Ella y su mamá sobrevivieron a un centro clandestino durante la última dictadura: Teresa Laborde creció con su familia biológica y Adriana Calvo se convirtió en una de las más aguerridas activistas de los derechos humanos y de la lucha por el juzgamiento de los genocidas. En cambio Cristina Navajas sigue desaparecida y su hijo fue apropiado, es el nieto 133, cuya historia Abuelas de Plaza de Mayo dió a conocer hace poco más de un mes. Por esas vueltas de la vida, ahora el hermano de ese hombre, Miguel “Tano” Santucho, está en pareja con Teresa.
“Fue un remolino de emociones y alegrías, conozco la historia desde que tengo uso de razón, porque mi mamá (Adriana Calvo) antes de ir a declarar [en el Juicio a las Juntas] nos contó todo. En el programa de la Conadep está su testimonio, iba a salir en la tele, mi hermana que tenía 12 o 13 años se asustó, quería irse a Italia con los tíos”, dice Laborde en esta entrevista con Perycia, que será una montaña rusa de risas y llanto.
Ese testimonio que el público en forma masiva conoció recientemente con la película 1985 habla de una mujer embarazada que tuvo que parir en un Falcon con los milicos sobre su panza, a la que le hicieron limpiar su placenta con su beba —Teresa— tirada en el piso, sucia y muerta de frío.
En El Pozo
“Mi mamá nos cuenta la anécdota de ellas tres en el Pozo de Banfield, lo que se sabe es que nos dejaron dos horas en el auto, con todo abierto, hacía frío, yo tirada en el piso del Falcon, mi mamá todavía maniatada y vendada. Ella siempre decía que salió de ese lugar gracias a las compañeras, pero en especial a Cristina Navajas, la mamá del nieto 133, a Manuela Santucho, que es la tía, y Raquel Alicia D’Ambra.
—¿Estaban embarazadas Cristina y Raquel?
—Sí, pero cuando llegó mi mamá ya no.
—¿Cómo se los contó siendo ustedes tan chicas?
—Era un cuento de malos malísimos y ellas eran las buenas buenísimas. La protegieron, levantaban el ánimo a todas las compañeras, me dieron de comer a mí, la comida venía cada tres días y ellas le donaban su ración. Cuando me quisieron llevar, Manuela organizó un motín, llamó a las compañeras para ponerse delante de mi mamá y de mí, y que los guardias no nos llevaran. Y después como no me entregaron tiraron una pastilla de Gamexane (pesticida) en esos lugares tan chiquitos donde las hacinaban, no se les puede decir ni siquiera calabozos. Y ellas me protegieron con sus cuerpos para que yo no respire el veneno. Siempre supe que mi vida se la debo a ellas (solloza).
—¿Cómo fue la lucha de su mamá?
—Ella buscó mucho a los hijos de esas compañeras, pero en especial al hijo de Cristina, porque había un testimonio de una sobreviviente que la escuchó decir en un traslado “soy Cristina Navajas, cuñada de Robi, estoy embarazada de seis meses”, pero cuando mi mamá llega ella no tenía a su bebé. Y no le dijo cuando había parido. Le pregunté si esas mujeres me habían amamantado, si Cristina me había amamantado. Como no le habló de su hijo no sabemos qué nombre le habría puesto. Mi mamá se acercó a todas esas familias de las compañeras, así que conocí a la familia Santucho, esas familias terminaron siendo familias adoptivas mías. Me hice amiga de María Santucho, que estuvo exiliada, sabía que el Tano había vuelto de su exilio en Italia, y buscaba desesperadamente a su hermano, con la abuela Nélida Navajas.
Julio Santucho [el papá del nieto 133] habló muchas veces con mi mamá, pero como mi mamá era científica para ella lo que no está comprobado no existe. No podía afirmar que Cristina había tenido un hijo, menos al Tano para no sembrarle una falsa expectativa. Julio pensaba que ese bebé nunca había nacido. Ahora hace más de un año que estoy en pareja con el Tano, esas cosas de la vida (risas). Él terminó la secundaria y vino para acá, decidió quedarse a ayudar a su abuela Nélida. A su muerte, en 2012, él tomó la posta. Él la agarró pero en la familia Santucho, dicho por María y por el primo Diego Genoud, el Tano buscaba un fantasma. De las figuritas del álbum de Abuelas el hijo de Cristina era el más difícil.
—¿Cómo fueron sus primeras conversaciones?
—Fueron muy duras. Mamá tenía la certeza de que el hijo de Cristina había nacido, pero tuvo que hacer un balance entre no darle falsas esperanzas, como quería el padre, para que no estuviera atado a esa búsqueda, pero tampoco se las sembró. En la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos busqué declaraciones de mi mamá, y ella dice que Cristina no le contó sobre su hijo para no sembrarle el temor de que me llevaran a mí. Así de grande era la solidaridad, le cuidó la psiquis. Puso el cuerpo, le dió su comida y decidió no pasarle su angustia. Me acunaban, me cantaban, me hacían morisquetas como si estuvieran en una plaza. Por eso para mí que haya aparecido es un montón.
Teresa suspira y hace una pausa.
Derecho a la identidad: “un avance que no te lo saca ni la tele”
—¿Ya lo conocen (al nieto 133)?
