Publicada: 07/11/18
Es 2010, en una reconocida escuela laica de gestión privada de La Plata. Una profesora se para frente a sus estudiantes y dice:
-El mejor método anticonceptivo es la abstinencia hasta el matrimonio. Y si van a hacerlo antes, lo mejor es usar dos preservativos. Uno encima del otro.
Julia era una de las estudiantes de esa clase y recuerda hoy, en diálogo con Perycia, ese día en que la docente, “católica y biologicista”, puso en riesgo su salud sexual y la de todos sus compañeros. Por suerte, dice, a la docente ya no la tomaban muy en serio: tenían entre 15 y 16 años cuando llegó “la charla” en la materia Salud y Adolescencia; muchas/os ya tenían una vida sexual activa y los que no, se las habían arreglado para aprender afuera. Afuera de sus casas, claro. Pero también de la escuela.
La ley 26.150 , aprobada en octubre de 2006, creó el Programa Nacional de Educación Sexual Integral. El espíritu del texto se resume en su artículo 1°, que garantiza el derecho a recibir educación sexual integral de todos y todas las estudiantes del país.
El mismo artículo aclara el alcance: “Establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la CABA y municipal”. Y define a la educación sexual como aquella que articula “aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos”.
Graciela Morgade, decana de la facultad de Filosofía y Letras de la UBA y una de las expertas convocadas para redactar la ley, habla de un cambio de paradigma: dejar de pensar el sexo en términos biológicos para darle más volumen, más peso y complejidad, abordando también las dimensiones históricas, culturales, éticas, emocionales y psicológicas de la sexualidad.
«Poner de manifiesto el universo de cuestiones presentes –explícita e implícitamente- en las relaciones sexoafectivas, más allá de la genitalidad. Y con una perspectiva crítica: de los roles impuestos sobre los géneros, de las relaciones de poder, de la idea de la sexualidad como algo aislado e independiente de todas las otras ramas de la vida», dice Morgade cuando explica el espíritu fundamental de la legislación.
La ley se aprobó el 4 de octubre del 2006 con un consenso casi total: en Diputados, sólo un legislador – Roberto Lix Klett- votó en contra y en el Senado, la sanluisense Liliana Negre de Alonso fue el único puntito rojo del tablero electrónico. Para defender su postura, usó un argumento que hoy reeditan los activistas del movimiento “Con mis hijos no te metas”: pidió la mención explícita de los padres como participantes activos en el texto de la ley.
Entre sus objetivos generales, la 26.150 busca “incorporar la educación sexual integral dentro de las propuestas educativas orientadas a una formación armónica, equilibrada y permanente de las personas; asegurar la transmisión de conocimientos pertinentes, precisos, confiables y actualizados sobre los distintos aspectos involucrados en la educación sexual integral; promover actitudes responsables ante la sexualidad y prevenir los problemas relacionados con la salud en general, y la salud sexual y reproductiva en particular”.
En criollo: nada de cigüeñas, “chuchis” o “pipis” sino una (in)formación clara y precisa aggiornada a cada nivel educativo, promoviendo la ética y el cuidado hacia uno mismo y hacia los demás, sin evadir cuestiones como las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) o los embarazos no deseados.
Además, la ley intenta dialogar con toda la currícula escolar para que la enseñanza no se quede anclada, apenas, en materias como Salud y Adolescencia. En el nivel inicial, por ejemplo, la ESI propone abordar temas como los distintos tipos de familias, el vocabulario correcto para nombrar las partes externas del cuerpo y los genitales, el proceso de gestación y nacimiento, la disposición a dar y recibir cariño, el concepto de intimidad y el derecho a decir “no” frente a interacciones no adecuadas con otras personas.
Gracias a esto último, en una primaria de General Roca (Neuquén) descubrieron que un profesor había abusado de nueve de sus alumnos. La ESI se configura, de este modo, como un agente esencial para detectar y prevenir los abusos sexuales infantiles.
Otro de los temas que se abordan en el nivel de jardín es la igualdad de trato y oportunidades entre los géneros. La tesista abocada al estudio de la ESI en la FPyCS, Giuliana Trotta, explica que “ya desde que se entra al jardín se empiezan a imponer roles, por ejemplo en el juego: los nenes juegan juegos distintos al de las nenas y de eso se adquieren comportamientos, a lo largo de la vida estos roles se van internalizando y marcan una forma de ver, de sentir, de ser”.
