“De chico me decían Negro, porque soy mellizo y mi hermano era blanco”, dice el comunicador popular Oscar Castelnovo. La abogada Liliana Mazea, al igual que los y las históricas e históricos militantes le dicen Oscarcito. De pronto él y Rodolfo “Rodi” Grinberg se convirtieron en dos personajes de un guión para Netflix. De hecho, un compañero de Balbuena en el Cuerpo de Informaciones de la Policía Federal, —José “Iosi” Pérez, infiltrado en la comunidad judía en los años ‘80— tuvo su libro y su serie. Y Américo Alejandro Balbuena era el “Pelado”, ese que estaba en todos los conflictos y cortes de calles con su grabador de movilero.
Perycia aprovechó el cuarto intermedio determinado por el juez federal Daniel Rafecas, en el juicio oral y público contra Balbuena y sus jefes Adolfo Ustares y Alejandro Sánchez en el que fueron condenados a dos años de prisión por haber desarrollado tareas de inteligencia interior a partir de la infiltración en la Agencia Walsh entre 2002 y 2013, para dialogar con los protagonistas de esta historia: Castelnovo, de 67, con un hijo, “marxista-discepoleano”; y Grinberg, de 65 con cuatro hijos.
El Estado reconoció que espía ilegalmente
Pasaron diez años y Grinberg confiesa que temía enfrentarse “con este tipo”, volver a verlo. “Una vez lo vi en la calle y sentí miedo”, dice. Pero a medida que iba hablando en su declaración testimonial durante el juicio se empezó a sentir mejor. “No te mira nunca, no sostiene la mirada, me dí cuenta que Balbuena la estaba sufriendo”. El fundador de la Agencia de Noticias Rodolfo Walsh dice que no cree en la “justicia burguesa”, y al igual que todo el colectivo afectado por la infiltración de este agente de la Policía Federal, le parecen pocos los dos años que recibió de condena. Es que recién en 2015 fue modificada la ley de Inteligencia 25520, tras el escándalo del fiscal Alberto Nisman, y pusieron penas específicas más graves por su violación cuyo máximo son diez años. Al momento de la denuncia presentada por Myriam Bregman y sus compañeros del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ceprodh), sólo era posible aplicar incumplimiento de los deberes de funcionario público.
“Me pregunto qué hizo antes de estar en la Walsh, seguro tuvo otras misiones desde 1983, trabajó en Inteligencia de la Policía Federal desde el final de la dictadura”, apunta Grinberg. “Simbólicamente es bueno que haya sido condenado aunque sea a dos años, para que la sociedad y el Estado reconozcan que tienen gente espiando, todo el mundo lo sabe, es un secreto a voces que los servicios existen, ahora hay que avanzar en que la sociedad lo identifique y lo repudie, reclamar que se cierre ese cuerpo policial”.
«La sociedad se tiene que pronunciar»
—¿Y cree que esto (el cierre del Cuerpo de Informaciones de la Federal) será posible?
—Rodolfo: Recién hablábamos con Myriam Bregman y ella nos decía que ahora están mejor que nunca esos espías porque Aníbal Fernández los protege, los respalda. La sociedad se tiene que pronunciar, no se va a terminar por voluntad de un político.
—Oscar ¿cómo lo estás viviendo?
—Desde el principio con mucha mucha rabia. Lo ví sentado ahí, escuché la sarta de mentiras de sus abogados, las dilaciones que les permitió la justicia en diez años. El odio va creciendo. Dijeron que lo traté de manera impropia a Balbuena, es el colmo, que tenía que hacer, agradecerle por habernos infiltrado. Y dijeron que cuando mencioné que él propuso cubrir una misa de FAMUS (Familiares de Muertos por la Subversión) como un globo de ensayo, eso era una opinión. ¿Qué otra cosa puede ser sino un globo de ensayo proponer esa nota en una organización de izquierda como éramos? Lo hizo para hacer nuestro perfilamiento. Para mí dos años es un tirón de orejas, no es un castigo. Pero quiero agradecer y valorar el esfuerzo de los abogados y abogadas durante tanto tiempo para permitir este logro. Entiendo que es el máximo que tiene la justicia pero me sabe a poco, nos causaron un gran perjuicio. Aunque a ambos lados de la supuesta grieta todos digan que no, acá quedó demostrado que este cuerpo especial existe.
