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Detuvieron al dueño de una panadería por abuso sexual

Trabajadoras en riesgo: el desafío de romper el silencio

La causa muestra las formas que la violencia de género toma en los ámbitos laborales. De la mirada lasciva a la apropiación de los cuerpos, ¿qué hacer cuando la precarización y la dominación patriarcal son plataforma para este tipo de ataques? Además de la denunciante, otras trabajadoras del local vivieron situaciones abusivas y de extrema violencia por parte del acusado. Dónde pedir ayuda y qué tener en cuenta para hacerlo.

Por: Martina Wall*
Foto: SADO colectivx - Fotoactivismo de combate
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¿Cuántas veces dudaste sobre qué ropa ponerte para ir a trabajar pensando en cómo te iban a mirar o las cosas que te iban a decir tus compañeros y jefes? ¿Cuántas veces, sin importar qué ropa elegiste, recibiste igualmente esas miradas o comentarios desubicados sobre tu apariencia física o tu forma de vestir? ¿Y cuántas veces soportaste preguntas o comentarios sobre tu intimidad sexoafectiva, tu orientación sexual o tu identidad de género? ¿Contuviste las ganas de responder frente a esa actitud machista y violenta solo porque quien lo hacía era tu jefe y no querías perder el trabajo? 

En esta oportunidad, un hecho puntual viene a traer estas preguntas. Se trata de un caso de abuso sexual que ha tomado relevancia en la ciudad de La Plata por su gravedad y por la cantidad de trabajadoras que habrían sido víctimas de este tipo de ataques por parte de quien las empleaba, el dueño de una reconocida confitería ubicada sobre la diagonal 73 esquina 3 y 64. El hombre fue procesado y citado a indagatoria esta semana, diez meses después de que una de las mujeres que trabajó en la panadería lo denunciara. 

Seguramente las respuestas a las preguntas del primer párrafo son muy diferentes si quien esta leyendo es un varón cis o si son mujeres e identidades feminizadas. Y esta diferencia tiene que ver con que se trata de una de las modalidades en las que se materializa la violencia de género en el ámbito laboral. Un tipo de violencia que la ley 26.485 de Protección Integral hacia las mujeres describe como aquella que obstaculiza el acceso, la estabilidad, ascenso o permanencia en un puesto laboral para las mujeres y que puede adquirir distintas formas, incluso las más aberrantes como en este caso. 

«Nos tocaba a todas»

La denuncia radicada en la Unidad Funcional de Instrucción N° 2 de La Plata da cuenta de hechos ocurridos entre 2017 y 2019. Durante este período, la mujer sufrió primero situaciones de acoso y después situaciones de abuso concreto y una tentativa de violación (como se mencionaba antes de la reforma del Código Penal del año 1999). Cuando la denunciante comentó sobre esta presentación en una publicación de Instagram, otras chicas que habían trabajado en la panadería comenzaron a responder y contaron que habían atravesado situaciones muy similares. Algunas de ellas, finalmente, se presentaron como testigos en la causa en cuestión. 

Cuando declararon, las testigos hablaron sobre los abusos de los que ellas mismas habían sido víctimas cuando llevaban adelante tareas como limpiar el baño o hacer el reparto para el local. «Era habitual que él se sentará en un cuadrado a mitad de la escalera donde la cámara no enfocaba y a la pasada la tocaba, me tocaba y nos tocaba a todas. También nos decía cosas, nos acosaba o cuando nos saludaba lo hacía cerca de la boca o el cuello, había un manoseo excesivo. Nos encerraba en el baño que estábamos limpiando y nos acosaba e intentaba besarnos, meternos la mano en el corpiño, en el pantalón, nos apretaba, no nos dejaba trabajar tranquilas», relató una de ellas.

«Trabajé en ese lugar durante tres o cuatro años, tenía diecisiete años cuando comencé, a meses de cumplir la mayoría de edad. Los abusos comenzaron desde casi el inicio de mi trabajo en el lugar. Me mandaba mensajes, me pedía fotos desnuda, me decía que me extrañaba y que quería verme. Me tocaba ir a limpiar el baño y —una de las tantas veces— me encerró y agarró de un espacio, ubicado entre el techo y el cielorraso del baño, un gel íntimo, se lo puso en la mano y luego metió esa mano en mi vagina por debajo de mi ropa. Yo lo rasguñé, porque era un método de defensa seguro, ya que él mismo decía que no quería quedar marcado“, describió otra de las testigos.

La similitud de las formas de abuso que describen tanto las testigos como la denunciante evidencia que se trataría de una forma habitual de proceder, y habilita a preguntarnos ¿cuántas mujeres más han pasado o estarían pasando por esta situación?

El poder del patriarcado

Cuando hablamos específicamente de violencia por razones de género en el ámbito laboral, la precarización potencia los factores que hacen a la desigualdad entre trabajadoras y empleadores: algunos de ellos creen que estamos sometidas a su voluntad, laboral y sexualmente. Esta situación puede exteriorizarse en forma de comentarios desubicados sobre nuestros cuerpos, sobre nuestra forma de vestir, miradas alevosas y gestos violentos, e incluso configurar abusos sexuales, como los relatados por estas trabajadoras. La impunidad con la que se manejan quienes llevan adelante estas prácticas abusivas da cuenta de la naturalización de esta desigualdad.

