Publicada el 13/8/2024
El lugar donde está presa Daniela, que comparte con presas comunes, tiene espacios en común como el baño, la cocina y el patio. Las celdas son de dos por dos, con una cama y un mueble para sus pertenencias. “No es ni parecido a las imágenes del lugar donde están presos los genocidas”. En la madrugada del 15 de junio entró al penal junto a las demás detenidas mujeres, que ya fueron liberadas por la justicia federal. Luego estuvo sola hasta que ingresaron sus nuevas compañeras, con quienes tiene una buena convivencia. “A los varones de esta causa los trataron mucho peor que a nosotras. Pero cuando recorrés los pasillos porque te llevan a algún otro sector, ves ratas y cucarachas, no son condiciones dignas para ninguna persona”.
Daniela Patricia Calarco Arredondo tiene 39 años, hace cuatro que llegó a CABA desde Mar del Plata donde se había destacado por su militancia ambientalista contra las fumigaciones en el barrio Hipódromo de esa ciudad. Había empezado en una olla popular y se convirtió en referente del Movimiento Teresa Rodríguez (MTR) Votamos Luchar por el Cambio Social, mientras era empleada gastronómica. Y cuando se mudó, fue contratada por el ex Ministerio de Desarrollo Social hasta que en marzo la despidieron.
“Todos los echados en esa tanda supuestamente éramos ñoquis, pero trabajé en la secretaría de Economía Social donde éramos responsables de intermediar entre las organizaciones y el ministerio en todos los convenios que están tan cuestionados ahora, que se supone que todo era trucho y la plata se desviaba, pero nosotros hacíamos el acompañamiento para las rendiciones de cada peso, que las organizaciones compraran dentro de los marcos establecidos. Era un laburo de estar en el barrio y ver cómo le cambiaba la vida a mucha gente con esos convenios que hoy dicen que no servían y que eran lucro”, explicará en diálogo con Perycia en el pabellón de Admisión del Complejo Penitenciario Federal 4 de Ezeiza.
Deberá interrumpir la charla para ir a pararse frente a su celda por el recuento diario que hacen las guardiacárceles. “La requisa es en un horario medio aleatorio”, dirá con una serena ternura que se filtra en su forma de hablar. La misma con la que afirmará que trata de mantenerse “fuerte y tranquila”, y que se siente acompañada por su familia, sus compañeros, las organizaciones de derechos humanos y políticas que la visitan. De hecho, el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia presentó un amicus curiae en el expediente donde ella sigue imputada, junto a Roberto de la Cruz Gómez. Entre los 33 detenidos la tarde noche del 12 de junio, son los únicos que permanecen en la cárcel.
–Luego de haber sigo acusada de “terrorismo” tras la represión a la manifestación contra la ley Bases, ¿tiene alguna condición especial tu reclusión?
–Se me está haciendo difícil estar encerrada tanto tiempo porque al participar en una organización social mi vida pasa casi todo el tiempo en la calle, recorriendo barrios y comedores. Una vez por semana tengo una visita familiar, viene mi pareja y cuando pueden viajar desde Mar del Plata, mis padres y mi hermana. Y dos veces a la semana a través de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) tengo visitas de diferentes organizaciones, un mecanismo que se utiliza en casos de presos políticos.
Han venido compañeros diputados del Frente de Izquierda y ni siquiera a ellos los dejaron pasar con ningún tipo de dispositivo electrónico ni teléfono ni billetera. Es el mismo régimen de las visitas de las personas que están detenidas acá.
–¿Cómo fue tu detención?
–Cuando me detienen en Chile casi Lima ya estábamos desconcentrando, junto con mi organización habíamos estado en la plaza reclamando contra la ley nefasta que se termina aprobando. Nos fuimos por donde nos dejó la policía, por Avenida de Mayo y 9 de Julio, no había forma de ir hacia el norte. Estaba todo armado para que empiece una cacería, empezaron a disparar y a detener gente al voleo. A mí me detiene una persona de civil, se me tira en la espalda. Al ratito llega más policía de Ciudad. Estuve en el piso media hora, revisaron mis cosas, me sacaron fotos. En ningún momento ofrecí resistencia. Labraron el acta de las cosas que supuestamente encontraron, no me la hicieron firmar, y cuando pude ver la causa me di cuenta que era un acta diferente, una importante irregularidad sobre mis pertenencias. Rompieron la cadena de custodia, mi teléfono desapareció, las llaves con un llaverito de la organización a la que pertenezco, y lo pusieron como si eso fuera la evidencia de un delito, como si estar organizado fuese ilegal. También faltó una campera.
–¿Te humillaron al encontrar alguno de esos elementos?
