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Géneros

Caso Lucía Pérez

«Fijate las cortinas, esta casa quedó así como cuando la mataron»

En el living de esa casa detenida el 8 de octubre de 2016, Marta Montero le mostró a Perycia el cuaderno donde apuntó los nombres de los jueces que absolvieron a los acusados del femicidio de su hija, Lucía Pérez. Allí también tiene los nombres de los jueces que tras la confirmación de la Corte bonaerense deberán realizar un segundo debate con perspectiva de género, para el que aún no hay fecha. 

Por: Federico Desántolo
Foto: Marcelo Nuñez
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8/10/2021
Es 1° de octubre, Marta Montero cumple 56 años, pero de a ratos se olvida. Su cabeza está puesta en otra fecha, dentro de siete días se cumple un nuevo aniversario del crimen de Lucía, su hija, a quien llevaron muerta a una salita de atención primaria de la salud en el sur de Mar del Plata. 
 
En el chalet de la calle Nápoles en el barrio Colinas de Peralta Ramos, ganan las mascotas: hay dos perros y cinco gatos que acompañan a Marta, a su esposo Guillermo y a Matías, su otro hijo. Gema, callejera color café con leche, llegó hace muchos años y fue bautizada por Lucía. Ladra un rato largo del otro lado de la puerta corrediza y cuando la dueña de casa la invita a pasar entra en silencio. Alrededor de las mesa, en el sentido de las agujas del reloj, participa de toda la entrevista. 
 
La primera pregunta recibe por respuesta una aclaración: “No sería el segundo juicio, porque el primero fue un juicio por tenencia de estupefacientes y hoy es por la muerte de Lucía. Según los primeros jueces a Lucía nadie la mató, entonces ahora estamos esperando el juicio por el femicidio”. 
 
Marta anota todas las novedades de la causa en un cuaderno que escribe con letra prolija y resalta con marcador en algunos tramos. Le sirve de ayuda memoria y de agenda. Allí tiene anotado: Roberto Falcone, Gustavo Raúl Fizzore y Alexis Simaz, el nombre de los jueces que deberán juzgar a Matías Farías y Juan Pablo Offidani por el abuso sexual y femicidio de Lucía. El nuevo juicio, ordenado por la Cámara de Casación y ratificado por la Corte bonaerense, aún no tiene fecha de inicio. 
 
 

Lucía Pérez fue llevada sin vida al centro de salud el 8 de octubre de 2016. Había estado en una casa en la zona sur de la localidad balnearia donde, según la investigación fiscal, la drogaron y abusaron hasta la muerte. 

 
Un día antes, Lucía se encontró con uno de los acusados en la puerta de su escuela secundaria. Durante el juicio se supo que Farías le vendió marihuana y ella quedó en pagarle al día siguiente. Ese 8 de octubre, Farías fue con Offidani (hijo de un reconocido escribano marplatense) a buscarla y la llevaron a una casa en el barrio Alfar. Según la hipótesis de la fiscalía, Farías se aprovechó del estado de indefensión y la violó hasta matarla. El cuerpo fue lavado con la ayuda de un tercer implicado, Alejandro Maciel. Los tres hombres dejaron a Lucía en la sala de atención primaria de Serena y se fueron. 
 
El 26 de noviembre de 2018, los jueces del Tribunal Oral Criminal N°1 (TOC N° 1) absolvieron a Farías y Offidani por los delitos de abuso sexual y femicidio y los condenaron a ocho años de prisión por la venta de drogas. Antes, la fiscalía había retirado la acusación por encubrimiento contra Alejandro Maciel. El fallo de los jueces Facundo Gómez Urso, Pablo Viñas y Aldo Carnevale, desató el rechazo de gran parte de la sociedad y puso de manifiesto la necesidad de una perspectiva de género a la hora de juzgar casos de violencia contra las mujeres. 
 
En agosto de 2020 la Sala IV de la Cámara de Casación bonaerense decidió anular la absolución de Farías y Offidani pero les confirmó la condena por la comercialización de estupefacientes agravada por ser en perjuicio de menores de edad y en las inmediaciones de un establecimiento educativo. Además ordenó un nuevo juicio para ambos por el crimen de Lucía. 
 
