Publicada 27/11/2020
Ante una justicia que se condecora en los asientos patriarcales, tan antiguos como vigentes, se tejieron las tramas solidarias que sostienen a los cuerpos cargados de dolencias, pero en resistencia, y nos enseñaron a no estar solas Nunca Más. El 16 de junio de 2020 la Cámara del Crimen de Cruz del Eje dictaminó la prisión domiciliaria. Flavia estuvo 203 días encerrada en la cárcel de Bower, Córdoba, por un delito que no cometió, con una condena que evidencia las lógicas patriarcales como vectores claros de una justicia orientada a fomentar una cultura desigual y opresiva para las mujeres. A partir de esa noticia devastadora para Flavia, su familia y toda la comunidad que esperaba expectante otra sentencia, se creó una trama de sororidad que permitió la construcción de un dispositivo de contención comunitaria que acompañó sus hijos e hijas hasta el regreso de su mamá, y que aún continúa asistiéndola en su prisión domiciliaria.
El acompañamiento comunitario
Este acompañamiento se inició en septiembre de 2017 cuando Flavia pidió asesoramiento a la Mesa Intersectorial de Género y protección de derechos de la niñez de Capilla del Monte, una organización que asiste y acompaña a mujeres y niñxs en situación de violencia y vulneración de derechos.
Desde la Mesa se propuso que las madres que estaban atravesando la misma problemática se conocieran, y luego de varias reuniones, reconociendo una situación común, las mujeres decidieron iniciar una nueva organización llamada “ASI NO Capilla del Monte”, de madres protectoras contra el abuso sexual en las infancias (ASI), cuyo objetivo es brindar asesoramiento y contención a familias y niñxs que son afectados por este flagelo. Flavia tomó un rol protagónico en ASI NO y comenzó a formarse como preventora de delitos contra la integridad sexual de niños/as y adolescentes. Replicó sus conocimientos y participó junto a otras madres en actividades y marchas de visibilización y prevención del abuso sexual en la niñez.
La desprotección y la falta de políticas públicas por parte del Estado local hacia las niñeces y familias víctimas de ASI, continúa siendo una preocupación expresada en la demanda permanente de un abordaje integral y un equipo interdisciplinario con psicólogas/os y abogadas/os especializadas/os.
Flavia y su hija, como tantos niños y niñas de Capilla del Monte que aún hoy lo tienen que hacer, viajaban más de 100 km para llegar al Hospital de Niños de la ciudad de Córdoba, donde se encuentra el PAICA, uno de los pocos equipos especializados en atención psicológica del ASI. Este extenso viaje, que implicaba faltar a la escuela y al trabajo, en el caso de la madre, también requería de recursos económicos con los que pocas veces se cuenta. Entre las estrategias para recaudar dinero y poder pagar viáticos y abogados, se vendieron los libros que donó la autora Mariposa Blanca para sobrevivientes del ASI “El Abrazo Conjunto”, que todavía permanecen a la venta a beneficio de Flavia Saganías y sus hijxs. Finalmente, luego de una larga lucha, se logró que el boleto del transporte sea gratuito.
El acompañamiento a Flavia no mermó durante esos dos años y una semana antes de la sentencia, se consiguió que la Fiscalía de Cosquín dé inicio a una nueva investigación por la causa de abuso sexual de su hija, que había sido archivada.
A partir de la condena a Flavia, desde la Mesa Intersectorial de Género, junto a otras organizaciones locales, Madres de ASI NO, Movimiento Plurinacional de Mujeres de Capilla del Monte, mujeres de la iglesia adventista, familias de la escuela cooperativa Olga Cossettini, amigas personales y comunidad organizada, nos dispusimos al cuidado colectivo de sus cinco hijas e hijos.
Se creó un dispositivo que fue trabajando articuladamente en el sostenimiento diario, en cuanto a la contención afectiva y socioeconómica. Este acompañamiento fue reconocido por los organismos de niñez que visaban con periodicidad cómo se llevaba adelante. No hubo un momento en que se quedaran solos. El objetivo se cumplió: sus hijxs siguieron juntos en su hogar y no se aplicó ninguna medida excepcional ante la ausencia de familiares. Junto al hijo mayor de Flavia de 19 años y el grupo de mujeres organizadas se pudo sostener esta familia comunitaria.
En el mes de febrero se hizo presente el papá de los tres hijxs más grandes, que vivía en el exterior. Fue también un momento importante, al menos para la contención de los más grandes, pero siempre teniendo presente que los pequeños necesitaban a su mamá y que más allá de que pudiera acercarse este familiar, los cuidados esenciales de los mellizos de tres años debían ser garantizados por ella, ya que tenían derecho a estar a su lado.