–Sí, por uno de los supuestos testigos, un hombre joven que vino con la policía. Cuando encontraron la pechera del MTR y el llaverito me dijo “ah, pero tenés todo el merchandising, estaban bien organizados”. Tenía un libro sobre la ESMA en la mochila, y él en forma prepotente me pedía que le dijera de qué se trataba. Además le daba indicaciones a la policía, fue entre bizarro y preocupante.
–¿De qué te acusan y por qué hechos?
–Todo lo que dijeron en un primer momento sobre nuestras detenciones no lo pudieron mantener. Éramos 35 terroristas que habíamos querido causar un golpe de Estado y de esa acusación no les quedó nada.
En mi caso quedó incendio en grado de tentativa, lo ponen agravado por ser de un bien público, porque es la única manera que tienen de que esta causa siga siendo federal, si no ya tendría que estar en la Ciudad. Mis abogados insisten en que siga el proceso pero que debo esperar el juicio en libertad, es el derecho de cualquier persona en mis condiciones.
–¿El bien público afectado serían las bicicletas de la Ciudad?
–Es lo que dicen. Mi defensa está dando prioridad a los pedidos de excarcelación. Todo se verá luego, pero conmigo afuera. Seguir detenida después de dos meses en un penal de máxima seguridad es ilegal. En otro contexto una persona acusada de lo mismo hubiera estado dos días en una comisaría y luego esperando el juicio en libertad.
–¿Por qué motivo te movilizaste contra la ley Bases?
–Desde hace 10 años estoy en el MTR organizando las contraprestaciones de los planes sociales, los comedores y los trabajos de mejoramiento de viviendas y capacitaciones. Fuimos ese día por el avasallamiento al pueblo que significa esa ley. Claramente quedó demostrado que no éramos un grupo de loquitos que estábamos peleando contra algo imaginario sino contra una ley que vino a denostar un montón de nuestros derechos. Ellos sabían bien que era perjudicial para el pueblo. El Congreso estaba militarizado, y si tenés que votar una ley de esa forma es porque no estás votando nada bueno para los que estábamos afuera. La represión no es compatible con la razón.
–Dentro del penal ¿te hacen sentir la etiqueta de «terrorista»o «golpista»?
–No. En el imaginario popular están las series, acá hay cuestiones muy humanas que no tienen nada que ver con esos estereotipos. Los peores momentos que pasé fueron los dos días que estuve en Capital, con una policía mucho más prepotente, nos pasamos 12 horas en una camioneta, estuvimos en Comodoro Py casi un día esposadas en la unidad de traslado, las familias y compañeros nos llevaron cosas que nunca llegaron a nuestras manos, ni comida, ni agua, ni nada. Estar preso no debería implicar ser tratado sin humanidad. En la comisaría de Chacarita nos tiraron en un pasillo 24 horas, sin agua en los baños.
–¿Cómo te informás dentro del penal?
–En la zona común hay un televisor con los canales de aire, así que alguna noticia puedo ver. Leo mucho, cuando vienen de la Asamblea me traen diarios, así que me mantengo al día. Es más preocupante lo que está pasando ahora que el 12, cuando me detuvieron.
–¿Volverías a marchar una vez en libertad? ¿Creés que tu caso busca disciplinar y aleccionar?
–Por supuesto, no tengo dudas de que sigo acá con ese objetivo, lo hablamos con los abogados y los compañeros que vienen. De todos los detenidos, mantener a una persona que no negó su militancia sino que la reivindicó -porque es una parte de mí misma-, es claramente un mensaje de ‘esto les pasa si se organizan, si marchan, si se quejan’. Desde el 10 de diciembre en más de un acto como Frente de Lucha Piquetero vengo denunciando que los alimentos no llegaban a los comedores, la baja del salario del Potenciar Trabajo y todo el ataque de este gobierno sobre las organizaciones. Que me mantengan acá es una forma de disciplinamiento hacia el resto. Mientras haya derechos vulnerados seguirá habiendo motivos para movilizarnos. Cada derecho fue ganado en la calle con mucha lucha, como clase nadie nos regaló nada. La obligación es defenderlo. Y también entendemos que esto que me está pasando es una posibilidad porque el adversario es mucho más grande y poderoso, puede hacernos esto. Nuestro faro son las Madres y las Abuelas, y si después de tantos años ellas siguen en la plaza, no les debemos menos que eso.
–¿Participás de alguna agrupación del movimiento LGTBQ+?
–No en forma orgánica en algún espacio, sino como forma de vida. Como persona bisexual y parte de la comunidad milito en mi organización, hacemos talleres con las compañeras en los barrios sobre violencia de género, sobre todo.