Los camaristas Carlos Natiello, Fernando Mancini y Mario Kohan, aseguraron que el veredicto del TOC N°1 se fundó “en intolerables prejuicios y suposiciones basados en estereotipos de género”. Entre otras consideraciones, destacaron que el Tribunal, “inexplicablemente se enfoca a indagar en la personalidad, actitudes y comportamientos anteriores de la víctima”. Y que en ese sentido manifiestan “concepciones sexistas inocultables” y califican el fallo como “subjetivo y tendencioso, prejuicioso, parcial y discriminatorio”. 
 
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Marta no espera sentada. Va al edificio de Tribunales de Mar del Plata para saber si ya tienen una fecha para el nuevo juicio. Guillermo, viajará en los próximos días a La Plata a preguntar lo mismo. Al menos una vez al mes se repite el itinerario a la capital provincial en busca de una respuesta. Hace cinco años que la vida de los padres de Lucía es una procesión. 
 
No hay tiempo para otra cosa. Marta trabaja como enfermera en el Hospital Interzonal, se levanta a las cuatro de la mañana y a las seis ya está en la unidad coronaria. Sale después del mediodía y el resto de las horas lo consume el reclamo de justicia. “Esta casa quedó detenida en el tiempo desde el 8 de octubre de 2016. Fijate las cortinas como están. Cuánto puede salir cambiarlas, pero no tengo tiempo de ir a una costurera y pedirle que me haga cortinas nuevas. Yo no puedo tener esas cortinas, me da vergüenza. Pero esta casa quedó así como estaba cuando la mataron a Lucía”. 
 
Guillermo es chapista, durante 30 años fue empleado de un taller, pero las diferencias con los patrones llegaron cuando comenzaron los viajes a La Plata, y lo despidieron. Ahora trabaja por cuenta propia, así que cada vez que surge un trabajo lo aprovecha porque el reclamo por justicia no sólo insume tiempo y energía. Hay que pagar abogados, viajes, fotocopias, carteles y para una pareja de laburantes eso no pasa desapercibido. 
 

 

 
Los dos se refugian en la fe, Marta un poco más. “Yo creo que la fe es una medicina que no vemos y no nos damos cuenta. A mí nunca me vas a ver sumida pensando en lo malo que le hicieron a Lucía. Yo pienso hoy que Lucía adelantó su camino. Si es para conformarme no sé. Pero si es así déjame. Si no yo viviría loca, cómo hago para sobrevivir con todo esto”. 
 
Un año después del crimen, Marta fue a hacerse un chequeo. Cuando el cardiólogo terminó el primer examen la miró y no hizo falta ninguna pregunta, se largó a llorar y le contó por qué tenía la presión por las nubes. Paciente y doctor charlaron por más de una hora y de esa conversación Marta se llevó un consejo: “Nunca se pregunte por qué. Haga lo que más le guste, siga en la vida”. “Claro que me duele —se queja Marta—, yo no parí una hija para que me la mataran a los 16 años. Yo no puedo regodearme en el dolor, en lo que le pasó, en lo que le hicieron. Ya está, pasó. A veces les digo a otras personas, pasó… hay que seguir adelante”. 
 
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En octubre de 2016 se había llegado a la estadística intolerable de un femicidio cada 24 horas. En ese contexto de lucha, el crimen de Lucía generó el primer Paro Nacional de Mujeres. Hoy, las cifras del Observatorio Lucía Pérez de la Violencia Patriarcal, creado por Lavaca.org, no son más optimista que hace 5 años. En lo que va del 2021 ya se registraron 218 femicidios que dejaron 177 niños y niñas huérfanos.
 
