La Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) fue fundada en 1974, en Estados Unidos, para organizar la reacción contra el aborto legal, luego de que el fallo Roe vs. Wade habilitará ese derecho en el país. Su nombre y su origen son claros, además de soporte del partido Repúblicano en Estado Unidos, la CPAC es una de las diversas asociaciones, conferencias y foros internacionales que comparten a la vez su pasión capitalista y su cruzada autodenominada “batalla cultural”, en “defensa de los valores tradicionales”, o “Dios, familia y propiedad”, en su versión más explícita. Elija su propia aventura, en todas las versiones las mujeres, las personas lgbtiq+, niñeces y adolescentes -rehenes en cuyo nombre se construye un pánico sexual-, jubilades, personas precarizadas o que padecen enfermedades de tratamiento costoso son el nuevo enemigo. Tanto por ser consideradas una amenaza -feministas, identidades trans, familias no heterosexuales, defensoras de los derechos reproductivos y no reproductivos, etc- como por necesitar atención desde el Estado, al que sueñan pequeño, muy pequeño.
La CPAC tendrá su primera edición en Argentina, hoy 4 de diciembre, en Buenos Aires. Será un anticipo del cumpleañitos de Javier Milei que el 10 celebra un año de experimento libertario. En el Hotel Hilton recibirá a una importante delegación de la primera línea trumpista como los esposos Matt y Mercy Schlapp, Lara Trump- nuera de Donald y presidenta del Comité Nacional Republicano-, Kary Lake- ex candidata a senadora por el Partido Republicano, Ron Paul- ex congresista republicano y líder del Partido Libertario en EEUU, Barry Benet- consultor político de Trump- y otras estrellas de la ultraderecha global como Santiago Abascal (VOX), Jair Bolsonaro y su hijo Eduardo -el que le dió a Milei, en la CPAC de Camboriú este mismo año, la «medalla de las tres í» de la erección siempre lista y el culo intocable-, Vajk Farkas– presidente de la CPAC Hungría y Director del Centro de Derechos Fundamentales en Madrid– figura clave en el movimiento conservador europeo, o el mexicano Eduardo Verástegui, anfitrión de la CPAC de México y quien desde hace mucho tiempo intenta ocupar- de forma fallida- el liderazgo de la ultraderecha mexicana.
Del lado argentino un dream team de fanáticos de la motosierra, la represión desatada, el conservadurismo integrista católico y la violencia en las redes sociales nombrada como libertad de expresión se ordenan detrás de Javier Milei, su ministro de Economía, Luis Caputo, de seguridad, Patricia Bullrich y el presidente de la flamante nueva Fundación Faro, Agustín Laje, ideólogo predilecto del antifeminismo y la homofobia en buena parte de América Latina y España. Detrás siguen El Gordo Dan -Daniel Parisini, presentado como “influencer libertario”, el polémico secretario de Culto y Civilización de Cancillería, Nahuel Sotelo, el diputado nacional libertario, Santiago Santurio y el tuitero con cargo de legislador provincial, Agustín Romo.
“¡Nunca se vio en Argentina un evento político de este calibre!”, se enfervoriza Soledad Cedro, la “CEO” de esta CPAC que, como todas, tendrá de anfitriones a sus creadores: Mercedes, “dueña”, dice en algunas redes de su relación con la conferencia y Matt Schlapp, marido y presidente de la CPAC. También se promete que la fiestita del trumpismo y el mileismo -dándose la mano de punta a punta del continente- será “masiva”, aunque no lleguen a apagar las velitas algunos líderes de la alta derecha latinoamericana como Nayib Bukele (El Salvador) o Antonio Kast (Chile)- presidente de la “Red Política de Valores” (PNfV)– quien está realizando su propio encuentro en Madrid- la VI Cumbre Transatlántica “Por la libertad y la cultura de la vida”-, logrando reunir a los principales representantes conservadores de cada país. Desde Argentina, fueron oradores Nahuel Sotelo y el diputado nacional provida Nicolás Mayoraz. Entre ellos se aplauden, se empoderan y se retroalimentan.