Educar en la igualdad, reconociendo entonces que no hay “juegos de nenas” y “juegos de nenes” sino lisa y llanamente juegos, es una de las cuestiones que el movimiento anti-ESI denomina “ideología de género”.
-No sé bien con qué criterio le asignaron a determinados profesores dar la ESI. A nosotros nos tocaba en Matemáticas y Salud y Adolescencia: en Matemáticas no lo dimos nunca; en Salud vimos meramente los contenidos de la materia y desde el lado biológico: aparato reproductor y métodos anticonceptivos, y hasta incluso nos hablaron de ‘métodos naturales’ (Billings). Raaaaro. Es como que ya sabemos que no sirve, ¿para qué lo seguimos dando? Además, el año pasado ya había un montón de compañeros que se habían iniciado sexualmente. Por lo menos en mi opinión, llegó muy tarde.
Josefina (16) tiene la cara aniñada y las ideas firmes. Va a 5to año del Normal 1 María O’ Graham, la escuela que supo ser emblema de prestigio y hoy está a punto de llegar a los dos meses de evacuaciones por amenazas de bomba (hubo 59 en lo que va del año).
Está sentada en uno de los cuadrados verdes de Plaza Moreno junto a sus amigas Catalina (17), Sofía (17) y Malena (16), todas compañeras de la escuela y militantes del Centro de Estudiantes. Todas, en algún momento de la entrevista con Perycia, reconocen que la educación sexual en su colegio no les sirvió para nada.
“A mí me tocó en Matemáticas y la profesora no tenía idea de qué decirnos y qué no. Había cosas básicas que nos podía comentar, pero otras no las sabía o no se animaba a afrontarlas”, cuenta Sofía. En Salud y Adolescencia ella expuso como alumna sobre los métodos anticonceptivos, pero siente que fue “para cumplir en clase y tener buena nota, no para realmente saberlo”: dieron una clase oral y después rindieron un examen escrito.
Mientras habla, Sofía gesticula con las manos y abre bien los ojos. Varias veces advierte que lo poco que aprendió en la escuela lo considera “un privilegio” frente a lo que sus amigos conocieron en instituciones de gestión privada y/o católica. En tercero, por ejemplo, algunos compañeros que “no entendían nada de nada” fueron a pedirle información: querían saber “cómo eran las relaciones sexuales hétero y homosexuales”. Ella les contó lo que sabía. “A veces no tenés el valor de preguntarle esas cosas a un profesor, y menos de exigírselo”, reflexiona.
Catalina, por su parte, está segura de que la educación sexual “es mucho más una demanda nuestra” que una política de la escuela.
-Es cero transversal y de hecho este año yo no vi absolutamente nada. Lo que surge del tema es porque a un profesor le parece, porque tira para ese lado. Incluso la poca educación que nos dan es más para no quedar embarazadas que otra cosa -resume.
Perycia pregunta si abordaron alguna vez el tema del placer femenino y todas responden a la vez: “¡No, no, nada!”. Sofía revolea la mirada y piensa en voz alta: “Sobre la mujer te enseñan cuestiones como la menstruación, los ovarios y las trompas de Falopio; y sobre el hombre qué es la masturbación y la eyaculación. En el momento no te lo planteás porque capaz en 6to sí tenés la duda de qué es la menstruación… Pero ahora pienso: ¿por qué no me enseñaron más?”.
Josefina plantea un tema que atraviesa de lleno el debate sobre la ESI: el rol de los padres y de las madres en la educación sexual de sus hijos e hijas, el derecho a participar y brindar contenidos -y en muchos casos consabidos silencios- durante la infancia y la adolescencia.
“Todo lo que sé es porque lo hablé con mi mamá o mis amigas, y no sé si todas las personas tienen una mamá que les explique como me explicaron a mí. Por eso hace falta la educación en la escuela”, suelta, con naturalidad. En Plaza Moreno de pronto se levanta un viento que hace que todas aprieten sus camperas. Las mochilas, puestas prolijamente en el centro de la ronda, lucen el pañuelo verde por la legalización del aborto. Varias de las pibas estuvieron en el Congreso la noche de la vigilia, luchando por algo sobre lo que no habían podido hablar o discutir en la escuela.