En mayo de este año la Suprema Corte bonaerense rechazó un recurso extraordinario de las defensas de Farías y Offidani, quienes habían argumentado que si los volvían a juzgar por el mismo crimen se estaba violando la garantía constitucional de los acusados. En la resolución que lleva la firma de Luis Genoud, Hilda Kogan, Sergio Torres y Daniel Fernando Soria, la indicación de realizar un nuevo juicio se sustenta en la afectación a la garantía de «imparcialidad judicial», en atención a “los estereotipos de género discriminatorios” que el Tribunal de Casación constató en el fallo del tribunal marplatense. Consideran, además, que “el juzgar con perspectiva de género propende a garantizar el ejercicio de los derechos de las mujeres, la igualdad de género y una tutela judicial efectiva, evitando la reproducción de estereotipos que dan por supuesto el modo en que deben comportarse las personas en función de su sexo o género”. 
 
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El revés judicial no alcanzó solo a los acusados. En abril, la Comisión Bicameral de Normas de Procedimiento para el Enjuiciamiento de Magistrados y Funcionarios bonaerenses resolvió por unanimidad la acusación por “negligencia, incumplimiento de deberes inherentes del cargo y parcialidad manifiesta” para dos de los tres jueces que llevaron a cabo el primer debate. 
 
La acusación recayó sobre Facundo Gómez Urso y Pablo Viñas. El tercer integrante del tribunal, Aldo Carnevale, se jubiló antes de que se realizara la denuncia. La Bicameral, indicó que «la queja se relaciona con la resolución de libre absolución que beneficiara en el juicio oral a los autores por el gravísimo delito de abuso sexual, con acceso carnal, agravado por haber causado la muerte de la ofendida y habiendo sido favorecido por el suministro de estupefacientes». 
 
En otro tramo de la acusación, evaluaron que los jueces «negaron una situación de vulnerabilidad dentro del contexto de género y que Lucía fuera cosificada para satisfacer sus deseos» y cuestionaron que el TOC N°1 se enfocara en «indagar en la personalidad, actitudes y comportamientos anteriores de la víctima, como su forma de relacionarse con los hombres, su vida social, su carácter y en distinguir la conducta de los imputados y a partir de allí, considerar si Lucía había consentido el acceso carnal». 
 
La conformación del jury de enjuiciamiento que decidirá la suerte de los dos magistrados aún es un misterio. Todo parece indicar que luego de las elecciones de noviembre, con la nueva conformación de la Legislatura bonaerense, se determinarán quienes serán los legisladores que lleven adelante el juicio político. 
 
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La foto del perfil de Whatsapp de Marta es de Lucía. Está allí desde hace cinco años. Toda su cara en blanco y negro, sonríe y se le achinan los ojos. Muestra los dientes y el pearcing en el labio cerca de la comisura izquierda, el pelo desordenado por las rastas que lleva como una seña particular. En el living, sobre una mesita de madera hay otra foto: Lucía parece más alegre por los colores, pero se ríe de la misma manera: con la boca inclinada. El portarretrato está rodeado do otros adornos, por la derecha la flanquea una virgen de cerámica. “A Lucía la tengo desde otro lugar, siempre está conmigo. No tengo problemas con su ausencia”, dice Marta. 
 
– ¿Siempre estás bien? 
 
– Si, nunca estoy mal. Siempre estoy así. Es cierto que dejás de ser vos y haces otras cosas, imagínate que hoy me olvidé que es mi cumpleaños. Yo estoy todo el tiempo trabajando por Lucía y por otras Lucías. Tuve que sacar un rasgo de mi personalidad que tal vez antes de lo de Lucía no hubiese mostrado. Así como soy yo, era Lucía. No era una persona indiferente a los otros. Ella no hubiese querido que yo me caiga. Nunca la soñé triste, siempre sonriendo como en las fotos. 
 
– Un día llega el juicio y hay condenas…¿qué pasa? 
 
– Será un día más de trabajo. Yo voy a seguir siendo la misma de siempre. A mí no me va a cambiar la vida. Sabés cuándo me cambió la vida… el 8 de octubre de 2016 cuando me mataron a Lucía. El resto es cada día, un nuevo día. Cuando haya justicia por Lucía la vida no se termina. Seguiré trabajando. Honrar la vida mientras tenga vida, honrar la vida de todos.