Publicada 28/12/2020
“No se trata de borrar las marcas, sino de pasarlas de otra forma”, dice Javier Bustos en una parte del documental. Sus palabras condensan el espíritu de la película de Ana Fraile y Lucas Scavino, que rescata la experiencia de la familia Bustos durante la guerra de Malvinas.
Cuando su hijo mayor, Fabián, fue enviado a combatir a las Islas, Dalmiro Bustos y Elena Noseda buscaron a otros padres y madres de la ciudad de La Plata. Un aviso en el diario El Día y una reunión en el Club Estudiantes dieron lugar a la creación de un espacio de comunicación y contención.
“O uno se enloquece en su casa y te lo pasas llorando, o te dedicás a conectarte con alguno que entienda lo que te pasa. Y, bueno, esa fue la salida fenomenal que encontramos nosotros”, cuenta Noseda en el documental. “Ver al otro que estaba sintiendo lo mismo y no había que explicarle nada. No tenías que decir: ‘A mí me duele porque…’.¡No! Me angustia, me duele, me da bronca…Nuestros sentimientos circulaban y aparecía un grupo que hacía cosas”, recuerda Bustos (padre).
Mientras Noseda coordinaba el grupo de mujeres que había logrado hacerse sitio en el correo para agilizar la llegada de la correspondencia dirigida al grupo de padres y madres, Bustos (padre), psiquiatra y psicodramatista, conducía el programa “Buenas Noches Malvinas: carta abierta a un soldado”, en Radio Provincia, que trasmitía hacia las Islas. En cada emisión enviaban mensajes de madres, padres, novias, abuelas, vecinos y desconocidos que deseaban saludar, acompañar o solidarizarse con los colimbas.
“Nos hizo muy bien hacerlo”, afirma Bustos y confiesa: “Yo tenía la ilusión que nos estaban escuchando, todos. No era así. Pero es muy linda la ilusión. Te abre posibilidades de esperanza, de salir adelante”.
A casi cuarenta años de los hechos se estrena Buenas Noches Malvinas, una película producida por Pulpofilms SRL e Hiperkinesis Films, que rescata la historia de Fabián, sus padres y sus dos hermanos menores, Javier y María Elena. Las coincidencias de días, actividades y sentimientos hilvanan las entrevistas en primera persona, una sesión de teatro espontáneo y un viaje a las Islas, donde los relatos del ex combatiente cobran cuerpo a con la voz de Rafael Spregelburd y la fotografía de Fernando Lorenzale.
A través de las distintas líneas narrativas, el documental aborda el dolor e invita a reflexionar sobre las distintas formas de hacer frente a lo traumático y transitar las heridas que persisten en el tiempo. La película se estrenará este jueves en Cine.Ar TV y podrá verse gratis en Cine.Ar Play del 1 al 7 de enero.
A horas del estreno, Perycia habló con los realizadores.
¿Cuál fue el impulso inicial para hacer el documental?
AF: Tiene que ver con haber conocido a Dalmiro durante el trabajo para licitar una serie en Canal Encuentro.
LS: Le contamos lo que queríamos hacer y él nos empezó a contar su historia personal. Nos cautivó esa respuesta suya frente a la guerra y la angustia. Luego de esa entrevista, que habrá durado unos 50 minutos, le propusimos volver a encontrarnos y seguir hablando. Él nos había dado su libro “El otro frente de la guerra”, que había escrito durante el conflicto de Malvinas, para que comencemos a conocerlo desde su propia producción. Allí figura todo lo que fueron haciendo y también un hecho muy interesante que dio nombre a la película desde el comienzo, que era la elaboración de un programa de radio que transmitían a través de Radio Provincia, triangulando con una antena en la Patagonia, para que llegara a las Islas y llevara mensajes de madres y padres de la ciudad de La Plata a los chicos que estaban combatiendo. Eso nos pareció una experiencia de comunicación fascinante.
¿Cómo se fue modificando la idea original a medida que conocieron a los integrantes de la familia Bustos?
AF: No sé si se fue modificando. Había como un concepto original de hacer algo relacionado a la familia Bustos, de utilizar el psicodrama como herramienta, de hablar de las Islas teniendo en consideración los libros de Dalmiro y de Fabián. Eso estuvo siempre y está en la película.
LS: Dalmiro nos empezó a hablar de su hijo Fabián y nosotros mismos empezamos a preguntar por él. Dentro de sus secuelas de la guerra, Fabián tuvo cambios emocionales bastante fuertes y una estructura que a veces lo lleva estar en situaciones de internación para poder estabilizarse. En ese período Fabián estaba internado, por lo que no podíamos tener acceso a él y era por medio de Dalmiro que empezábamos a preguntar por la posibilidad de conocerlo en algún momento que saliera de la internación.
¿Qué desafíos implicó usar el psicodrama?
AF: Nos permitió mostrar cómo los traumas se pueden representar y trabajar, cómo las cosas que uno tienen guardadas en la memoria por 40 años salen y salen en forma de acciones, de escenas. No necesariamente de descripciones y de conceptos. Queríamos mostrar eso, porque para el audiovisual es muy importante. Nosotros nos manejamos con acciones y el teatro espontáneo nos dio la posibilidad de mostrar esas acciones.
¿De qué modo trabajaron el viaje a Malvinas y su articulación con los relatos de Fabián? ¿Qué fueron a buscar y con qué se encontraron?
