Pareciera ser que la urbanización es el horizonte indicativo de dónde y hasta dónde, de cuándo y hasta cuándo, de cómo, de cuánto, de quién, de que manera sería digno vivir. Mas sin embargo, aunque muchas aves se espantan y no regresan, los teros insisten en construir sus nidos en el mismo, mismísimo lugar, año tras años, aunque por encima les pase un camino, un corral, un refugio, un incendio… los teros insisten.
Algunas especies insisten en vivir dónde el alma les indica y no dónde la urbanización asigna.
Algunas personas viven en el bosque. Hacen sus casas entre medio de árboles, arbustos, coníferas, matorrales, arroyos, senderos, piedras, animales. Hacen sus casas y asumen el compromiso, el rol, del guardián.
Cuidan.
El bosque te cuida. Vos cuidas el bosque. El bosque te cuida. Ellos no cuidan el bosque. El bosque, igual, los cuida.
No hay una cofradía o una iniciación o un archivo o un sitio web donde la gente que a-guardiana los bosques aprenda a hacerlo, no hay una señal indicada ni un sueldo asignado ni una serie de requisitos inamovibles para ir a la urgencia de un árbol prendiéndose fuego, de un caballo prendiendose fuego, de una plaza prendiéndose fuego, de un hogar prendiéndose fuego …
Aquí, el bosque llora, la gente acude. Aquí, el usurero ve prosperidad donde nosotros vemos lo inmarcesible. Aquí el oportunista dice inversiones y nosotros respondemos ancestralidad. Aquí el turista se inventa postales mientras nosotros tejemos la intimidad de la vida.
Aquí, el bosque nos elige.
Se cumplen dos meses desde los inicios del incendio en la Patagonia argentina, que arrasó más de 37.000 hectáreas de bosque nativo y dejó cientos de viviendas destruidas. El gobierno nacional declaró a la RAM (Resistencia Ancestral Mapuche) como organización terrorista y la señaló como responsable, sin presentar pruebas. El discurso oficial se centró en la figura del “mapuche incendiario”, mientras las comunidades originarias denunciaron persecución y estigmatización.
En paralelo, la justicia abrió causas en Chubut y Río Negro para encontrar a los responsables. Hubo al menos nueve detenciones: brigadistas, pobladores y miembros de comunidades. La mayoría fue liberada –Nicolás Heredia, brigadista voluntario, pasó 23 días preso sin ninguna prueba- pero Victoria Núñez Fernández, del Lof Pillán Mahuiza, quien fue arrestada tras un allanamiento en Esquel el 11 de febrero pasado, permanece con arresto domiciliario. En El Bolsón, una patota a caballo agredió a manifestantes que pedían la liberación de los detenidos: ni la policía ni la Justicia intervinieron.
Los gobiernos provinciales respaldaron los operativos y anunciaron reformas para endurecer penas por incendios. Con la extinción de las llamas, la agenda mediática se desplazó a asuntos “más importantes”, mientras los verdaderos autores del incendio parecen cada vez más lejos de pagar por lo que hicieron. Las comunidades insisten en que se investigue a los principales ausentes en las hipótesis de la justicia: los empresarios y particulares que prenden fuego los territorios para avanzar con sus negocios sobre las tierras que arden.