3 de junio de 2022
Las primeras veces que Marcela Morera asistió a la mesa de familiares de víctimas de femicidio que coordinaba el entonces Consejo Nacional de la Mujer, ocupó todo el tiempo de la reunión llorando, al igual que otros. Era 2016 y una vez por mes cada familiar se acercaba a Buenos Aires por su cuenta, costeando sus gastos, para poder trabajar durante dos horas de manera coordinada en causas judiciales, en identificación de falencias, en modificaciones de leyes.
Ahí Marcela conoció a Eva Dominguez, una mujer de pelo muy cortito que anotaba absolutamente todo en un cuaderno. Cuando Eva inició la lucha por Justicia por el femicidio de su cuñada lo primero que hizo fue fotocopiar el expediente para llevarlo a distintos lugares. “Me di cuenta de que en Buenos Aires es donde atiende Dios, así que me fui con seis copias del expediente al Consejo Nacional de las Mujeres”. En esa oportunidad, sintió que había llegado lejísimos. Luego fue a la Casa del Encuentro y su fundadora, Fabiana Tuñez, la convocó a la mesa de trabajo.
Reuniones de catarsis y muchas preguntas
Marcela recuerda la experiencia: “Imaginate que eran dos horas de reunión una vez por mes, Eva se pagaba el pasaje desde Rosario para trabajar de manera directa y conseguir cosas, y se encontraba todo el tiempo con familiares nuevos que obviamente íbamos a hacer catarsis. Estaba mal organizado. Te ibas y decías ‘¿Qué hicieron? Escuché a la compañera llorar’. Eso era muy valioso y muy importante pero había que organizarse de otra forma. Yo pensaba: ‘Esta gente que viene de Chaco, estuvo horas viajando, ¿para qué?, para escucharme llorar a mi’. No tenía sentido. No nos reuníamos para sacarnos una foto y después mostrarla”.
Pasaba el tiempo y los puntos de discusión eran siempre los mismos. Reunirse una vez al mes durante dos horas no significaba absolutamente nada. Los reclamos se intensificaron y la mesa se cortó. A partir de la ruptura, ocho integrantes siguieron comunicándose por WhatsApp:
—¿Qué hacemos? ¿Seguimos adelante? —preguntó alguno de ellos.
—Pero no tenemos nada.
—¿Y hasta ahora qué teníamos?
—Nada, un café y unas galletitas una vez por mes. Y para eso todos tenemos.
Así que siguieron. Convocaron a otros compañeros de la mesa, de la lucha, otros familiares de víctimas de femicidio, que se fueron uniendo poco a poco. Eso fueron los inicios de Atravesados por el Femicidio, que se terminó de constituir en enero de 2018. “Lamentablemente hoy somos unos 200 familiares de unas 150 víctimas”, dice Marcela.
“Como si te explotara una granada en la mano”
¿Qué buscaba Atravesados por el Femicidio? Lo mismo que busca actualmente: que el Estado acompañe, que se haga cargo de la problemática. Marcela dice que cuando en una familia ocurre un femicidio es como si te explotara una granada en la mano: “No sabés qué hacer, no entendés nada. Está la pérdida, el dolor, que es enorme. Y una vez que enterraste a tu hija, a tu hermana, a tu cuñada, te preguntás qué tenes que hacer. Te empiezan a llamar y no sabés quién, si es algo político, si quiere una ventaja. No tenés ni idea del camino legal y penal. Hay familias que tienen que ponerse la investigación al hombro, literalmente, porque están solos. Es el dolor, más la soledad, más la búsqueda de justicia”.
“Si nadie te explica lo que tenés que hacer, no tenés ni idea de lo que es un querellante, un particular damnificado, un fiscal, todos términos legales que no entendés, no sabés si te está diciendo que la culpa es tuya. Ahora se está aplacando un poco pero años atrás la culpa siempre era de la mujer y además están las críticas a la familia: que la madre no la cuidó, que le gustaba ir a bailar”.