La “batalla cultural” se entrena en estas conferencias que cada vez suceden más seguido y se expanden en diversos países. Solo este año se realizaron dos en EEUU -en febrero y noviembre, está última con Donald Trump ya como presidente electo-, una en Hungría, abril; en Brasil en julio, en México en agosto, ahora en Argentina y en diciembre también en Japón. Algunos “escándalos morales” son evidentes frutos de esta coordinación que se cuece entre conferencias, financistas y aplaudidores de turno. Por ejemplo, durante los juegos Olímpicos de París, el 1 de agosto de este año, la boxeadora argelina Imane Khelif fue acusada de ser un hombre que “golpeó con fuerza descomunal” a su contrincante italiana Angela Carini y la sacó del ring en tan solo 46 segundos. Ese mismo día, en una acción coordinada de 10 mil cuentas de X se consiguió que el nombre de la boxeadora fuera mencionado 2.3 millones de veces. Contaba con nombres fuertes para poner el grito en el cielo contra “la ideología de género”, la cual suponía había puesto a pelear a un hombre contra una mujer para verla de rodillas. Líderes políticos como Giorgia Meloni, su ministro de salud y mentor de la presidenta italiana, Matteo Salvini, la escritora J.K. Rowling, influencers en Hungría, Rusia, EE.UU, el mismísimo dueño de X Elon Musk y por supuesto, Javier Milei, Agustín Laje y toda su horda de tuiteros libertarios participaron en el Fake News colectivo. Imane Khelif es una mujer cis que ya había competido en Tokio 2021, pero la transfobia coordinada internacionalmente se la llevó puesta.
Otro ejemplo más reciente: Mercedes Schlapp lleva una cruzada contra el derecho a la identidad, se ha subido en la diatriba contra el acceso de las infancias y adolescencias a la autodeterminación de género, pero el 1 de noviembre de este año también escribió una nota denunciando que en las cárceles de EEUU “con nuestros impuestos”, se consiguen privilegios para presos que quieren cambiar de género. En el mismo mes de noviembre, Victoria Villarruel se espantó por un caso de violencia sexual dentro de un penal para decir que un hombre se había hecho pasar por mujer para violar, que quien “defiende la ideología de género es un degenerado” y que los iba a perseguir “mientras me quede sangre en el cuerpo”. Hace una semana Milei y Patricia Bullrich anunciaban con bombos y platillos que las personas detenidas no podrían pedir “cambio de pabellón” ni “ningún privilegio” por la ley de identidad de género. Como si ser trans o travesti dentro de un penal hubiera sido alguna vez una ventaja.
Otra de las expositoras de la CPAC Argentina, Kari Lake, además de ser ex candidata a senadora por la lista de Donald Trump y presentadora de televisión en Arizona, es experta en reunir a madres de las escuelas para alertarlas contra “la sexualización temprana” de las niñeces a través de la versión estadounidense de la Educación Sexual Integral, así como sobre el peligro que significa que “un varón entre al baño de niñas”. La última avanzada contra la ESI en nuestro país también fue a través de un escándalo sobre supuestos libros que “promueven la sexualización temprana de los niños y niñas”, aunque Cometierra, de Dolores Reyes; Las Primas, de Aurora Venturini; o La China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara, entre otros, fueron comprados por la provincia de Buenos Aires para ser usados en bibliotecas escolares de nivel secundario y no forman parte de ninguna currícula. La censura en defensa de la libertad de expresión contra la autonomía de las infancias.
¿Son los valores religiosos los que los movilizan? Invocan a un dios misericordioso pero sus “valores tradicionales” están puestos únicamente al servicio del mercado. Especulan con los pánicos morales y los explotan con el fin de demoler el acceso a mínimos derechos básicos. Hablan en nombre de la libertad de las mujeres, pero las convocan a salir del mercado de trabajo para privatizar el cuidado. Canalizan la frustración, indignación e incertidumbre capitalista con promesas de seguridad ancladas en una moralidad impuesta y la idealización de una supuesta tradición pasada inexistente. Alarman a familias inventando infancias en peligro para justificar sus unilaterales guerras espirituales. Pero las familias e infancias están en peligro sin autonomía de decidir cuidar y ser cuidados en libertad. Al final, lo único que buscan es privatizar el cuidado y disciplinar a las maternidades. Una muy buena receta para desarticular la presencia del Estado.
