Con la imagen de la virgen a la cabeza y los familiares de las víctimas, arrancó la marcha por el pedido de justicia a doce años de la masacre de Carcova cerca de las 16.30 en el municipio de San Martín, provincia de Buenos Aires. Detrás, más de mil personas acompañan con paso lento pero firme, llevando las banderas de las organizaciones sociales, con el sonido de los bombos, redoblantes y trompetas que marcan el ritmo del movimiento que parte por la avenida Central, desde la plaza de los Trabajadores de Suárez, donde desde hace dos años está el cartel que hace memoria de la masacre. Hace exactamente dos años también, lo prendieron fuego y tuvo que ser instalado nuevamente.
Mauricio Ramos (17), Franco Almirón (16) y Joaquín Romero (19) estaban yendo a la quema del CEAMSE a recuperar desechos para vender y ayudar a sus familias. En el camino se encontraron con una represión policial que se había desatado cuando algunos vecinos intentaban extraer alimentos de un tren de la empresa TBA, que había descarrilado por problemas en las vías. Los efectivos de la Policía Bonaerense dispararon con gases lacrimógenos, balas de goma y de plomo. Mientras Mauricio, Franco y Joaquín intentaban huir, les dispararon por la espalda. Sólo Joaquín sobrevivió después de ser herido.
“Como que nunca se acaba”
El día no se decide a mostrar el sol del todo, luego de una lluvia temprana que dejó barro por todos lados. Las pisadas en el cemento seco de lo que debería ser una vereda acumulan agua como cientos de charquitos. Niños con carteles en homenaje a los pibes que ya no están se mezclan entre los adultos, madres que empujan sus carritos con bebés o los llevan colgando de sus brazos. Algunos vecinos en la puerta de sus casas acompañan con su mirada el pasar de la marcha.
Aurora es vecina del barrio, hace más de 15 años que vive en Carcova y conocía a los pibes. Explica que para ella lo más importante es que haya justicia, sabiendo también todo lo que está costando, para que puedan descansar. “En este caso y tantos otros. No hay que dejar de salir y pedir justicia. Imaginate si para nosotros que somos vecinos es doloroso, como debe ser para las familias. Recordar todos los años ese día. Como que nunca se acaba”.
Un juicio a medias
Recién en el 2014, tres años después de la masacre, se llevó a cabo el juicio oral, en el que se pudo reconstruir a partir de los testimonios y pruebas el desmedido e injustificado uso de la fuerza que llevó a cabo la Bonaerense. También se logró descartarla versión que pretendía instalar la policía sobre un “enfrentamiento” frente a un intencional descarrilamiento del tren en manos de una banda organizada. En ese juicio se condenó al subteniente y ex instructor de tiro Gustavo Vega a siete años de prisión, y se absolvió por beneficio de duda al agente de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Gustavo Sebastián Rey, acusado de ser quien disparó contra Mauricio y Franco.
La querella apeló ante la Cámara de Casación, que en 2015 elevó la condena de Vega a la pena de 15 años y 6 meses de prisión. Asimismo, anuló la absolución de Rey y ordenó que se realice un nuevo juicio para determinar su responsabilidad. Este juicio tenía fecha de inicio para octubre del año pasado pero fue pospuesto por un planteo de la defensa en relación a la integración del tribunal.
La lentitud del proceso judicial para fijar la fecha del juicio parece manifestarse en los cuerpos que marchan con inercia, arrastrando los pies, reclamando justicia pero con la desconfianza que generan los doce años de desidia sin respuestas.
Tomás Griffa, abogado del CELS que lleva el caso, explicó que lo que el tribunal dijo es que hasta que no estén resueltos todos los recursos de la defensa contra el rechazo de este planteo tiene que postergar el juicio. Tiene que estar firme la resolución sobre este planteo para que se inicie el nuevo proceso.
“Esa es la situación en la que estamos. Claramente es un planteo dilatorio de la defensa y básicamente lo que solicitan es que se integre el tribunal con jurados, pero esto no es procedente porque la ley que establece el juicio por jurados en la Provincia de Buenos Aires determina que aplica a los hechos que son posteriores a su sucesión, este hecho es anterior así que no aplicaría. Se espera que todas las instancias rechacen el planteo, que quede firme la resolución sobre eso y que se fije fecha de juicio para este año y se determine finalmente la responsabilidad de Rey sobre estos homicidios. Es deber de la justicia resolver este planteo y fijar fecha de juicio”, explica Griffa.
