El martes 16 de mayo de 2023 ocurrió un punto de inflexión en la historia de aquello que popularmente se denomina “causa armada”: después de pasar cinco años preso Marcos Baźán fue absuelto por el femicidio de Anahí Benitez.
Si la historia de Fernando Carrera, que fuera retratada en el documental Rati Horror Show, es una suerte de paradigma de esta problemática, el derrotero del “Caso Baźan” tiene otras aristas: dio cuenta de la dudosa producción de pruebas y de falsos “especialistas”. Las pruebas que produjo un perito canino, sin ningún tipo de rigor científico ni protocolar, van a llevarlo a la cárcel por más de cinco años, hasta octubre de 2022.
En el segundo juicio se planteará no sólo la falta de validez de estas pruebas sino también su manipulación. Y esto, es importante decir, no se trató solamente de un problema o un error técnico: las pruebas se produjeron de manera direccionada para culpar a Bazán de un crimen que no cometió. En un plazo de dos años Bazán fue condenado en un juicio que la Casación anuló para luego ser acusado en este segundo juicio en el que finalmente fue absuelto.
Lo que parece un trabalenguas es un muestrario de cómo opera el sistema de justicia actual.
Quiero mencionar cuatro puntos para pensar qué nos dice el caso de Marcos Bazán sobre el sistema de justicia en general y sobre las “causas armadas» en particular. La lista podría ser más extensa y la invitación es justamente a seguir pensando.
I. Las recurrencias en las causas armadas
Desde el año 2018 investigo el fenómeno de las “causas armadas” en algunos barrios del área metropolitana de Buenos Aires. El vocablo “causa armada” apareció reiteradamente en un trabajo de campo en zonas segregadas del partido de San Martín: cuando consultaba por la violencia del Estado muchos/as entrevistadas comenzaron a relatar episodios sobre la Justicia, pero especialmente sobre el “armado de causas”. Producto de este trabajo —en curso— fui recolectando clasificaciones y tensiones que giran en torno a la idea de causa armada.
Estar engarronado, ser un perejil, que te empapele la cana, comerse un garrón. Es común escuchar a personas pŕivadas de su libertad hablar sobre el armado de causas. Nombres populares, formas de clasificarlas y entender a las “causas armadas” circulan abundantemente en el espacio carcelario. No es lo mismo ser un «perejil» (una persona que no tiene vínculo alguno con el delito por el que es condenado) que ser «empapelado por la cana» (muchas personas que cumplen condenas por ciertos delitos alegan estar en verdad «pagando un delito anterior»).
Pero no sólo las personas privadas de su libertad mencionan el problema de las causas armadas. La antropóloga Inés Mancini narra en sus trabajos cómo los familiares de presos distinguen a quienes tienen una “causa armada” de quienes cumplen condenas por delitos. Acompañar a esos casos supone, sostiene Mancini, distintas estrategias por parte de los familiares.
Una mirada sociológica sobre las causas armadas me permite pensar en ciertas recurrencias sobre quiénes, cómo y para qué las hacen, paso a detallar las siguientes:
- Casos resonantes. El “armado” de causas está muchas veces vinculado a casos resonantes. Homicidios que repercuten en la esfera pública, que conmocionan.
- La urgencia. Muchos entrevistados sostienen haber sido víctimas de una causa armada ante la urgencia policial-judicial de encontrar responsables. Los tiempos de la justicia parecen acelerarse en estas oportunidades. Una justicia «ansiosa» se torna errática.
- La impericia como sistema. Algo que el caso de Bazán evidencia es el escaso control en la producción de la prueba. Parte del alegato de la defensa dio cuenta no sólo de la falta de validez de las pruebas presentadas en su contra sino y, muy especialmente, de lo errático de su producción. Si bien la “impericia” aparece en casos como los de Bazán donde un adiestrador de perros parece no haber seguido ni uno de los protocolos que incumben a su expertise, creo importante mencionar que en en otros casos — quizás los más frecuentes— no se trate de errores técnicos los que devienen en el armado de una causa. Me refiero a lo que comúnmente se llama “ser empapelado”: el armado de causas judiciales con el beneplácito policial-judicial. Un mundo de arbitrariedades que sobrepasan los límites del error técnico: “una devolución de gentilezas”.