A Eva, en el 2010, la fiscal le dijo que Vanesa, su cuñada, víctima de un femicidio, se había muerto por amor. Y ella no sabía dónde acomodarse, qué hacer con tanta bronca. Entonces Atravesados por el Femicidio se constituyó como el espacio de reunión donde aceptan a todos los familiares que quieran ser parte. “La pérdida de nosotros es irreparable y para siempre, y desde ese punto nos acompañamos. Es una lucha que es para siempre y lo que hacemos es visibilizar al Estado porque necesitamos una asistencia integral”, dice.
Una y otra vez ambas resaltan la idea del acompañamiento como lo más importante porque, como explica Marcela, una vez que obtienen una perpetua, que se confirma la sentencia, si es que se llega a esa instancia, siempre hay más dolor: “¿Cómo sigo? Me sigue doliendo el día del cumpleaños, me sigue doliendo la navidad, el día de la madre, la ausencia, la mesa vacía, entonces tenés al compañero al lado, nos llamamos. En el grupo está esa contención, así sea a la distancia, esa otra persona que te dice que te entiende porque le pasa lo mismo”.
El femicida va a apelar
Desde Atravesados por el Femicidio tienen la ambición de constituirse como una asociación civil para poder trabajar con el Estado en la construcción de políticas de género, para poder hacer convenios con el Colegio de abogados, con el Colegio de psicólogos. Sus integrantes están continuamente formándose.
Después de un parate en los juicios por el aislamiento provocado por la pandemia, en el 2022 se reactivaron. Mayo fue un mes con una seguidilla y en todos los casos fueron perpetua, pero instantáneamente se preparan para la apelación.
“Eso es tremendo. Cada vez que hay un juicio la familia se pone “feliz”, a todos nos pasa lo mismo. Claro que “feliz” sería tener a mi hija, a mi hermana o a quien nos hayan matado al lado conmigo pero es la satisfacción de conseguir justicia. Es una sensación muy rara la que se siente, euforia por la justicia obtenida pero a su vez es un bajón porque te das cuenta de que el vacío sigue estando, la silla vacía sigue estando y seguirá estando. Conseguir justicia no es la panacea. El viernes la familia está contenta porque consiguieron una perpetua y el lunes les tenemos que decir que el femicida va a apelar dentro de 15 días”, dice Marcela.
La Ley Brisa y otros logros
Uno de los grandes logros del colectivo es la ley Brisa. Ambas piensan que avanzaron mucho. “Tiene falencias, no es perfecta, hay baches pero es un logro -dice Eva-. Se ha ido modificando. Al principio nos pedían copia de expediente o, por ejemplo, un requisito era que el femicida fuera el padre de los chicos”.
La ley Brisa -RENNYA– fue creada por una necesidad. Los trámites de tenencia, de guarda permanente, son lentos y los abogados son caros. Entonces lo que se hizo fue flexibilizar la forma de iniciar el trámite. Pero aún hay que trabajarla porque en los casos en los que no hay imputado, los hijos e hijas de la víctima no tienen acceso a la reparación.
Para Marcela otro logro es que hayan empezado solo ocho personas y que, después de cuatro años, sean reconocidos, que los llamen para cubrir juicios, para visibilizar, para tener contacto con los medios. “Nosotros no llamamos a nadie, los familiares se van acercando, es un trabajo en redes, lo que publicamos, lo que escribimos. Instalamos el nombre de la agrupación para que los familiares sientan que de alguna forma nos podemos acompañar”.
Como tercer logro, Eva destaca que en todo este tiempo lograron capacitarse y asistir a juicios: “Todo eso que no hace el Estado lo estamos haciendo nosotras poniendo nuestros cuerpos, tratamos de estar presentes”. En cada juicio van identificando las falencias, las miradas de los jueces, los fiscales. Suelen recomendarle a las familias estar cerca del fiscal y que, si tienen patrocinio particular, que el abogado trabaje junto al fiscal.
Ambas piensan que los lazos con el Estado sirven para impulsar, para asesorar, para mostrar, para acompañar. “Son todas palabras que le hacen falta al Estado”, dice Eva, y agrega que las cosas que desde Atrevesados por el Femicidio señalan como que no funcionan no son una crítica a las funcionarias a cargo, sino un indicador de lo que hay que solucionar.
“Vamos acompañando día a día y podemos ver los avances. Y siempre falta algo más. Cada uno de nosotros somos semilla, estamos por ellas y para acompañar a otros familiares”, cierra Eva.