Santiago Caputo dibuja los planos. Tres capataces lo bajan al terreno. Cientos, miles de albañiles construyen la casa, con una mezcla que tiene Fakes News, ataques coordinados y disciplinamiento interno. Cómo se financian, se organizan y operan los guionistas de la narrativa oficial y sus escribas más fanatizados, responsables de presentar a un país injusto y autoritario como el Edén de la libertad.
Con financiamiento privado y estatal y lazos nítidos con el aparato de inteligencia, el activismo oficialista, educado en las usinas de Cerimedo, despliega su batalla comunicacional a fuerza de Fakes. Lo sigue una red de usuarios orgánicos que viralizan las mentiras y hasta llegan a guionar los argumentos de la narrativa gubernamental, tal como prueba esta investigación tras analizar centenares de cuentas. Los roles y jerarquías dentro de un dispositivo piramidal. La identidad de otros tuiteros a sueldo.
A pesar de participar de reuniones con funcionarios y autorizar audiencias en la Rosada con empresarios o jefes de la SIDE, Macarena Alifraco se desliza todavía bajo radar, entre los pliegues opacos del anonimato. Hizo de las noticias falsas una de sus armas preferidas para la batalla cultural. La justicia federal la investiga por promover una en plena pandemia, pero la causa está paralizada porque “no encuentran su domicilio”, a punto de prescribir.
Las mentiras de trolls, influencers libertarios estatizados y cuentas oficiales en defensa de Israel. ¿Quién genera la desinformación y quién ordena viralizar? Una roñosa batalla cultural que incluye noticias falsas, fotos trucadas y videos editados. La construcción de un enemigo local al que vinculan con el terrorismo para atacarlo, amenazarlo y criminalizarlo. Un engaño al que se suman periodistas afines al Gobierno y entidades de la comunidad judía.
La definición de antisemitismo adoptada este año por la Justicia argentina se transformó en una herramienta para criminalizar manifestaciones en apoyo a Palestina, críticas al gobierno de Israel y hasta canciones de murgas. Un sector de la colectividad judía puso el foco en las redes sociales y las consecuencias están a la vista.