Por otra parte, la investigación contra los jefes de ese operativo se encuentra cerrada aunque existen pruebas de su responsabilidad directa en las muertes. El Ministerio Público Fiscal de la provincia se resistió a avanzar en la causa y finalmente en diciembre de 2018 la cerró definitivamente.
El único sobreviviente y la marcha de su gente
Joaquín, único sobreviviente, camina con su tía. Sostiene un cartel con las caras de sus amigos, los mira y vuelve la mirada hacia adelante, un tanto perdida. Rodea con su brazo a su tía Dorys y siguen.
“Doce años de la masacre de Carcova significa por lo menos un retraso de la justicia”, dice el diputado nacional y vecino de José León Suarez, Leonardo Grosso, y sigue: “Nosotros decimos una vergüenza de la justicia que ha obligado a esta comunidad y a las familias de las víctimas a recordar año tras años estos trágicos sucesos, nosotros vamos a seguir movilizándonos hasta que exista justicia”.
La primera movilización fue hace doce años, el 4 de febrero. Un día después de la masacre. Eran muy poquitos marchando hacia el lugar donde los asesinaron. “Desde ahí fuimos construyendo de alguna manera una alianza más grande que nos permitió hacer del pedido de justicia por los pibes de Carcova uno de los pedidos icónicos de la lucha por los derechos humanos en democracia, contra gatillo fácil y contra la violencia institucional”, expresó Grosso.
El sol se hace sentir cuando sale entre las nubes que por momentos lo tapan y alivian el calor. Luego de tres cuadras la avenida Central se va poniendo angosta, las construcciones se vuelven más precarias al paso de la marcha que al reducirse los espacios empiezan a amontonarse más los cuerpos, entre las paredes sin revoque, las chapas y los portones, la vereda se achica hasta desaparecer. Los cúmulos de cables enredados se amontonan en la esquina y se abren paso en todas las direcciones.
En la calle Maipú las columnas doblan pisoteando una montaña de basura que se instaló en la esquina para llegar por el fondo del barrio hasta la vía y de a poco acercarse al lugar donde sucedió el hecho, donde ahora hay una pequeña plazoleta con un monolito que homenajea a los pibes que no están y al único sobreviviente. Ese pequeño monolito que el año pasado fue restaurado por la artista local Teresita, este año está incompleto. Los mosaicos de colores dejan ver tan solo una parte de la palabra “justicia”. Barro, que se mezcla con basura y escombros, hoy las hamacas no se pueden usar, llovió. Pasillos, zanjas y el ladrido de los perros que acompaña el paso de las personas. “Hay juguito”, reza un cartel colgado de una reja que parece ser un pequeño kiosco.
Entre la plaza y las vías del tren, se estanca lo que parece agua y el viento acumula la basura sobre ella. Ahí en esa placita de ahora, hace doce años esperaban los pibes a que lleguen los camiones al CEMSE, cruzaban las vías y el Buen Ayre y se metían en la quema a rescatar lo que les podía ser útil para sobrevivir.
Se espera que llegue la justicia con cansancio de esperarla, con ansia de que llegue, “para poder descansar en paz”, dice una voz desde el micrófono donde se realiza el homenaje. Las palabras del padre Andrés amenizan la parada y una dulce canción que la hermana Patricia entona cierra el momento y la marcha sigue su recorrido hacia la capilla del padre Pepe, donde será el acto final y la lectura del documento.
Más luchas
Miriam Medina es parte de la organización “Madres en lucha”. Lleva en su pecho una imagen de su hijo, Sebastian Bordón, también asesinado por la policía. Sube al escenario que se instaló frente a la capilla junto a familiares de las víctimas y dice: “Doce años de injusticia, doce años de que la justicia mire para otro lado”. Cuenta que trabajó del otro lado, en Suárez y en Lanzone, fue docente de la escuela 13, 80 y 28 y sabe lo que significa la pobreza, el hambre y la miseria en los pibes.
“Es necesario cambiar esta policía que se lleva con su horror, con su manera de maltratar, hostigar, matar, desaparecer y torturar a nuestros pibes. No queremos esto para nuestra patria, no lo queremos más y necesitamos una ley contra la violencia institucional”. Explica también, agitando las manos y sacando desde adentro su voz que se expande por toda la cuadra, que son decisiones políticas lo que se necesita. Cambiar a esa justicia “atornillada” que imparte justicia para algunos y no para los que menos tienen. Dice que la lucha es para que estas cosas no pasen nunca pero nunca más en nuestra patria, “pero nunca más en serio”, enfatiza. Y termina, “lo peor en la vida ya nos pasó”.