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Crónicas de la Justicia

Medio ambiente

Klaukol: respirar la muerte

Desde principios de 2000, cuando Klaukol se instaló en La Matanza, los vecinos del barrio Las Mercedes sufren la contaminación medioambiental provocada por la emanación de metales pesados.Un relevamiento elaborado por los lugareños provoca escalofríos: en un radio de diez manzanas, en los últimos diez años murieron cerca de ciento cincuenta personas. Perycia estuvo junto a los vecinos, que mantienen una lucha desigual en Virrey del Pino, un barrio fantasma en el que asusta respirar. 

Por: María Soledad Iparraguirre
Foto: María Soledad Iparraguirre
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21/07/2019

Cuando en 2009 explotó una de las dieciséis chimeneas que Parex Klaukol tiene en su planta de La Matanza, el barrio quedó envuelto en una densa nube de polvo que lo cubrió todo. Las Mercedes está ubicado en el kilómetro 44.5 de la ruta provincial N 3.

Susana Aranda, una de las pioneras en la lucha férrea que llevan adelante por el derecho a vivir en un ambiente sano, entendió que algo grave pasaba.

 “En ese momento, la sociedad de fomento se ocupó de reunir a la gente del barrio. Había explotado una de las tolvas y nos juntaron ahí. La empresa le pagaba $5000 a cada familia y le hacía entrega de una caja con artículos de limpieza. Había que firmar un documento, me dijeron que era pura formalidad. Pedí leerlo y resulta que tenía que firmar que renunciaba a todo futuro reclamo por contaminación de Parex Klaukol. Pregunté si podía cobrar el dinero y llevarme las cosas si no firmaba y me dijeron que no. Acá hay algo raro, pensé”.

 Al poco tiempo, niños y adultos fueron desarrollando patologías severas comunes: enfermedades respiratorias, leucemia y casos de cáncer, que se multiplicaron de modo exponencial. Comenzaron a investigar y se encontraron con que estaban respirando aire contaminado. Parex Klaukol, que no respondió las consultas de este medio, alude que la materia prima básica con la que elabora los productos que vende masivamente es “simple arena proveniente del río”.

Sin embargo, esa arena que llega al barrio, entre treinta a cincuenta camiones diarios, es mezclada con agregados tóxicos, como aditivos, gases y aerosoles. Del tratamiento de este cóctel contaminante se desprenden partículas de sílice cristalina, clasificada como cancerígeno humano según las hojas de seguridad de Lafarge North America Inc., organización de la cual forma parte la empresa, que en otras partes del mundo, por ejemplo Francia, se ocupa de tomar los resguardos ambientales correspondientes.

La emanación crónica de este compuesto provoca, además de las enfermedades mencionadas, silicosis, una patología fibrósica-cardiovascular de carácter irreversible. Esta consiste en la fibrosis nodular de los pulmones y trae aparejado la dificultad para respirar a causa de la inhalación prolongada de compuestos químicos que contienen sílice cristalina. La enfermedad, que aumenta el riesgo de contraer tuberculosis, de divide en tres estadíos: la silicosis crónica simple, la silicosis acelerada y la aguda.

 Vos elegís: plomo de 9 mm o esto 

A mediados de septiembre de 2016, dos hombres interceptaron a Susana Aranda en plena calle, a punta de revolver. «Te tragás esto y te dejás de joder», le dijeron. Y ella se tragó las pilas.

El lunes siguiente al día de la madre, a sólo un mes de lo ocurrido, sonó el timbre en casa de Susana. «Una por cada punta de la estrella de la Mercedes Benz», escuchó al abrir la puerta, le dijo esta vez el agresor aludiendo a que la planta automotriz sería la responsable de contaminarlos. “Es cruel porque nos hacen ver la impunidad con la que se manejan. Yo había denunciado la anterior amenaza y no me creyeron. Cuando fui al hospital y me sacaron la radiografía me preguntaban si había querido suicidarme. Nos sentimos desprotegidos y solos”.

Susana Aranda y otros vecinos en una manifestación a metros de Klaukol

Al igual que las Madres de Ituzaingó Anexo, el barrio del sudeste de Córdoba contaminado por las fumigaciones en los campos de soja, Aranda inició un relevamiento casero. En cada casa visitada había enfermos y muertos por cáncer. “Las casas pasaron a ser mausoleos, en algunas murió la familia completa”, recuerda. Y rememora los vecinos que ya no están: de los Cappatelli fallecieron mamá, papá y dos hijos; de la familia Acosta, mamá, papá y un hermano. «Quedó la hija, que fue operada por una malformación y dejó el barrio. Da mucha bronca: son muertes silenciadas”.