LS: Después de leer el libro de Fabián, «Crónica de un soldado», empezó a habitar en nuestra cabeza la fantasía de ir a las Islas para ver ese lugar tal cual lo describía. Con Anita pensamos en viajar nosotros y registrar toda esa geografía, flora y fauna, tratando de construir imágenes que puedan dialogar con esos textos y que propongan una forma de escucharlos. Entonces, hacíamos en paralelo una primera y muy tentativa selección de fragmentos del libro. Pero sí sabíamos que ese texto iba a estar presente en las imágenes y que las imágenes de las Islas se nos hacían imprescindibles para que se texto tuviera sentido y cobrara forma cinematográfica después. No estaba en nuestra mente todavía el que viajásemos con alguien de la familia.
AF: Que Javier haya viajado es fruto de todo el proceso de la película. Lo conocimos, empezamos a preparar el teatro espontáneo y después surgió la idea de que él también venga. Eso fue muy sobre el final y una sorpresa. Fue una modificación que celebro mucho haber podido hacer. Terminó siendo un viaje donde fuimos a buscar imágenes para un relato y a acompañar a un hermano que buscaba respuestas.
A lo largo del todo proceso, ¿su mirada en torno a la Guerra de Malvinas se modificó?
AF: Para mí la guerra de Malvinas sigue siendo un conflicto bélico en el marco de una dictadura genocida, que tiene un montón de consecuencias de todo tipo. Existe una disputa de narrativas en torno al significado de Malvinas y esta película quizás me ayudó a decantar algunas ideas y posicionarme en un espacio donde tuve la oportunidad de dar un punto de vista acerca del significado de la guerra, del significado de los conflictos bélicos para la vida de las personas a un nivel bastante universal. Siempre vi este documental, no sólo como una expresión de lo que le pasa a la familia después de la guerra, sino bastante universal en el sentido de que esto puede pasar después de cualquier guerra.
LS: La experiencia de Dalmiro, Elena, la familia y lo que sucedió en la ciudad de La Plata me hizo darme cuenta del poder de la acción, de no quedarse quieto ni preso del temor o la angustia. El accionar te salva, te permite encontrar nuevas formas de ponerle el cuerpo y poner eso en palabras. En ese sentido, la experiencia de la familia Bustos durante la guerra ha sido una gran enseñanza de qué hacer en una situación tan atroz y aberrante como una guerra. Uno después lo puede extrapolar a otras situaciones y aprender a transitar situaciones de conflicto, quizás en esa manera de generar comunicación y contención para con el otro y para con uno mismo.
El documental pone de relieve la cuestión de la temporalidad y las consecuencias subjetivas para las víctimas de hechos traumáticos y sus familiares, visibilizando secuelas de la guerra que no han sido exploradas a fondo. En ese sentido, ¿consideran que abre una dimensión reparatoria para víctimas, familiares y la memoria colectiva?
AF: Me parece que es reparador simbólicamente para la sociedad en su conjunto, para las víctimas, para los familiares, pero también para quienes no son ni víctimas ni familiares, porque el trauma que deja una guerra como la de Malvinas es de todas y todos. La cuestión de reparación que tiene el audiovisual me parece muy importante. La estudié para el caso de las desapariciones forzadas y del documental que estrenamos el año pasado sobre el caso de Luciano Arruga, pero que aplica perfectamente acá. Nombrar el hecho, poder contar lo que le sucede a la víctima y dar cuenta de una situación es muy importante, porque repara simbólicamente para quien lo está haciendo, para quien lo está protagonizando y también para quien lo recibe, para la audiencia.
LS: En todo caso abre una forma de hablar o de transitar. Es como una invitación a hacer. A casi 40 años de la guerra, hay cosas dichas, películas hechas y mucho escrito, pero no está en la cantidad lo interesante, sino en la forma de aproximarse al conflicto, transitar esa situación dolorosa o cuestionar los discursos establecidos sobre qué es Malvinas para toda una generación y para nosotros como sociedad. Malvinas es el último escalón de una serie de violaciones a los derechos humanos durante la dictadura militar. Me parece un buen ejercicio irse corriendo de los lugares comunes de discurso. En ese sentido, la película transita una zona no muy explorada en las otras producciones audiovisuales o escritas sobre el tema.
AF: Cuando los documentales tratan sobre temas relacionados a los derechos humanos y la vulneración de derechos son reparatorio simbólicamente. A veces incluso más que simbólicamente. Y es importantísimo poder luchar porque estos espacios no se cierren. Al contrario, que se expandan, que los financiamientos sean sencillos y accesibles, que haya la mayor cantidad de voces posibles involucradas en la producción, distribución, exhibición de documentales y que lleguen a las audiencias. Si bien yo me siento satisfecha con el proceso que hicimos y creo que lo hicimos lo de la manera más rápida posible y eficiente, no contamos nunca con el apoyo institucional de la entidad para que ayude a que estos documentales sean producidos y llevados a las pantallas. Al contrario, contamos con una sucesión de obstáculos que hacen que sea muy difícil hacer estos documentales. Si bien Buenas noches Malvinas está pensado para la sala de cine, la posibilidad de tenerlo en una plataforma como Cine.Ar y democratizar la exhibición abre la puerta para que más gente pueda verlo. El acceso a la cultura como derecho humano me parece fundamental, porque es desde allí que expresamos ideas y podemos aportar para la discusión política necesaria en la sociedad en la que vivimos.
LS: En realidad, estamos hablando del presente y de la mirada que tenemos sobre el pasado. Lo que elegimos recordar o elegimos olvidar del pasado habla mucho de lo que somos como sociedad y condiciona lo que vamos a ser a futuro. La responsabilidad es grande y uno tiene que ser consciente de que opera de esa forma a nivel social, político y estético.