—¿Qué más se puede hacer?
—O: El jueves pasado marché con Norita Cortiñas en Plaza de Mayo, hablé del tema, y ahí tuve una muestra de cómo va a ser la condena social, que no va a caducar ni entrar en los vericuetos de la justicia burguesa, como dice Rodi. Va a estar en manos del pueblo, el escrache que va a sufrir. Vamos a dinamizar la condena social, porque no hay penas duras como sí las hay para los pibes que roban o tienen prisión preventiva. Nuestra pelea ahora es así, no estamos más en los ‘70 que el rector de la UBA era montonero, teníamos ejércitos. Sobre los pequeños ladrillos que dejemos otros podrán caminar mañana.
—R: Me preocupa que dentro de dos días nadie más hable del tema, no veo sencilla una condena social amplia. Mis vecinos no están ni enterados de este tema, ni idea de quién es Balbuena, no leen diarios ni miran la tele.
«Era mi amigo»
—En tu caso Rodi hay un agravante, ustedes ya se conocían como vecinos y compañeros de estudio ¿es así?
—Sí. Era mi amigo y de mi familia. Se metió en mi casa, obviamente, yo lo invitaba. Siempre tenía alguna nota o algo para hablar. Salíamos los cuatro con su mujer, mi compañera decía que lo quería. Fue un golpe brutal para nosotros. Su pareja tenía una hija adolescente, y venía a preguntarnos cómo manejarse con ella. En el cumpleaños de 15 de mi hija más chica vino e hizo el asado, era laburador, se había hecho querer. Cuando te caes de muy arriba el golpe es muy fuerte.
—¿Fue una estafa moral?
—R:Sí, totalmente. Me desestabilizó emocionalmente, en quién carajo había confiado, me costó volver a confiar en la gente.
—La defensa de estos policías insistió en que no hubo daño ni perjuicio. Más allá de que lo hubo para cada persona y organización espiada, la Agencia se disolvió.
—Veníamos con problemas y esto la terminó de liquidar. Dañó a toda la sociedad, además del perjuicio a mí y a las organizaciones con criminalización y represión, es el Gran Hermano que controla la sociedad, tenemos un ojo en la espalda que nos controla.
—O: Imaginate los familiares de Cromañón, te masacran un hijo y encima te meten un espía. ¿Qué peligro representaban? Me duele mucho, que este cretino lo haya hecho con nuestra credencial me dejó rabioso.
—R: Cromagnon fue clave para que cayera Aníbal Ibarra, creo que lo hicieron por eso.
—¿Oscar, es cierto que nunca te lo bancaste?
—O: En cierta medida sí. Una vez yo iba a hablar con un compañero que era pro Irán para decirle que la Agencia no era su lugar, porque éramos como un organismo de derechos humanos que defendíamos a las personas del Estado, y no al revés. Estábamos en la puerta con Balbuena, él me preguntó qué había traído para defenderme, porque el otro era corpulento, y le respondí que había llevado mi ideología. Entonces me empezó a tocar como si me estuviera palpando de armas. Le reproché qué estaba haciendo, que no me gustaba que me toquetearan. Obvio, con el diario del lunes te cierra. Pero era amigo de Rodi, que es incuestionable ayer, hoy y siempre. Conocí a su padre, un dirigente comunista, fuimos mil personas con claveles rojos al cementerio de San Martín cuando murió. Nunca iba a desconfiar. Éste aprovechó eso. Luego de la dictadura hubo una derrota axiológica, por eso le digo a la gente que no hay que relajarse. Me acuerdo que vos me dijiste, ‘en Página estamos pensando cuál será el nuestro’. Bueno, ésa es la actitud. No paralizarnos pero sí estar atentos, no puede ser que nos pase de nuevo.
