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Violencia institucional

«Volvería a meterme si veo a un policía reprimiendo»

Verónica Piana iba en moto cuando vio cómo un grupo de policías golpeaba a un joven de 18 años que dormía en la calle. A la par, otro chico, Alejandro Simeone, también frenó para impedir la embestida policial contra el indigente. Minutos después que empezaran a filmar el procedimiento, fueron detenidos junto al joven. Los incomunicaron en una comisaría hasta que, un día después, recuperaron la libertad. Verónica habló en exclusiva con Perycia.

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Las primeras palabras de Verónica, una vez que logró la libertad y se reencontró en su casa con amigos y familiares, brotaron desde una rara emoción: se encontró feliz por haber superado un calvario que la sorprendió un día cualquiera y de la forma más inesperada; asombrada, también, por la forma en la que estuvo detenida, incomunicada durante horas, hasta que declaró durante dos horas ante la secretaria del fiscal Marcelo Romero y momento después salió a calle, abrazándose con propios y extraños que la habían ido a apoyar; y, por último, reflexiva por lo que consideró un claro mensaje de «aleccionamiento» ante la embestida represiva en las calles.

En exclusiva para Perycia, contó que está contenta «porque los tres recuperamos la libertad, y eso es lo más importante. Los tres habíamos sido detenidos por una tremenda injusticia y ahora salimos. Es un gran alivio y, a la vez, me da un orgullo porque sentimos que vale la pena ponerle el cuerpo a lo que consideramos justo más allá de estas represalias».

Era el miércoles a la tarde y Verónica Piana, de 36 años, acróbata y militante social, iba en moto por La Plata. En la esquina de la calle 5 y 54 vio cómo un grupo de policías levantaba a los golpes a un pibe que estaba durmiendo en la vereda. El joven, llamado Gustavo y de 18 años, no hacía otra cosa que buscar un refugio cerca de un edificio, y un vecino de la zona llamó a la policía porque provocaba un «desorden público».

Verónica se reencontró con amigos y compañeros después de pasar un día detenida en dos comisarías. 

A la par de Verónica, otro muchacho de su misma edad, Alejandro Simeone, también decidió frenar en su auto. Mientras otros peatones se mostraban indiferentes, ellos se bajaron de sus vehículos y empezaron a filmar la secuencia. De inmediato, los policías reaccionaron violentamente, y uno de ellos, incluso, agarró su celular y los grabó. Sin mediar palabra, los agentes les colocaron las esposas a los tres y los llevaron a la comisaría primera de La Plata.

«A Gustavo y Alejandro los pusieron en una misma celda, y a mí luego me llevaron a la comisaría de Villa Elisa -contó Verónica a este medio-. En la comisaría primera me habían puesto en un pasillito, sola, esposada, la pasé muy mal. Luego en Villa Elisa me encontré reja de por medio con chicas que estaban detenidas y me dieron mucho amor. Me prepararon un mate, me escucharon, me dieron un pucho. Es un gran aprendizaje esto que me tocó vivir. Las veía a ellas, que eran cerca de diez, hacinadas y en un lugar que se caía a pedazos, y me contagiaron esa fuerza por rescatarse desde lo humano. Estaban prolijas, ordenadas, y se mostraban muy solidarias en un lugar chiquito».

En la tarde de este jueves, luego de declarar en la fiscalía de Marcelo Romero, los tres recuperaron la libertad. A la salida de Tribunales se fundieron en un abrazo. «Es increíble pero en menos de un día se creó algo fuerte entre nosotros, y sentimos una gran espalda, mucha gente vino a apoyarnos y nos demostró que en estos tiempos oscuros, donde volvimos a ver cosas feas, de miserabilidad, que nos retrotrae a la dictadura militar y a los ´90, resurge también un costado de dignidad, de fuerza y de lucha. Y es ese espíritu el que nos tiene que mantener unidos», dijo Verónica, que hace años milita en espacios de niñez en La Plata y que además, como actriz, sostiene una sala teatral y organiza espectáculos.

Lo que les pasó a Verónica y a Alejandro por tratar de impedir el atropello policial no es un caso aislado en el país. A la avanzada contra los vendedores ambulantes, conocidos como «manteros», en los últimos tiempos también han sucedido otros hechos represivos en el espacio público. Con una modalidad repetida: el amparo político que  las fuerzas de seguridad tienen para avasallar y detener arbitrariamente, sin ningún tipo de control, a cualquier persona.

Verónica Piana es actriz y organiza espectáculos en su sala teatral. Jamás imaginó quedar detenida y sin comunicación por haber defendido a una persona en situación de calle.

El 11 de enero, en Rosario, la vecina Mara Pascucci salió a la calle y vio a un grupo de policías agrediendo a su sobrino de 17 años y a otros chicos del barrio. La mujer sacó el celular y filmó la escena. Un policía se le tiró encima y le arrebató el aparato. Después se metieron en la casa de la mujer, rompieron cosas, se llevaron tres tablets y detuvieron a dos hermanos y a los cuatro hijos de Mara. “Me llevaron por filmar. El policía me agarró de los pelos y me arrastró hasta el patrullero”, contó la mujer. Al día siguiente presentó la denuncia en Tribunales.

En La Plata cae la noche y el calor no da tregua. Verónica Piana tiene la voz cansada después de haber estado incomunicada por un día, donde apenas pudo descansar. Y comparte con este medio un diálogo que tuvo con Alejandro apenas recuperaron la libertad. «Le pregunté si se bajaría de su auto si es que volvía a observar una situación como la que vimos, y me dijo que sí. Y le respondí que yo también. Eso confirma que el lazo humano es lo más importante. Que podemos florecer aún en la mierda que estamos viviendo, con una realidad de país que arrebata los sueños. Me cuesta entender cómo fueron tan violentos con nosotros, me sorprendió, aún no me lo explico. No es la primera vez que decido plantarme ante un policía, y jamás me hubiera esperado algo así. Pero también siento que es una señal de aleccionamiento, de querer adoctrinarnos, de decirnos que no nos metamos».

Y por último, mientras dice que no sabe cómo seguirá la causa que le crearon por «resistencia a la autoridad», Verónica piensa en el vínculo impensado que se generó entre los tres, cuando hace dos días eran completos desconocidos. «A Gustavo lo fueron a buscar sus tíos y tenía deseos de ver a su madre -dice, conmovida-. Nos estrechamos en un abrazo muy cálido, y siento que es un compañero más a partir de ahora. Lo miraba y pensaba cómo podía estar tan entero, con su humildad, con su ternura, teniendo muchas menos posibilidades que nosotros y estando en situación de calle. La historia de Gustavo nos enseñó un montón, nos decía ´no podemos bajar los brazos ahora, hay que pelearla´. Es que cuando en la vida parece que estamos flotando, ahí entonces aparece el amor».