Se organizaron todo tipo de eventos solidarios para juntar fondos y también se acompañó a Flavia en su situación de encierro. Las visitas en la cárcel de Bower fueron semanales, se llevaba alimentos, tarjetas telefónicas, vestimenta, elementos de higiene y limpieza.
Desde su situación de encierro, Flavia junto a su mamá, también condenada, iniciaron un emprendimiento llamado Muñequería libertaria. Estas muñecas tejidas, diversas y coloridas, fueron una manera de mantener la esperanza desde la cárcel. Actualmente se venden y los recursos que se generan son para el sostenimiento de su familia.
En todo este periodo se logró también el apoyo del Polo provincial de la Mujer y la Sec. De DDHH de Nación, con un equipo interdisciplinario y becas económicas.
Muchas personas se acercaron a visitar a Flavia a la cárcel conmovidas por su historia. Entre ellas, las legisladoras del Frente de Izquierda, Soledad Díaz García, Cintia Frencia y Liliana Olivero. Las Madres de Víctimas de Trata, quienes viajaron desde Buenos Aires representadas por Margarita Meyra, presidenta de la organización y la abogada Marcela Cano. Nora Cortiñas, que el 24 de enero se hizo presente y marcó un momento histórico, era la primera vez que una madre de Plaza de Mayo ingresaba a una cárcel en Córdoba. Thelma Fardin junto a Tamara Dawidovicz, del colectivo Actrices Argentinas, también la visitaron.
Toda esta presencia y esa fuerza que amaneció en cada latitud de nuestro país al sentir la injusticia que aún pervive en la condena de Flavia y las acciones de distintas colectivas feministas, visibilizaron que esta sentencia es un mensaje de impunidad para violadores, abusadores y femicidas, y que los hijxs de Flavia necesitaban estar con su mamá.
Jurados populares ¿Una herramienta para la democratización de la justicia?
El proceso judicial de Flavia y la sentencia nos invita a reflexionar en torno a determinados mecanismos judiciales que visibilizan graves falencias en relación a la importancia de los derechos humanos y la perspectiva de género para llegar a una condena. Esta sentencia dio cuenta de la falta de una mirada integral desde el poder judicial para considerar el entramado de violencias que repercutieron en la causa de Flavia.
La implementación de la perspectiva de género dentro del Poder Judicial aún se articula con un ordenamiento jurídico que continúa sustentado desde normas patriarcales, llevando adelante -en muchos casos- juicios de valor basados en mandatos culturales sobre la moralidad de la mujer u otras identidades. ¿Inciden estos componentes estructurales, que suelen ser inherentes al funcionamiento judicial, en la expresión de un jurado popular?
En el año 2005 la provincia de Córdoba instauró por primera vez un jurado en el país. Sin embargo, hoy es la única provincia que se rige por el modelo «escabinado», donde ocho jurados deliberan junto a dos jueces profesionales y un tercero en caso de empate en la votación. Este modelo, que difiere del modelo clásico de jurados, es muy cuestionado en términos de garantizar un verdadero acceso de la ciudadanía sin una mediación de los funcionarios judiciales.
Andrés Harchuf, es abogado, vicepresidente de la Asociación Argentina de Juicio por Jurados y miembro del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (Inecip). Su posición parte por reconocer en este mecanismo una forma directa de democratización de la justicia, que contiene siglos de historia como un medio popular de resistencia frente a la opresión de gobernantes despóticos y jueces corruptos. “Toda la historia del juicio por jurados es una historia libertaria. Tiene mucha aceptación y críticas, tanto de izquierda como de derecha”, aclara.
En esta divisoria de aguas, la implementación del juicio por jurados se ha extendido en varias provincias del país, pero Córdoba continúa diferenciándose del resto en cuanto a su modelo. En este aspecto interesa detenerse para problematizar una de las tantas aristas y obstáculos a la hora de impartir justicia.
“El modelo clásico es con doce jurados populares deliberando solos, sin la interferencia de ningún juez. Hay un solo juez que conduce el debate. Las diferencias entre el modelo escabinado cordobés con el modelo clásico, es que en Córdoba, por ejemplo, basta con una mayoría simple de votos del jurado para poder condenar a alguien. El resto de las provincias argentinas, en su gran mayoría, se exige la unanimidad, es decir los doce tienen que estar de acuerdo. En el modelo cordobés, no hay lo que se llama, “instrucciones del juez al jurado”, que es la trasmisión que el juez le hace al jurado del derecho aplicable. Porque como los jurados deliberan con los jueces, no hace falta eso, pero no hay manera de ver que porción y cómo le explicó el juez o la jueza el derecho a los jurados”. De este modo, según Harchuf, “en este proceso de instrucciones, es donde a los jurados hay que transmitirles el derecho con perspectiva de género, que en Córdoba no existe, a pesar de que la propia Corte cordobesa ha ordenado que esto suceda”.