Mariano Luzuriaga, abogado patrocinante de la querella, lo explica del siguiente modo: “La misma sociedad francesa reconoce que el material que emana la empresa Klaukol es cancerígeno y recomienda pautas y estándares de seguridad y salubridad que respetan en Europa y otros países, pero no son tomados en cuenta aquí, por ejemplo el tratamiento de los afluentes, el lugar donde se ubican las fábricas, que al ser categoría 3 debiera ser alejado de zona urbana y la plantación aledaña de eucaliptus y álamos plateados como resguardo ambiental”.

La empresa cuenta con cinco plantas industriales en el país, ubicadas en San Luis, Tucumán, Río Negro y Rosario. Desde que se fusionó con la multinacional Parex (uno de los principales productores de morteros en el mundo) la actividad de la planta matancera se reactivó aceleradamente.

Susana Aranda se presentó como querellante de la causa judicial que lleva diez años. La denuncia contra Parex Klaukol fue inicialmente radicada en el Juzgado Federal de Morón, en aquel entonces a cargo de Jorge Rodríguez. Por allí pasaron los jueces Juan Pablo Salas y Ernesto Barral. Éste último se declaró incompetente y derivó la causa al Juzgado de Garantías N 4 de La Matanza, de órbita provincial.

Finalmente, el año pasado intervino la Corte Suprema y dictaminó que la causa regresara al juzgado inicial radicado en el distrito. Mientras, la UFI N 6 es la encargada de llevar adelante las investigaciones y pericias correspondientes. En este derrotero jurídico y a raíz del férreo reclamo vecinal, actuaron dos organismos de control: la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR), que en un informe interno reconoce que la población de Virrey del Pino está afectada por la emanación de materiales que causan daño a la salud, y el Organismo Provincial de Desarrollo Sostenible (OPDS). Pero los vecinos siguen esperando respuestas: la burocracia les cuesta la vida.

 “Es grotesco. Pasaron diez años y la causa paseó de un juzgado a otro. Hacemos responsables a los distintos organismos de control y a los gobiernos provincial y nacional. El OPDS es el principal responsable por haber habilitado a que la empresa se instalara aquí cuando debería estar en una zona rural”, señala Aranda.

La vecina se refiere a la normativa existente en la Secretaría de Política Ambiental que ubica a la empresa denunciada como establecimiento peligroso cuyo funcionamiento constituye un riesgo para la seguridad, salubridad e higiene de la población aledaña. Mientras ellos siguen presentando pruebas ante una justicia que no responde, las chimeneas de Parex Klaukol emanan arsénico, sílice y plomo las veinticuatro horas, sin descanso ni feriados,de forma pemanente.

Planean llegar hasta la Corte Internacional de la Haya, pero antes deben contar con una sentencia firme en el país.

 Buscar justicia

“Estamos llevando adelante una causa civil que involucra a cerca de trescientos vecinos por daños y perjuicios. Los vecinos están muy descreídos de la justicia y pelearán por ser reubicados y poder irse del barrio”, explica a Perycia el abogado Mariano Luzuriaga.

“Lo más urgente que iniciamos es por un nene chiquito, un bebé de un año, con severos problemas respiratorios que requiere de oxígeno todo el tiempo. A través de una medida cautelar se le exigió a Klaukol que relocalice a la familia. A nuestro modo de ver es, al menos un reconocimiento por parte de la empresa. La vecina se mudó con su hijito el mes pasado, a cuatro kilómetros del barrio. Entendemos que es un reconocimiento por parte de la empresa y también quizá un temor a que se sienten precedentes. Desde que no vive en el barrio, el nene está mucho mejor. Ya ahora, los vecinos están pensando en resguardar sus vidas”, agrega el letrado.

Susana Aranda, la vecino que no claudica en su lucha contra la empresa

 “A veces me deprimo, sobre todo por los jóvenes, por los pibes de nuestro barrio. Los chicos que llegan a la adolescencia, tienen un retraso madurativo importante. Les cuesta comunicarse, no entienden conceptos básicos y terminan por aislarse”, agrega la vecina Susana Aranda.

Y enfatiza: «Nosotros pudimos ir atando todos los cabos, pagándonos con rifas y bingos, los estudios y análisis que dicen que aire, suelo y agua están contaminados. ¿Cómo no puede hacerlo la justicia? Estamos buscando que alguien haga algo para que nos paren de matar”, dice con la mirada enrojecida tras diez años de impotencia acumulada y porque los ojos arden todo el tiempo en Las Mercedes.

Sus palabras resuenan como un grito ahogado, un mantra silenciado.

Afuera, el polvillo que envenena, cubre el aire enrarecido de otra tarde diáfana.