Fue después de la aprobación en Diputados que un profesor de Comunicación les propuso abrir la clase y charlar sobre ese tema que ya explotaba en la tele, en las redes, en las casas. “Estuvimos debatiendo por más de dos horas y nos quedamos con ganas de más”, cuentan riéndose las chicas, que sí siguen el debate y la rosca en sus espacios de militancia y juntadas con amigos.
En un contexto así, hablar de diversidad sexual suena prácticamente inimaginable. “Los profesores esquivan bastante el tema, al igual que el concepto de género en sí. A nosotros nos enseñan a poner un preservativo para la penetración pito-vagina, pero no te enseñan nunca cómo es el sexo entre dos mujeres o dos varones, o cómo podés cuidarte. Hay como cierta aceptación, pero falta muchísimo”, sostiene Malena.
Catalina pone sobre la mesa el rol de las escuelas frente a los casos de violencia de género. En el Normal 1 llegaron a hacer una sentada para pedir medidas después de que una estudiante denunciara a otro por abuso sexual, y pidiera que lo cambien de división. Pero no hubo respuestas. “No se trata de excluir a nadie de la sociedad, pero por lo menos hacerle un seguimiento, y no se hace. Más bien se hace con las víctimas, pero termina siendo efímero”, opina. El colegio, al que asisten 1.200 estudiantes, cuenta con apenas tres profesionales en su equipo de orientación escolar.
Hacia el final de la charla llega Candela, otra compañera del Normal. Se sienta a un costado, se acomoda el pelo con reflejos azul eléctrico y luego escucha. Más tarde se sumará a la foto. Catalina convoca a todas a un festival en el Colegio San Cayetano: los estudiantes protestarán contra la censura ejercida por el colegio, que en una muestra sobre Convivencia les prohibió usar la bandera del orgullo LGBT y pedir por el cupo laboral trans .
Y es que sobrevuela, mucho más allá de la plaza y del Normal, un viento transformador, que hace que los pibes y las pibas sigan exigiendo subir la vara y desarmar prejuicios en lugar de perpetuar para siempre el silencio, el odio, la ignorancia.
Algunos de los contenidos que la ESI prevé para el nivel primario son los cambios en la pubertad, las configuraciones familiares en distintas épocas y culturas, el análisis de estereotipos de belleza y la superación de los prejuicios y actitudes discriminatorias. También el embarazo, en sus aspectos biológicos, sociales, afectivos y psicológicos; y la vulneración de derechos: el abuso sexual, la violencia de género y la trata de personas .
Para la secundaria propone conversar sobre las distintas formas de ser joven según los contextos y experiencias de vida; la pareja, el amor y el cuidado mutuo entre las personas; la prevención de ITS, la reproducción, el embarazo, el parto, la maternidad y la paternidad responsables; el embarazo no deseado en la adolescencia y los métodos anticonceptivos, entre otros temas.
En palabras de Trotta, “la ESI tiene que ver con atender las emociones y la afectividad de las personas, del placer, de conocerse a unx mismo y al otrx y también de la promoción de prácticas saludables en relación a las relaciones sexuales”.
La importancia de la ESI se manifiesta por lo que causa su ausencia. Ayelén (28) cuenta que pasó de tener un poco de educación sexual a absolutamente ninguna cuando se cambió al turno noche en una escuela pública de Bragado. Marianela (35), una alumna que asistió la escuela Pacheco de La Plata en el año 2000, recuerda cómo en el establecimiento les recomendaron seguir “vírgenes” hasta el matrimonio. María Eugenia (40), que fue a un reconocido colegio católico de la ciudad, cuenta que a pesar de la enseñanza que recibieron, cuando una compañera quedó embarazada las autoridades la “invitaron” a cambiarse de colegio.
Otras tantas personas consultadas por Perycia recuerdan su educación sexual enmarcada en un contexto de vergüenza, tanto propia para preguntar como de los docentes para explicar. Y muchos destacan la valentía de algunas/os profesores que, teniendo la dirección de los colegios en contra, se arriesgaron a darles algo más de información en medio de tantos tabúes.
