El cacerolazo fue espontáneo y masivo, como no se veía en el país desde el 2001. Y quizás, como un eco lejano de aquellos fatídicos 19 y 20 diciembre, se saltó bajo el cántico del «que se vayan todos, que no quede ni uno solo».
No fue el único grito: también sonó, estridente, «la unidad es de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode, se jode».
Y el clamor, también denominado «ruidazo» por los protagonistas, no sólo se mostró como una movilización popular contra «el ajuste» a los jubilados, sino que fue la confirmación de una certeza: el ruido de las cacerolas, en el estrépito de una noche desvelada, fue la continuidad por otros medios de la multitudinaria protesta que había ocurrido horas antes en la Plaza de los Dos Congresos, en Capital Federal.
Foto: Nico Freda
Foto: Nico Freda
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Foto: Matias Adhemar
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