Una noche de mayo de 1976 Carlos estaba en una reunión de militancia del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) en Buenos Aires cuando un grupo de tareas de la Policía Federal tiró abajo la puerta del departamento de Pavón al 1600, en el barrio porteño de Constitución.
Durante mucho tiempo la familia creyó que Carlos había muerto esa noche, que lo habían acribillado mientras intentaba escapar del edificio. Pero hace poco pudieron reconstruir una parte de su historia: se supo, por ejemplo, que Carlos pasó por el campo de detención El Vesubio y que después lo desaparecieron. Su cuerpo nunca se encontró.
Carlos era arquitecto. Se había recibido en la Universidad Nacional de La Plata, tenía 33 años y dos hijos. Trabajó en el Ministerio de Obras Públicas de Buenos Aires hasta que se mudó a la capital con su compañera Virginia Isabel Cazalás de Giglio y sus dos hijos, Josefina y Francisco.
Esta semana, Carlos volvió a transitar por los pasillos de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNLP. Su legajo fue uno de los 99 reparados que la Facultad entregó a familiares de alumnos, graduados, docentes y no docentes que fueron desaparecidos o asesinados por el Estado durante la última dictadura cívico-militar.
“Que la universidad recupere los legajos y genere estos espacios es fundamental para la reconstrucción de la memoria de nuestros familiares, por la Memoria de los 30 mil y para el papel que queremos que asuma la Universidad como institución pública”, dijo Florencia Bossie, sobrina de Carlos y quien subió a buscar el documento.
Las caras, las modas, los cortes de pelo; todo aparece en un legajo recuperado. “Lográs individualizar a cada uno, devolverle su cuestión humana, desde lo subjetivo y lo afectivo”, contó a Perycia Lucía Gandolfi, profesora de Historia y colaboradora del proyecto.
La recuperación de un legajo lleva varias etapas: la recuperación del papel, la digitalización de la información y la construcción de una carpeta que es la copia y que se entrega a cada familiar o amigo de la víctima. Está compuesto por varios documentos: el analítico del secundario, fotos carnet y hasta las notas y los exámenes que rindieron mientras cursaban.
Además se recuperaron los datos de militancia y el estado de cada causa judicial: si existió apropiación de niños o niñas, si se restituyeron los restos de la víctima, si hubo sentencias dictadas. “Es muy fuerte el vínculo que se establece con el documento porque está la cosa más fría pero a la vez hay exámenes, trámites completados con la letra manuscrita de las personas: es como un limbo entre la burocracia y la cosa más humana”, agregó Lucía.
A Virginia, la compañera de Carlos, la secuestraron un año después en el departamento de Belgrano, junto a dos compañeros de militancia. Los hijos, Josefina y Francisco, estaban en el lugar cuando se la llevaron. En 2017, ambos declararon en el tercer juicio al I Cuerpo del Ejército, en el circuito Atlético-Banco-Olimpo.
La Facultad de Arquitectura y Urbanismo fue una de las instituciones más afectadas por el terrorismo de Estado en la UNLP: entre 1975 y 1983 su matrícula se redujo tres veces del total.
“En un contexto de agresión a la Universidad lo que intentamos mostrar es que hay trabajos y luchas con las que hay que continuar, por el compromiso que tenemos con la idea de universidad pública, que en definitiva es por lo que lucharon los compañeros y las compañeras a quienes estamos homenajeando”, dijo a Perycia el decano Fernando Gandolfi.
La Universidad Nacional de La Plata lleva adelante desde hace tres años el Programa de Reparación de legajos de miembros de la comunidad universitaria detenidos-desaparecidos y asesinados por el terrorismo de Estado, a partir de lo establecido por la Resolución Nº 259/15.
Del acto también participaron familiares, víctimas y militantes de DDHH, como las Madres de Plaza de Mayo Norita Cortiñas y Coca Velazco, quien además recibió el legajo de su hijo Ricardo Mario Díaz Velazco, militante de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) y estudiante de arquitectura, secuestrado en la noche del 24 de diciembre de 1976.
“Espero que no sea la última vez que nos podamos reunir todos, es lo mejor que podemos hacer, reunirnos y luchar. Hay que recordar a nuestros desaparecidos”, dijo Coca a Perycia.