Por Rosario Marina
Ilustraciones: Juan Bertola
Publicado 25/02/19
Los elegidos serán 576, pero hasta ahora sólo llegaron 24 a la Unidad Penitenciaria 57 de Campana. Son jóvenes y están presos. Tienen entre 18 y 22 años y acaban de ser beneficiados con el traslado a una nueva cárcel de paredes limpias, patios con césped, actividades recreativas, colegio, cama para cada uno, baños en las celdas. Son el 16% de los presos de su edad.
El resto, los otros 2.826 presos jóvenes de la provincia de Buenos Aires, siguen viendo ratas y cucarachas pasar por paredes derruidas y baños colapsados, por sus celdas hacinadas.
Pero para ser uno de los elegidos hay pautas. Antes de llegar, los primeros 24 firmaron un acta de conformidad que los obliga a participar de todas las actividades, a evitar el uso de las viseras, los pañuelos que cubren la cabeza o los pantalones arremangados, a no poner los pies en la pared, a no enojarse.
También tuvieron que dejar parte de la ropa que traían en su frazada hecha bolso: todo lo que fuera gris o negro. Del otro lado de la puerta quedaron camperas con capucha, remeras, chalecos inflables.
Son algunas de las condiciones para vivir en una cárcel modelo.
Los elegidos tienen que tener condenas menores a los cinco años. Esto significa que muchos de ellos tienen penas excarcelables, que no los obligaría a estar presos.
“Frente a este problema cada vez más alarmante [las condiciones de detención en las cárceles provinciales], los poderes Ejecutivo y Judicial no plantean soluciones estructurales, serias y planificadas. Por el contrario, se profundiza la tendencia al sobrencarcelamiento”. Dice la Comisión Provincial por la Memoria en su último informe, “El sistema de la crueldad XII”.
La provincia de Buenos Aires tiene 50 cárceles y 12 alcaidías con lugar para 20.071 presos. Para 2017, la sobrepoblación ya era de un 91%, un número histórico, 20 puntos más que en 2016. “Esto significa que casi la mitad de los detenidos no tiene espacio para dormir: a diciembre de dicho año se alojaban más de 38 mil personas en 20 mil plazas”, insiste la CPM.
Entre los hechos denunciados por los presos, están la falta de atención médica, la afectación del vínculo familiar, el agravamiento de las condiciones materiales y el aislamiento. En enero de 2019, la Comisión pidió que se hicieran acciones de prevención en cárceles por el brote de hantavirus. Un preso se contagió. No fue ninguna novedad. En las inspecciones diarias a los lugares de encierro, constató una gran presencia de ratas y falta de higiene.
Según el Ministerio de Justicia bonaerense, hay 3.402 presos jóvenes adultos en la provincia de Buenos Aires. La Unidad Penitenciarias 57 de Campana, la nueva cárcel que la gobernadora María Eugenia Vidal y su ministro, Gustavo Ferrari, inauguraron semanas atrás con bombos y platillos, llamándola una “cárcel modelo”, podrá alojar a 576 (si no se cuentan las plazas de enfermería y los buzones de castigo, que las autoridades provinciales contabilizaron para «inflar» la capacidad).
A esos 576 los custodiarán guardias también nuevos: penitenciarios recién recibidos que nunca antes pisaron otro penal ni conocieron a otros presos. Es su primera vez. Una unidad en la que el gobierno se gastó 844 millones de pesos, que retomó de la gestión anterior y tardó más de dos años en terminar.
Para ser beneficiados, estos “jóvenes adultos” tuvieron que formar parte del Programa Integral de Asistencia y Tratamiento para Jóvenes Adultos (PIATJA) y firmar un acta de conformidad de 14 puntos.
El punto 12 dice que se pondrá en evaluación la ropa que usan, sobre todo las viseras, los pañuelos y los pantalones arremangados, para que no parezcan delincuentes. Lo dice así: “El uso de viseras, pañuelo u otro aditamento que cubra la cabeza, al igual que pañuelos en el cuello o pantalones arremangados dentro de los pabellones de jóvenes adultos, serán evaluados y abordados por cada equipo interdisciplinario, a fin de evitar que se propaguen y se instalen modos y formas tendientes a la identidad con el delito”.
Si los presos incumplen alguno de los puntos de esta acta corre riesgo su estadía en la “cárcel modelo”. Y entonces podrían volver a alguna no-modelo. O sea, cualquiera de las demás. En 2017, todos los complejos penitenciarios alojaron personas por encima de su capacidad. Y también todos están más sobrepoblados que en 2015.
La Unidad 1 de Olmos, de donde vienen al menos seis de los 24 salvados, tiene una sobrepoblación del 195%. “Allá en una celda de 8 personas vivíamos 16. De noche pibes no dormían, se levantaban los demás a las 7 de la mañana y los que estaban de noche descansaban”, dice Marcelo, uno de los que acaba de llegar.
Los otros puntos que firmaron piden cumplir con los horarios y actividades propias del pabellón, no consumir, tener, distribuir o comercializar alcohol o drogas. Asistir puntualmente a las asambleas, actividades educativas, laborales, de capacitación y deportivas.
El acta advierte: “Su ausencia injustificada y reiterada podrá ser causa en retrotraer la etapa”.
Las pautas siguen: “Toda la población que participe del programa se compromete a mejorar su lenguaje, a dirigirse con buenos modos, a no reaccionar de manera violenta y agresiva, a no comunicarse a través de insultos”.
Deberán almorzar y cenar juntos todos los del pabellón. Colgar su ropa en lugares designados, cuidar la estructura edilicia. Tienen prohibido poner los pies en las paredes. Deben mantenerse limpios y prolijos todo el tiempo.
Si no están de acuerdo con alguna de estas pautas o abandonan alguna de las actividades se los echará de la unidad. Así: “Se determinará la exclusión definitiva del joven en la unidad 57 de Campana”.
Salir de esta cárcel y volver a cualquier otra, al hacinamiento, a las ratas.
Donde quedaron los otros 2.826.