—A Balbuena cuando lo presionaban se escabullía, ponía excusas si le pedían madera (la empresa familiar) o el crudo de una grabación. ¿Lo recuerdan así?
—O: Para mí fue determinante lo de la misa de FAMUS, no puede ser un error. Y cuando me palpó de armas, no existe hacer eso para un militante de izquierda, ni siquiera en joda. Se cubría con la amistad de Rodi. Eso es lo que ahora tenemos que cambiar, cualquiera puede ser. En Neuquén estuvo Raúl Tarifeño, que tuvo tres hijas con una compañera, infiltrado desde el Ejército en el MST. Un tipo carismático, era candidato a diputado, hizo cursos de marxismo, hacía las pintadas, se levantaba a las 4 de la mañana. Es un nivel muy loco de disociación. No sólo hay un cuerpo de espías de la Federal, cada fuerza tiene el suyo, y lo vienen haciendo desde siempre.
—R: Yo jamás desconfié de él. En la Agencia nadie desconfiaba, incluso tenía amigos. Lo conocía de vista, pero lo empecé a tratar en el 2002, no tenía formación política de izquierda, como la mayoría de los integrantes de la Agencia. Lo veía muy básico. Y lo atribuí a que luego del estallido de 2001 muchas personas se volcaron a la lucha, hicieron su primera militancia. Pensé que hacía docencia con él. En la Agencia había mucha diversidad ideológica, dentro del marco de la izquierda, recuerdo que sospechábamos de un muchacho que había sido cura y la Iglesia lo echó. Era muy verborrágico, y algunos compañeros se preguntaban, ‘che, este no será servicio’. Venía de la Teología de la Liberación, y resultó que nada que ver, se fue a Honduras cuando fue el golpe. Balbuena tenía el don de hacerse el simpático para llegar.
—Construyó un personaje. ¿Quién iba a dudar si estudió en ETER y estuvo en FM La Tribu?
—R: Claro. En mis primeras charlas me comentó que durante la dictadura hubo un asalto de Montoneros a una armería en la ruta en San Martín, y que él guardó gente en su casa para protegerla porque él era peronista, que no entendía mucho pero quería ayudar. Usaba esas cosas para entrar en mi lógica. Ahora creo que si fue así, los torturó.
—O: Yo me dedicaba al tema cárceles, daba talleres en Ezeiza y en Devoto, casi no lo veía a Balbuena. Hicimos pocas notas juntos, una fue un acto por Cromagnon, él grabó horas y era imposible usar todo eso. Me preguntaba tres veces lo mismo. Nunca sintonizamos. Nosotros éramos un medio popular y consideramos que la comunicación es un derecho humano, cualquiera puede ser comunicador. Él se aprovechó de eso.
Después de ser espiados
—¿Cómo siguió su vida?
—R: Periodísticamente no seguí. Intentamos revivir la Walsh pero no fue posible. Trabajé en Jóvenes y Memoria y en La Escuela va a los juicios. Ahora tenemos una editorial, Desde el pie, y me jubilé como docente. Volví al barrio, participo en una biblioteca y en la comisión Memoria, Verdad y Justicia de San Martín. En un acto del 24 de marzo me pasó que se acercó un grupo de militantes de Milei, que se acercaron a increparnos. En 27 años en escuelas nunca me había pasado, la derecha organizada, me impactó mucho.
—O: Después de la Walsh creamos la Agencia para la Libertad, y ahí seguimos con los temas sobre cárceles y antirrepresivos. En 2013 me echaron de las cárceles, el entonces jefe del Servicio Penitenciario Federal Alejandro Marambio dijo que yo era un enemigo de la fuerza, y no pude seguir haciendo los talleres que hacía con la UBA. Me amenazaron con ponerme en el taller una puñalada, dos kilos de merca o un muerto. Fue un aviso. Esto no es una democracia, no hay revocatoria de mandato ni plebiscito vinculante, sin control de procesos por ejemplo de precios por parte del pueblo, que no puede comer carne ni tomar mate. Y encima nos meten espías.