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Crónicas de la Justicia

"Muy importante"

«Que jamás vuelva a ocurrir un hecho así»

«Lara entró al Nacional con un álbum de figuritas de Mi pequeño Pony en la mochila, y al año y medio, terminó con su vida en un aula del establecimiento con una remera de Mayhem», la banda noruega de Black Metal. El mensaje completo de Julissa Erretegui en el acto para descubrir una placa con el nombre de su hija, en la puerta del aula donde – con 15 años- decidió morir. Pasaron 7 años del suicidio en plena clase de Geografía, pero las autoridades del colegio de la UNLP insisten en su silencio.

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Publicada 6/12/2024

Familiares y amigas/os de Lara Tolosa, la adolescente de 15 años que se suicidó con un disparo en la cabeza frente a sus compañeros, encabezaron un acto para descubrir una placa con su nombre en el aula donde, en 2017, ocurrió uno de los hechos más trágicos de la historia escolar argentina.

Hablaron ex compañeras de Lara y también habló su mamá, Julissa Erretegui.

La directora del tradicional Colegio Nacional Rafael Hernández de la Universidad Nacional de La Plata, Dominique Suffern Quirno, escuchó desde un costado. Coherente con un silencio que las autoridades de la institución sostienen desde hace 7 años, decidió no hablar. Ante el reclamo de algunos asistentes, se acercó al micrófono con las manos en los bolsillos y se justificó: Dijo que el hecho fue traumático, que ella sabe cómo trabajan y que solo estaban ahí para acompañar a la familia.

El texto completo de Julissa

«Primero que nada, quisiera citar a Lara, estos mensajes que voy a leer, los encontré al volver
a casa ese 7 de agosto de 2017, cuando volví ya sin ella. En la mesa del televisor, encontré
una llave pequeña, de esas de diarios íntimos o alcancías infantiles. Me llamó la atención,
porque no la había visto antes ahí. Entonces busqué una lata de Lara, que sabía tenía un
candado de ese tipo, totalmente franqueable y la abrí. Adentro encontré una serie de tesoros
bien seleccionados: una foto de las dos (ella y yo) abrazadas de 2014 o 15, una foto de su
papá de chico, una foto de ella con su mejor amiga abrazadas, el escudo de la escuela
Italiana, una carta de una compañera que se había ido a vivir a Canadá, una piedra de cuarzo,
un adaptador de cable plug, una foto con una amiga en su viaje de egresado de 6to grado, y
varios papelitos recortados con distintos mensajes, que pude identificar, habían sido escritos
entre noviembre y diciembre de 2015 (cuando ya sabía que tenía que irse de la Italiana), una
especie de afirmaciones o deseos en vistas a un futuro cercano. Voy a leer algunos

Ese año, el 2016, fue muy difícil para mí. Lara había ingresado a este, el Colegio Nacional,
después de haber sido expulsada de la Escuela Italiana y no quería venir acá. Fue una
semana al Colegio Albores y enseguida me avisaron de su ingreso al Nacional, ya que estaba
décima en lista de espera. Empezó el año con un álbum de figuritas de Mi pequeño Pony en
la mochila, y al año y medio, terminó con su vida en un aula de este establecimiento con una
remera de Mayhem. Yo empecé a ver en ella una transformación significativa que nunca antes
había visto. Y me sentí con mucha impotencia por no poder ayudarla. Pedí ayuda a mediados
de 2016, directamente en el Colegio. Primero hablé con su preceptor y después con el
gabinete psicopedagógico. Pero nadie me ayudó. Cuando en 2017 Lara se quitó la vida, en
la primera semana posterior al receso invernal, y dejó escrita su rabia y su dolor, yo sentí que
una granada me había estallado entre las manos. Yo sentí que Lara nos pidió ayuda a todos,
especialmente a todos los adultos que estuvimos a su lado y no supimos verlo.
Hoy a 7 años de su muerte, las preguntas siguen sin responder. Sin embargo, en esta difícil
tarea de aprender a vivir sin su presencia física, Lara sigue estando presente y enseñándome
muchas cosas.

Entendemos que la violencia no sólo es ejercida a nivel físico, también adopta otras formas
como son la violencia psicológica, que causa daño emocional, disminuye la autoestima
perjudicando el pleno desarrollo personal, mediante el acoso, el descrédito, la deshonra, la
manipulación, entre otras prácticas. Se une a la violencia simbólica, aquella que reproduce

dominación, desigualdad y discriminación por medio de mensajes, patrones estereotipados,
valores o signos; y la violencia de género. Dichas formas de violencia muchas veces son
llevadas a cabo en contextos institucionales por o bajo la mirada de determinados
funcionarios. La Ley de Educación Nacional Nro. 26.061, es muy clara en esto y promulga
que es obligación de los docentes brindar una formación ciudadana comprometida con los
valores éticos y democráticos de participación, libertad, solidaridad, resolución pacífica de
conflictos, respeto a los derechos humanos, responsabilidad, honestidad, valoración y
preservación del patrimonio natural y cultural y garantizar, en el ámbito educativo, el respeto
a los derechos de los/as niños/as y adolescentes. Así como respetar la libertad de conciencia,
la dignidad, integridad e intimidad de todos los miembros de la comunidad educativa, ya que
la escuela tiene un rol fundamental en la educación en y para los derechos humanos (EDH).
Como Dora Barrancos explica en «Los derechos humanos frente a la violencia institucional»,
cuadernillo publicado por el Ministerio de Educación en el trabajo pedagógico (2015), no basta
con denunciar los hechos por los que fueron violentados o vulnerados una vez que ocurrieron.
Sino que el objetivo consiste en colaborar y trabajar en la construcción de subjetividades que
adquieran las herramientas para poder sentirse seguros de sus propios derechos y los
puedan ejercer antes de que la transgresión de los mismos ocurra, y así construir una
sociedad más justa, inclusiva y solidaria.


Volviendo a Lara, no podemos ignorar su intención de transmitir en vivo lo que hizo, de hacer
público su suicidio, de elegir su aula para semejante fatalidad y es por eso que gracias a una
persona que se acercó a mí con total empatía y humanidad es que hoy los convocamos a
participar de este acto.

Agradezco con todo mi corazón a Gisele Fernández por semejante
acto de empatía y amor, esto es gracias a su iniciativa y gestión. Gracias al Colegio también,
por haber aceptado la propuesta de colocar esta placa en su memoria y de
incorporar su historia a los contenidos curriculares para que esto nunca más suceda.

A partir de hoy, Lara empieza a vivir de otra manera, como por ejemplo en la memoria de
otras subjetividades. El genuino deseo pasa porque su partida deje un mensaje: que jamás
vuelva a ocurrir un hecho así.


Hay que seguir, porque queda mucho por vivir.
Gracias, en nombre de ella, de su familia y demás seres queridos.»