voluntaria sin que nadie me citara previamente. Él me dijo que a Lara le había tocado la peor división, sus palabras textuales fueron: «Hay unas figuritas terribles». Me comentó que ella se relacionaba sólo con una compañera, quien había ingresado también en tercer año, proveniente del Normal 1. Entonces pedí una entrevista con la psicopedagoga del colegio. Una semana después acudí a la entrevista y conversé con ella, quien me volvió a repetir lo mismo que el preceptor: “Le tocó la peor división, con unas figuritas terribles”. Yo le conté que estaba muy preocupada porque veía que Lari ya no era la misma de siempre, la veía muy apagada, sin ánimo. Era tal mi preocupación que me eché a llorar en la entrevista. Ella me explicó que, sumado a la edad complicada y a los cambios que Lari estaba atravesando, era normal que ella se sintiera extraña con ella misma. Me advirtió que había que ayudarla para que se sintiera mejor pero que seguramente era parte de la adaptación a un colegio tan grande y que el año próximo ya estaría totalmente adaptada. Me ofreció como opción hablar con los directivos para cambiar a Lara de división; pero cuando lo conversé con ella, Lari no quiso que la cambiaran. A fin de año se quedó en cuatro materias, que rindió entre diciembre y marzo, y pasó el año sin adeudar ninguna.
Durante este año, 2017, volvió a cursar en el turno de mañana, como había hecho desde jardín en la Escuela Italiana de doble jornada, y eso la influenció de manera muy positiva. También me comentó que entraron unos chicos nuevos a la división, que eran repetidores y ella se había acercado a una de las chicas; motivo por el cual yo estaba contenta por verla con mayor entusiasmo e interés. Sin embargo, seguía viéndola bastante apagada y desganada con respecto a lo social dentro de la institución. No iba a fiestas, ni reuniones del curso en general. Sólo se reunía con compañeros para realizar algún trabajo y había ido en un par de oportunidades a lo de su compañera, la única con la cual yo veía un interés genuino en relacionarse. Me había comentado que con ella iban a jugar ajedrez a la biblioteca durante los recreos y que tenían intereses comunes con respecto a la música.
Desde el colegio no recibí ningún tipo de apoyo concreto, ni comunicación para ayudar a Lara en su adaptación, e incluso después de lo sucedido, no he recibido ningún acercamiento de tipo afectivo ni profesional de los miembros de tan prestigiosa comunidad educativa. Llegó a mis manos un boletín de reflexión, redactado por el colegio, que fue distribuido de manera interna entre el alumnado, donde llamativamente se trata el tema de Lara como una excepcionalidad que de alguna manera pretende quitar responsabilidades al respecto y dice que la alumna de 4to. 7ma. había ingresado al colegio a mediados de 2016; lo que demuestra una total falta de respeto y un desconocimiento completo del tránsito que Lara tuvo dentro de la institución. Muy triste.
Son infinitos los interrogantes que se me abren con respecto a la decisión de Lara, principalmente porque siempre fui una madre muy presente, porque incansablemente me preocupé por su bienestar, porque siempre acudí a las instituciones para pedir ayuda, porque en todo su recorrido escolar y social nunca había experimentado semejante preocupación como la que empecé a transitar desde que Lara fue separada de la Escuela Italiana (su lugar de pertenencia desde los 4 años) y empezó este último recorrido en el Colegio Nacional, porque nunca había visto a Lara tan desganada y triste como en este último año y medio con respecto a sus vínculos e intereses, porque hablé con muchas personas esto que le estaba sucediendo a Lara y ni yo, ni su papá, ni nadie de mi entorno estuvo a la altura de las circunstancias. En esto de aprender a ser madre le di la libertad para que se manejara en privacidad con los aparatos tecnológicos y los accesos a un mundo que ahora veo tan ajeno, extraño y peligroso y que no sabía que estuviera tan a la mano.
¿Por qué Lara decidió quitarse la vida frente al grupo de pares que desde hace un año y medio eran la parte principal de su vida (por lo que significa el colegio para cualquier pibe de quince años) cuidando sólo a dos compañeras? ¿Por qué Lara escribió en su nota que mataría algunos compañeros siendo esto algo tan alejado de su esencia? ¿Por qué me agradece a mí mi preocupación y me dice que me quiere, pero se despide de un mundo del cual reniega y al cual denuncia con un tono radical y apático en el que no siente ya cabida?
¿Por qué escribe que los únicos que la extrañaremos seremos sus padres, cuando ha cosechado innumerables vínculos afectivos en la Escuela Italiana, en las piletas donde practicó natación y en los barrios en los que vivió? ¿Por qué me dejó la llavecita de una caja con sus tesoros y deseos escritos a principios de 2016? Allí encontré el escudo de la Escuela Italiana, fotos de sus amigas más queridas de esa escuela, una foto conmigo abrazadas, una de su padre de chico y muchos mensajes escritos en el verano de 2016, donde expresa sus deseos con respecto a su nuevo colegio (Albores, aún no sabía del ingreso al Nacional), sus deseos de no perder a sus viejos amigos de siempre, de ser valorada por lo que es (“una chica humilde”), sus deseos con respecto a la música, a la amistad, a conocer a un chico, a su buen rendimiento académico, pide por favor no repetir de año para poder estar tranquila con su familia y amigos. Una caja de deseos y anhelos escritos entre febrero y marzo de 2016, donde se lee el deseo de vivir, muy alejado de la decisión que Lara tomó en agosto de 2017.
Muchas, infinitas preguntas que espero todos nos empecemos a hacer, porque Lara tomó una decisión con un mensaje contundente para todos y seguramente nos esté hablando acerca de lo que muchos pibes sienten hoy al encontrarse realmente solos y vulnerables.
Y me deja la tranquilidad de su amor incondicional, su compañía a mi lado en los quince años más felices de mi vida, sacude mi mundo de afectos de manera tan contundente y explícita que no hace más que darme las fuerzas que necesito y que junto al amor de mis seres queridos (que la amaron también a ella) me permiten seguir adelante y encontrar otro sentido a mi vida, donde indiscutidamente seguirá estando Lara como faro y motor. Una nueva forma del amor entre ambas, que me impulse a plantear cuál es el mundo en el cual queremos vivir nosotros y nuestros hijos.
*Esta nota fue publicada originalmente en Revista La Pulseada, el 23 de octubre del 2017.