Detrás de esa idea del “estado mínimo” -también le dicen limitado- está el desamparo de las clases populares y entre ellas los grupos más vulnerables. Si Milei es el “John Lennon de los conservadores”, como lo comparó la CEO de la CPAC Argentina, es porque en su propia batalla cultural el 1% de la población que desde 2020 concentra el 63% de la riqueza del mundo está compuesta por “benefactores sociales”, dispuestos a suplir el rol del Estado con la única condición de controlar la distribución de ese otro 37%. La gran receta mágica del mercado es reemplazar la intervención social por la construcción de un adecuado “Capital Humano” desde el vientre de la familia, con el fin de recuperar el capital “dañado” por las políticas públicas de un Estado demasiado presente. La justicia social es una “aberración” y un invento de los “comunistas” del siglo XXI, quienes sólo actúan como “gerentes de la pobreza”. Javier Milei es una Rockstar que promete un emprendimiento de la gestión de las necesidades y que hasta ahora conserva la adhesión de quienes padecen sus políticas de ajuste en nombre de un sacrificio que no se ve recompensado más que con el ataque a otros grupos a los que se estigmatiza como peligro moral, burócratas o usurpadores de los impuestos ajenos, tal como calificó al feminismo y a la supuesta “agenda woke” en uno de sus primeros discursos en Davos. Fue aquel día en que Elon Musk, una pieza fundamental en el triunfo de Donald Trump, posteó una foto de un hombre con una mujer sentada a la altura de sus genitales y, apoyada sobre la espalda de ella, una computadora reproduciendo el discurso de Milei. “so hot r’n”, era el texto de ese posteo. Al multimillonario dueño de la red X no le importa usar una mina como atril, ni le preocupan las infancias que circulan por su red.
Lo cierto es que el primer año de gobierno de Javier Milei plantea un desafío y es el de seguir sosteniendo el apoyo popular y mostrar su política de saqueo a las mayorías como un cambio civilizatorio que un día dará resultados provechosos. Milei necesita la tan mentada “batalla cultural” para que el “sacrificio” que pide y acepta al menos la mitad de la población tenga un fin último, moralizador y revanchista contra quienes se supone que son la casta y se la llevan toda: científicos, docentes y estudiantes, organizaciones sociales y territoriales, comedores populares, jubilades con moratoria previsional, feministas, personas lgbtiq+ y tantos más que se convirtieron en un gasto para el Estado. Necesita enemigos claros. En palabras del ideólogo de la ultraderecha Agustín Laje: de un lado los argentinos de bien, del otro los “zurdos de mierda”. También necesita intervenir en los organismos multilaterales que observan la degradación de las políticas sociales- tanto económicas, como ambientales y de género- y por eso la renombrada secretaría de Culto y Civilización representada por el soldado de las “Fuerzas del Cielo” Nahuel Sotelo tiene como misión ir en contra de los acuerdos internacionales en materia de ambiente y derechos humanos, estrategia que expuso muy orgullosamente en la “VI Cumbre Transatlántica”, organizada por la Red Política por los Valores de Kast.
A Milei la sintonía con el trumpismo le resulta fundamental y por eso esta CPAC es su cumpleañitos y el festejo de la victoria del empresario como presidente y de Elon Musk como nuevo funcionario estrella. Se trata también de una demostración de fuerza de la reacción conservadora para el resto de latinoamérica que no termina de disciplinarse a los vientos globales de la ultraderecha. La gran mayoría de los oradores locales de la CPAC Argentina participaron de la puesta en escena fascistoide de la presentación del grupo libertario “Las fuerzas del Cielo”, quienes se presentaron como el “brazo armado” de Javier Milei e hicieron un llamado colectivo a no escuchar ninguna otra opinión, ni ninguna disidencia, bajo el riesgo de quedar del lado de los “zurdos de mierda”. Figuritas como Agustín Romo, Santiago Santurio, Nahuel Sotelo y hasta el mismísimo subsecretario de Políticas Universitarias, Alejandro Álvarez, son agitadores decididos a salir de las redes y pasar a la acción, metiéndose en universidades como en La Plata o Quilmes, donde intentan ser una alternativa electoral frente al supuesto “adoctrinamiento” de la universidad pública. El Gordo Dan tendrá a su cargo defender las redes sociales contra los medios de comunicación, emulando a Elon Musk como protector de la libertad, aunque lo que proponen es censura y doxeo para quienes no se alineen. La fundación Faro, dirigida por Laje, quien también estará en la CPAC, se presentó como la que va a “modelar cerebros” para acelerar la batalla. Los efectos de la CPAC en Argentina pueden no ser directos, pero se traman ahí campañas, acuerdos y vínculos que tienen la potencialidad de seguir destruyendo la vida en común, la posibilidad tan mentada por el liberalismo de que cada quien pueda desarrollar su proyecto de vida.