—Sí, pasamos tiempo juntos. Al final estábamos muy cerca, a dos cordones del conurbano. Él debe haber nacido en febrero y yo llegué al Pozo el 15 de abril. Los perversos de la patota del grupo de tareas de Lanús que se lo apropiaron lo anotaron como nacido un 24 de marzo. Pero les salió el tiro por la culata porque él fue a averiguar a Abuelas después de uno de esos aniversarios del golpe de Estado.
—¿Lo movilizó?
—Claro.
—¿Hay un mensaje político y social en cada recuperación?
—Por supuesto, aunque suene trillada la frase, el mensaje es que la única lucha que se pierde es la que se abandona, la organización es fundamental. Este nieto recuperado tiene dos hijas, las dos escucharon la historia de Abuelas en la escuela. Eso es político. Mi mamá me enseñó que político no es partidario. Después de la película 1985 (N.d.R:el film enfoca en toda su crudeza el testimonio de Adriana Calvo) como un disparador, voy todos los días a dar charlas a bachilleratos, secundarios, los nietos y nietas recuperadas hacen lo mismo. También les llega por los medios y por las redes. Es muy distinto buscar en forma colectiva que en soledad. Viví toda la vida preguntándome cómo hubiera sido mi vida si me apropiaban. Por qué a ellos les tocó y yo tuve la suerte de salir del infierno con mi mamá. Abuelas es un lugar adonde ir a preguntar, eso es político, un avance en territorio que no te lo saca ni la tele.
El embarazo de Cristina era reciente, cuando tuvo un retraso le escribió la carta a su marido Julio, que la encuentra la abuela Nelly, que por eso se acerca a Abuelas. El nieto 133 fue a buscar y encontró. Pero hay muchos que van y no encuentran. Por ser hija de Adriana Calvo también se me acercan personas con dudas, que fueron a Abuelas y nada. Entonces ahí políticamente hace falta hacer una jugada clave, creo que es el legado de Abuelas por el derecho a la identidad.
—¿Qué sería?
—Ampliar el Banco de Datos Genéticos. Eso tiene que estar en manos del Estado no de un laboratorio privado. Entiendo que puede implicar más dinero, pero hay que hacer en todo caso una nueva ley para que todos aquellos que no coinciden con las 400 muestras, de las 400 familias que buscan y que dejaron su ADN ahí, puedan tener una respuesta también. Hay muchos casos en los que desaparecieron a toda la familia o la madre quedó aterrorizada o los robaron de hospitales, y la Conadi (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad) no tiene la misma infraestructura tecnológica ni económica para cruzar los datos como se hace con las muestras de Abuelas. Si rebotaste en Abuelas, vas a Conadi y es otra cosa, ahí NO están las muestras de todas las personas que buscan. Clara Petrakos que busca a su hermana Victoria, la hija de María Eloísa Castellini, hizo una investigación de la cantidad de personas en esa situación (que fue a Abuelas, rebotó y no sabe hijo de quién es): son cerca de 16.000.
—¿Esa ampliación también podría dar respuesta a las desapariciones forzadas en democracia?
—Absolutamente. Tiene que haber una ley por el derecho a la identidad, no puede ser exclusivo de los detenidos y las detenidas desaparecidas de la dictadura. Hay que dar un respaldo a todas las personas de mi generación que tienen dudas de ir a Abuelas, porque si ahí no encuentran coincidencia tiene que haber otra salida. Entonces, alentamos a que pregunten pero luego en la realidad no hay contención si no viene la respuesta. Para eso hay que ampliar el Banco Nacional de Datos Genéticos.
—¿Qué pasa con los apropiadores?
—Ahí también hay que avanzar. En este caso está vivo, hay que ir a buscarlo y preguntarle cosas. No tenemos la esperanza de que se arrepientan, sabemos que ya tienen 90 años y pondrán un abogado para que diga que está senil. Pero el interrogatorio hay que hacerlo igual, hay gente que sigue buscando nietos y nietas, él puede tener mucha información. No se puede quedar en ‘lo encontramos y ya está’. Tiremos de esa punta del hilo a ver qué pasa. Sin embargo, en un sentido me da miedo porque a un Santucho no se lo dan a un pichi. A este señor apropiador mi mamá ya lo tenía fichado, y después de la desaparición de Julio López hay que tener mucho cuidado. Hay quienes lo quieren ir a buscar, en todo caso tomando cuidados y con estrategia. Mi mamá siempre decía que era mejor la capa de visibilidad que la de invisibilidad. Pero igual hay que buscar formas de protegernos.
—¿Cree que el Estado debería acompañar eso con un dispositivo eficaz?
—Sí. Pero no lo digo para que este nieto se dé a conocer, pero sí el caso. De hecho, estaba en la conferencia de prensa pero lo camuflamos, entre el millón de amigos que tiene el Tano (se ríe), es que fue tan hermoso que no se lo podía perder. Y la familia Santucho, que son otro millón (risas). A él lo preservamos, él lo prefiere así. Ahora entiendo que mi mamá buscaba personas y justicia, para poner un límite y que no vuelva a pasar. Las Abuelas y los hermanos buscan personas. Son dos cosas diferentes, para encontrar personas hay que tener cintura como para bailar lambada. Antes no lo entendía, si vas con los tapones de punta no llegás a muchos lugares.