Desde que se aprobó en 2006, la ley fue aplicándose poco pero paulatinamente. Según un relevamiento de la CTERA, en 2012 se capacitaron 12 mil docentes, en 2013 20 mil, en 2014 28 mil y en 2015, 55 mil. En 2016, con la asunción de Mauricio Macri, esa cifra se redujo estrepitosamente: apenas 200 docentes fueron capacitados en educación sexual. Ese recorte se vio también ejemplificado en despidos: el 1 de febrero de ese año, el Gobierno despidió a 20 trabajadores y trabajadores del Programa, más de un tercio del equipo, en el marco de 113 despidos en el ministerio de Salud.
Siempre según la Confederación de docentes, en 2017 hubo 10 mil capacitaciones más. Y el 22 de mayo de este año, el Consejo Federal de Educación –conformado por el ministro nacional de Educación y todos los ministros provinciales- sacó la resolución 340/18. En ella impulsan la creación de espacios de formación específicos para docentes y futuros docentes, y determinó que los talleres comenzarían a darse a partir de octubre en CABA, Trelew, Mendoza, Tucumán y Neuquén, entre otras ciudades.
En el anexo de la resolución, recuerdan los cinco ejes conceptuales de la ley: “cuidar el cuerpo y la salud, valorar la afectividad, garantizar la equidad de género, respetar la diversidad y ejercer nuestros derechos”.
Entre la marea verde que copó el Congreso entre junio y agosto exigiendo la legalización del abortos también hubo un pedido formal por la aplicación de la ESI. El mismo proyecto de ley lo determinaba en su artículo 20, que creaba una Comisión Bicameral de Seguimiento de Normativas sobre Salud Reproductiva y Educación Sexual, para evitar que las provincias dejen a su libre albedrío la aplicación de la 26.150. Pero el Senado rechazó lo que la cámara baja había aprobado y alejó todavía más esa herramienta de supervisión.
El 4 de septiembre, tras el debate sobre aborto, el plenario de comisiones de Educación y Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia de Diputados dio un dictamen favorable para declarar de “orden público” la ESI, modificando el artículo 5 de la ley que actualmente permite adaptar la educación al “ideario institucional” de las escuelas (aunque los colegios no son los únicos que ponen excusas para incumplir: en todo el territorio nacional y a 12 años de su sanción, apenas 9 de las 24 jurisdicciones nacionales adhirió a la norma).
Por esos días el Ministerio de Salud había sido dado de baja por el Presidente junto con otras nueve carteras. Ese 4 de septiembre, un grupo de autodenominados “pro vida” irrumpió en la sala a los gritos, profiriendo frases como “los hijos son de los padres y no del Estado”, “por una educación científica y biológica”, y “no nos roben el derecho a educar a nuestros hijos”.
Frases que aparecen en la página web y los volantes del movimiento, nacido en Perú, y donde los colores rosa y azul se yerguen en bandera.
Al igual que en ese país, en Argentina y nuestra ciudad #ConMisHijosNoTeMetas está mayormente conformado por católicos y –cada vez más- evangelistas. También en sus bases, quizás, de padres y madres con miedo; miedo a lo distinto, a lo que según les enseñaron era una aberración, a que sus hijos no sean lo que ellos esperan o a que manejen más información y conocimiento de la que ellos nunca pudieron ni podrán manejar.
Sin embargo el grupo que organizó un raid en la Escuela N° 8 para “perseguir aborteros” , identificado como El Bebito La Plata, parecía más bien una fuerza de choque; con los pañuelos celestes atados en las muñecas amenazando con “buscarlos hasta debajo de la cama” hasta que “no quede ninguno”. Como respuesta, la comunidad educativa de la escuela junto a organizaciones sociales y políticas respondió con un pañuelazo por el derecho a la Ley de Educación Sexual Integral y del Aborto Legal, Seguro y Gratuito.
Y es que no todo es oscuridad.
En un jardín público platense lindero a Plaza Rosas, Renata, que ahora tiene 8 años, sí recibió educación sexual. Su mamá Sabrina evoca el momento: “Un día llega y me dice: ‘Nadie puede tocar mis partes íntimas, ¿vos y papi sí verdad?’. Yo le contesté que nosotros le habíamos enseñado a bañarse, que la ayudábamos a cambiarse o cuando tiene dolor o precisa algo, pero las partes íntimas son de ella y nosotros también tenemos que respetarlas. Para mí fue un alivio y una ayuda que le enseñaran así en el jardín”.
Después Renata soltó otra reflexión: “¡Ah!, y también me enseñaron que mi cuerpo es mío’”.