II. ¿A cualquiera se le arma una causa judicial?
¿A quién se le «arma» una causa? En este punto creo estamos frente a una diversidad que no debemos desatender. Por un lado, personas vinculadas al mundo del delito alegan que su estatus (‘ser chorro‘, por ejemplo) fue el detonante para ser víctima de una causa armada. Por otro lado, también un joven sin historial delictivo, como Marcos Bazán, puede ser el blanco de un armado judicial.
Durante el año 2022, con Inés Mancini realizamos cerca de 25 entrevistas a personas privadas de su libertad en el Penal N° 48 de José León Suárez (Buenos Aires). A riesgo de simplificar los resultados que hemos recolectado, registramos que en muchos casos quienes alegan haber sido víctima de una “causa armada” son sectores populares desprovistos de las herramientas legales y simbólicas para desandar el circuito de la causa judicial.
Es justamente en este trabajo de campo que entrevisté en varias oportunidades a E., que cumple una condena perpetua y sostiene que paga un homicidio que no cometió. Con una larga trayectoria en el mundo del delito, E. lleva diecisiete años preso y sostiene que no hay pruebas que sostengan su detención y menos aún su culpabilidad. La de E. no es una historia descabellada dentro de la cárcel. Es posible escuchar varios testimonios como el suyo: atrapados en un laberinto judicial esperan que algún día alguien crea en su palabra. “Causa armada” y espera parece ser una separación imposible para muchos de ellos/as.
III. ¿Cómo defenderse?
Sería un error decir que la causa en la que estuvo imputado Marcos Bazán tiene un final justo. Pasó cinco años preso, acusado de ser partícipe de un crimen atroz. Su vida, sus gustos, sus intereses fueron puestos bajo la lupa corriendo, todo el tiempo, el eje del problema: el femicidio de Anahía Benitez .
Pero mientras su vida estaba bajo escrutinio, Bazan tenía una certeza: no era culpable. Dice en una entrevista al Diario Unión que en principio creyó que al decir la verdad le creerían. Que se desarmarían las capas de mentiras. Pero eso no sucedió. Pasaron los días, las semanas y Baźan continuaba preso acusado de ser partícipe de un femicidio.
La otra certeza que tenía era que su círculo íntimo creía en su inocencia. Esto puede parecer menor, pero en una causa como la de él resulta central: su entorno fue clave no sólo para sostener su versión de los hechos sino también para tejer alianzas claves con otros espacios y actores. Esto permitió llegar al Proyecto Inocencia Argentina quienes le brindaron patrocinio jurídico clave con un equipo conformado por Manuel Garrido y Camila Calvo a la cabeza. Pero también, con el apoyo de Pensamiento Penal y de personalidades destacadas como Nora Cortiñas. Lo que este caso nos dice es que nadie se salva solo de una causa armada.
IV. Sin justicia para Anahí Benitez
Anahí cursaba 5to. año del colegio secundario cuando desapareció. Familiares, amigos, compañeros salieron a buscarla con la urgencia y el dolor que esto conlleva. Las estadísticas avalan esa desesperación: un informe de la Defensoría del Pueblo sostiene que en el 2022 se produjeron 242 femicidios (dando un promedio de cuatro mujeres, niñas o personas trans son asesinadas por semana por razones de género).
El cuerpo de Anahí aparece semienterrado en la reserva Natural Santa Catalina ubicada en Llavallol. Un extenso bosque natural rodeado de algunas fábricas lo suficiente inhóspito para ser el lugar donde enterrar a una joven buscada intensamente.
Por su muerte y por el abuso sexual del que fue víctima, en el segundo juicio, fue condenado a prisión perpetua Marcelo Villalba. En los juicios fueron nombradas otras personas como partícipes; varios testigos mencionaron rumores, conversaciones, movimientos que involucran a más personas en su trágico desenlace. La condena a perpetua a Marcelo Villalba parece incompleta, un rompecabezas sin varias piezas.
Debemos abogar por un sistema de justicia que trabaje honesta y profesionalmente en la búsqueda de los responsables y más aún que no fabrique culpables en su derrotero. Justicia por Anahí implica procesar a los culpables y también dar cuenta de los errores y disfunciones del sistema judicial.
*Coordinadora del Núcleo de estudios sobre violencias en la Escuela IDAES – Universidad Nacional de San Martín – CONICET