Nos toca escribir de noche, con una luna partida al medio y un monstruo abominable respirando en la ventana. La tele y las redes acaban de escupir los esperados porcentajes. Sin vueltas y antes de las 21, la hora prevista: Javier Milei supera por casi 12 puntos a Sergio Massa y se transforma en el presidente electo de la Argentina.
Lo admitimos, sin vergüenza: temblamos de miedo. La Libertad Avanza nos golpea en el vidrio y se prepara para entrar el 10 de diciembre, cuando se cumplan 40 años exactos de haber recuperado la democracia y se conmemore el Día Internacional de los Derechos Humanos.
Quienes integramos Perycia, hacemos “periodismo sobre justicia” desde hace casi siete años, recuperando las historias que se esconden “detrás de los expedientes”. Hijas e hijos de la crisis y los despidos macristas, formamos un colectivo de comunicación con una agenda que creíamos urgente: el lawfare, los femicidios (uno por día), el lento camino de los juicios por delitos de la Dictadura, la imparable violencia institucional, los crímenes ambientales, los abusos eclesiásticos…
La de esta noche, es la segunda gran amenaza a la democracia que nos toca cubrir. La primera, que no llegó a explotar, que se presentó larvada y terminó inconclusa, ocurrió en septiembre del 2022, cuando Fernando Sabag Montiel gatilló a centímetros de la cara de Cristina Kirchner, la vicepresidenta y dirigenta política con mayor caudal de votos para las elecciones de este año, que dos meses después fue condenada e inhabilitada para ejercer cargos públicos.
La segunda gran amenaza es ésta, más concreta, tangible, filosa, de la que no se conoce fondo y a la que todavía no terminamos de entender. La fórmula presidencial encabezada por Javier Milei y Victoria Villarruel llega al gobierno con el apoyo público de los genocidas condenados por torturarnos, violarnos, desaparecernos, arrojarnos al mar y robarnos bebés. Vienen a reivindicar la Dictadura y el terrorismo de Estado, vienen a vender todas las empresas del Estado, a arancelar la educación y la salud, a reprimir al que corte una calle para clamar por los derechos que ellos les quitarán. También vienen a liberar armas, a atentar contra el derecho al aborto, a rifar órganos, a entregar las Malvinas, honrar a criminales de nuestro pueblo como Margaret Thatcher y someternos a Estados Unidos e Israel, dos potencias militares protagonistas por estas horas de matanzas que arrasan con el equilibrio global.
Como contó Perycia, en los últimos tres meses, algunas de las palabras más repetidas en los grupos de Telegram de votantes y fiscales electorales de Milei son “Dictadura” (126 veces), “Videla” (51 veces) y “Bala” (42 veces). Son masacradores seriales, porque también defendieron en campaña el exterminio del General Roca en la Patagonia y, más al fondo del tiempo, la matanza de los conquistadores españoles.
En el cierre de un agobiante y pavoroso año electoral, finalmente el pueblo votó a un economista que dedicó su vida a asesorar a poderosos empresarios, genocidas devenidos en diputados y saqueadores de las jubilaciones de nuestros viejos y viajes, al mando de las AFJP. Muchos lo eligieron como el salvador, agobiados por una inflación que castiga, por un modelo político que viene excluyendo desde hace largos años y salarios que se derrumban.
Dicen los libertarios que “donde hay una necesidad no puede haber un derecho porque eso tiene un costo”. También dicen que la justicia social es una “aberración”. Y seguramente ahí esté una de las claves. En 40 años de democracia no se lograron derechos para todas las necesidades ni justicia social para la mayoría de los habitantes de este país. Así, la frustración se convirtió en enojo, rabia, bronca y odio. Tocará también, el mea culpa: los votos a la ultraderecha tampoco fueron magia.
Hubo otra noche igual que ésta. Fue el domingo 30 de octubre de 1983. Desde un balcón del Comité Nacional de la UCR, habló ante una multitud Raúl Alfonsín, en su primer discurso como presidente electo. Fue el día que en Argentina volvimos a votar después de siete años de Dictadura.
“Levantamos banderas de convivencia democrática, levantamos banderas de justicia social, de solidaridad y de ayuda fraterna —dijo un mesurado Alfonsín—. No va a ser nada fácil, pero no habrá nada imposible para un pueblo absolutamente resuelto a que la Argentina ocupe el lugar que le corresponde”.
Ese domingo, el título de la tapa de Clarín, olvidando su explícito respaldo a la Dictadura, fue en primera persona: “Llegamos”. Hoy son ellos los que llegan. Ya están acá. La noche avanza y la bestia empuja la puerta.
Cuesta mucho escribir cuando en realidad no hay palabras. La noche nos pasó por arriba. Nos daremos el tiempo necesario para duelar las pérdidas, y luego tocará abrazarnos en la oscuridad y empezar a caminar juntos y juntas. En nuestro caso, como medio de comunicación popular, comunitario, será la hora de multiplicarnos, sostener la información como derecho sagrado y producir el mejor contenido posible para la reconstrucción democrática.
Es hora de resistir. Una vez más.