“El sistema de Córdoba es funcional con un sistema muy escrito, muy inquisitivo, muy burocrático, donde a los jurados le dan copias enteras del expediente para que lean, cosa que está prohibido en cualquier país del mundo. Los conservadores en Córdoba son muy fuertes y no hay manera de cambiar”, advierte.
Otro de los aspectos que destaca del modelo clásico es el “voir dire”, que implica una audiencia pública para la selección de jurados, donde se hace un riguroso interrogatorio bajo juramento a alrededor de cincuenta personas. “Si sos un hábil litigante se pueden ver todos los prejuicios machistas, racistas, clasistas y los sacás. Eso en Córdoba no existe. En el caso de Flavia esto hubiese sido central, a pesar de que la propia Corte de justicia cordobesa lo exige, no lo hacen”.
La selección de los jurados corre a cuenta de las partes: el fiscal y la defensa tienen cuatro recusaciones sin causa, la querella también. Cuando existe una causa, la recusación es ilimitada, por ejemplo, cuando es manifiesto el prejuicio. “Sin causa -explica Harchuf- es cuando después de todo el interrogatorio de los cuarenta o cincuenta jurados hay algo que no cierre, y aún sin expresar ninguna razón, se puede pedir que se vayan. Esto lo hacen las partes delante del juez en una audiencia pública”.
Pensar en un jurado clásico que implique un mayor número de participantes para valorar la prueba de manera independiente, sin injerencia de los jueces técnicos, con instrucciones adecuadas de un juez o una jueza desde una perspectiva de género, es para algunos sectores la clave hacia un mejoramiento progresivo de la justicia.
En algunos casos los resultados han sido favorables, pero sigue habiendo muchas vidas descartadas dentro de los sistemas carcelarios. La existencia de una buena defensa legal, por ejemplo, es una condición excluyente para un amplio sector de la población, que llega en una situación de extrema vulnerabilidad a los estrados de la justicia.
La prisión domiciliaria
El 16 de junio de 2020, después de casi siete meses, de varios pedidos continuados por parte del equipo técnico de abogadxs e incluso del inédito apoyo de la Sec. de DDHH de Nación por medio de la presentación de un amicus curiae, la Cámara del Crimen de Cruz del Eje otorgó la prisión domiciliaria a Flavia Saganías. La prisión domiciliaria fue planteada en base al interés superior del niñx y cada día de tardanza en conceder el beneficio a esta madre protectora, significó un flagrante menoscabo de los derechos de los niños y niñas, quienes fueron injustamente dañados al hacerles extensivas las consecuencias de la medida de coerción impuesta a su madre.
Más allá del notable retardo, la domiciliaria llegó tres meses después de ser declarada la cuarentena obligatoria por el Covid-19, con todo lo que ello implicaba para la vida de sus hijos e hijas, la medida fue otorgada pero con condiciones que siguen perpetuando el aleccionamiento patriarcal al que fue sometida desde el día que decidió denunciar el abuso sufrido por su hija.
Entre las condiciones que la justicia establece para el otorgamiento de la prisión domiciliaria se le solicita lo siguiente: “Abstenerse de realizar cualquier acción que pueda poner en peligro la integridad física de la víctima y abstenerse de realizar manifestaciones verbales o materiales que agravien al mismo, ya sea de modo directo o indirecto, expreso o tácito, o a través de terceros y por cualquier medio oral, escrito, visual, medios de comunicación, redes sociales, etc.” Esta condición de expresa censura, a su vez recae sobre un círculo inespecífico de personas, ya que solicita la abstención de comentarios de “terceros” que de modo no solo directo sino también “indirecto” puedan “agraviarlo”, acción que queda nuevamente sujeta a una valoración subjetiva.
Este bozal legal que pesa sobre Flavia, poniendo en riesgo nada más y nada menos que la posibilidad de sus hijxs de estar al lado de su madre, visibiliza la medida disciplinadora que subyace a su condena y expresa un mensaje claro de silenciamiento a todas las madres protectoras que en un sistema patriarcal y adultocentrista no encuentran justicia para sus hijxs.
Hasta que sea libre
Correr el velo de impunidad y silencio que rodea esta causa, seguirá siendo el objetivo para continuar el camino que resta, en esta red de sororidad que no parará de tejerse. Sabemos que no existen muros para la verdad, y hoy Flavia somos todas. Con la convicción que nunca dejará de latir en la lucha colectiva, vamos a seguir juntas hasta su absolución.