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Crónicas de la Justicia

Corte Internacional de Justicia de la Haya

La tierra despojada

La Corte Internacional de Justicia de la Haya decidió que Chile no tiene la obligación jurídica, histórica ni moral de sentarse a negociar un acuerdo para que Bolivia consiga una salida al Océano Pacífico. Crónica de la vigilia de la lectura del fallo en una comunidad boliviana de La Plata.

Por: Julia Varela
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Publicada: 04/10/18

No. La Haya dijo que no.

–No hay justicia para los pueblos pobres –dice Daniel Romero, mientras mira el parlante de la mesa y hace un gesto de negación con la cabeza. Cuando terminó la lectura del fallo y aparecieron las noticias del informativo de Telesur, en el Centro Cultural Boliviano del barrio Los sueños, de La Plata, todos se habían ido.

La semana pasada Daniel había hecho una invitación a sus compañeros de la comunidad boliviana. Les propuso juntarse a comer y escuchar en vivo y en directo el fallo de la Corte Interamericana de Justicia, sucedido el último lunes. La misma propuesta se repitió por todos los rincones de Bolivia y América Latina.

Gumersindo abre la bolsa de hojas de coca, agarra una, le saca el cabito y de a poco se mete una, dos, tres en la boca. Gumersindo coquea lento y mira el piso. Tiene las manos arrugadas y las uñas largas.

–Por la tierra, es todo por la tierra–dice, al fin.

Gumersindo tiene más de sesenta años y cuando dice «la tierra» sus pensamientos se transportan a la «Guerra del Pacífico», ocurrida entre 1879 y 1884.

“El nombre Guerra del Pacífico nace a partir de una grandilocuencia nacionalista. Pero fue una guerra minera; una guerra donde Chile quiso apropiarse del salitre de Bolivia y Perú, y lo logró a través de tropas financiadas por el capitalismo minero inglés”, explica el historiador chileno Damir Galaz Mandakovic a Perycia.

En 1877, y tras un gran terremoto y un maremoto en la zona de Antofagasta, el gobierno boliviano decretó aumentar diez céntimos el quintal de sal que se exportaba en la zona. La Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta era una empresa anglo-chilena y se negó a aceptar el impuesto. Después de un año sin pagar, el gobierno boliviano le puso una fecha al remate de las salitreras: 14 de febrero de 1879.

Pero esa misma mañana, las tropas chilenas desembarcaron en la costa de Antofagasta y tomaron la zona. “Los que toman el territorio boliviano eran peones vestidos de militares”, dice Galaz Mandakovic.

Un mes después, el 23 de marzo de 1879, el ejército chileno tomó la ciudad de Calama y Bolivia perdió el acceso al Pacífico por completo. Por eso, cada 23 de marzo, en Bolivia se conmemora el Día del mar.

–Por lo menos ahora tenemos bandera – dice Gustavo, otro miembro de la comunidad boliviana reunido en el centro cultural. Mira por la ventana. Afuera, flamea la bandera tricolor–. Mientras esperamos la lectura del fallo, vamos a escuchar una morenada de los Kjarkas. Se la dedico a mis amigas del cordón frutihortícola –grita, y sube las perillas de la consola.

Gustavo es el locutor y operador de «Radio Integración Boliviana», la radio de la comunidad. Gustavo habla y los perros entran y salen de la pieza que a la vez funciona como estudio radial.

Según Galaz Mandakovic, los 4329 kilómetros de costa chilena están en manos de sólo siete familias, a quienes se les entregó una concesión “prácticamente perpetua” para explotar y extraer los recursos marinos.

“Estos mismos oligarcas chilenos, una vez que la guerra se gana, hacen que el Estado desaparezca. Estas zonas se convierten en un territorio donde prácticamente no hay Estado. Todo lo que se ha decidido en el desierto de Atacama después de la guerra no se ha decidido en Chile. Se definió en Londres, en Hamburgo, en Nueva York y París. Allí se desarrolló un laboratorio de experimentación minera y tecnológica. Es un territorio sacrificado ambientalmente. La mina de cobre más grande del mundo, está en Chuquicamata, a 15 kilómetros de Calama”, sostiene el historiador.

Después de, al menos, tres intentos de diálogo entre 1970 y 2000, Bolivia inició el proceso en la Corte Interamericana de Justicia de La Haya el 13 de junio de 2013. Dos días después, presentó la Memoria Boliviana; un alegato de 200 páginas con argumentos históricos y jurídicos que decían por qué Chile debía negociar con Bolivia una salida al mar.

La Corte que trató en La Haya la causa “Obligación de negociar el acceso al océano Pacífico. Bolivia vs. Chile” tuvo dieciséis miembros. Doce dijeron que Chile no tenía la obligación jurídica, histórica ni moral de negociar con Bolivia, mientras que tres sostuvieron que sí.

Los tres jueces que fallaron a favor de la negociación fueron: Patrick Robinson, de Jamaica; Nawaf Salam del Líbano, y el juez ad hoc francés Yvest Daudet. El tribunal tuvo dos jueces ad hoc, que representan una figura del derecho internacional. Cuando la Corte no tiene representantes de los países que están en conflicto entre sus miembros, interpela a los Estados para que propongan a alguien. Yvest Daudet fue el juez ad hoc que propuso Bolivia. Donal Mc Rae, de Canadá, el propuesto por Chile. Los dos entraron en lugar de un juez australiano y otro japonés.

Entre los dieciséis miembros en la Corte Interamericana de Justicia sólo hay tres mujeres: la vicepresidenta, Hanqin Xue, de China; Joan E. Donoghue, de Estados Unidos y Julia Sebutinde, de Uganda.

“Hoy es un gran día para Chile”, diijo Sebastián Piñera después de la sentencia, en su discurso presidencial desde el Palacio de la Moneda. «El presidente de Bolivia ha creado falsas expectativas a su propio pueblo, nos ha hecho perder cinco valiosos años en las sanas y necesarias relaciones que deben tener los países», agregó a la prensa.

Por otro lado, Evo Morales dijo que presentará  una nota de protesta ante la ONU. “Voy a enviar una carta demostrando las contradicciones del tribunal, no vamos a parar hasta que se haga justicia con Bolivia. Ustedes saben de dónde viene esta injusticia: empieza con una invasión a territorio boliviano”, señaló en conferencia de prensa.

-Me preguntan qué va a pasar ahora. ¡Y la verdad es que no sé! -Daniel mira con sorpresa a Gustavo en el Centro Cultural Boliviano-. Qué paliza, para los pueblos de la región hermano–dice  luego y atiende el teléfono. Se consuela hablando con sus familiares.