Así como en la violencia de género doméstica se ponen en juego no solo la integridad física y psicológica de la mujer sino también la dificultad de la misma para tener autonomía y una independencia económica que le permita salir de esa situación, en el marco de la violencia de género laboral sucede algo parecido. Las mujeres que la sufren se encuentran en la necesidad de poner un freno a esa situación abusiva, pero a la vez son conscientes de que al hacerlo perderán el trabajo y con él la capacidad de subsistencia, razón por la que la posibilidad de alejarse de esa violencia se vuelve muy difícil. 

Esta situación se puede identificar también en los testimonios introducidos en la causa, donde dos de las chicas expresan esta dificultad de exteriorizar lo que les estaba sucediendo por miedo a perder el trabajo: “… al pasar me tocaba la cola por encima de la ropa y me daba besos en la boca a la fuerza, como necesitaba trabajar no decía nada de lo que estaba ocurriendo”, contó una de ellas.  “Me angustiaba porque no podía decir nada, necesitaba el trabajo. Él jugaba con la necesidad de las personas… aprovechaba cuando estábamos en el baño, porque era algo rápido para que nadie se diera cuenta”, dice otra. 

En esta lógica perversa pareciera que solo existen dos opciones: quedarse y “bancarsela” o renunciar y conseguir otro trabajo. En el medio, no se habla de derechos laborales ni de la posibilidad de denunciar estas situaciones abusivas e iniciar las vías legales y/o institucionales disponibles para ponerles un freno y además, obtener algún tipo de respuesta por el daño sufrido. 

DÓNDE RECURRIR

Es necesario hacer circular las herramientas disponibles para hacer valer nuestros derechos laborales, y por supuesto, el derecho a una vida libre de violencias. Y esa es una de las cosas que podemos hacer para cambiar estas lógicas: informarnos y difundir qué recursos existen para hacerle frente, así como también exigir la efectividad de los mismos, y sobre todo contar con una red de compañeras que apoyen nuestras voces para romper el silencio en el que estas situaciones tienen lugar. 

La línea 144 funciona las 24 horas, los 365 días del año y brinda asesoramiento y acompañamiento ante situaciones de violencia de género. 
También desde el Ministerio de Trabajo brindan asesoramiento a personas que sufran violencia laboral, a través de diferentes canales publicados en el sitio oficial del ministerio. 
Desde la cartera laboral, también se direcciona a la Red Territorial contra la Violencia Laboral, con contactos en cada provincia. Y también se puede escribir a: [email protected]

Muchas veces el funcionamiento de algunas vías institucionales puede ser deficiente, y es importante tener esto en cuenta para no generar falsas expectativas. A pesar de ello, hay que tenerlos presentes si queremos que quede un registro a nivel institucional de la violencia sufrida, lo cual puede servir a su vez para una posterior denuncia en sede judicial.

Pero no siempre se tiene la posibilidad o simplemente no se desea iniciar un proceso judicial, por lo que se vuelven fundamentales los espacios de asesoramiento y acompañamiento gratuito y/o interdisciplinarios. En este sentido, en la ciudad de La Plata específicamente, espacios como los Consultorios Jurídicos Gratuitos ([email protected] o (0221) 6442070/06 interno 115) o el Centro de Atención a Víctimas de Violencia de Género, ambos proyectos que funcionan dentro de la facultad de Derecho de la UNLP, son recursos a tener en cuenta para quienes no puedan costear un abogado o quieran un asesoramiento que no necesariamente se vincula con iniciar una demanda en el ámbito judicial. 

Para conocer otros recursos como éstos, son importantes las oficinas de género de cada municipio o localidad, así como las organizaciones barriales y los espacios feministas que pueden darnos información sobre lugares o personas a quien contactar ante estas problemáticas.

ASESORAMIENTO LEGAL, QUÉ TENER EN CUENTA

En cuanto a los recursos legales, es importante contactarse con abogades especialistas en cada fuero, ya sea en el ámbito laboral para denunciar las irregularidades propias de la relación de trabajo  y las violencias de género en ese marco; o en el fuero penal, en el caso de que se quiera denunciar la comisión de delitos en ese contexto. En primer lugar, es necesario poder contar con una escucha no revictimizante frente a las situaciones vividas, y ser representades por personas que con perspectiva de género y derechos humanos entiendan las estructuras de poder que están en juego (estructuras con sesgos de género y de clase), que son la base de estas violencias.

Pero también es importante pensar estrategias legales que den cuenta de esta violencia estructural que sufren las mujeres trabajadoras y exigir al Poder Judicial que el abordaje de estas situaciones tome en cuenta los estándares internacionales actuales en materia de género y derechos humanos. Sin ir más lejos, en el plano laboral,  la Organización Mundial del Trabajo (OIT) implementó en el año 2019 el Convenio n° 190 contra la violencia laboral y el acoso, que entró en vigencia en nuestro país en febrero del 2022. 

*representa a la denunciante junto a la también abogada Sofía Caravelos.