“En ese momento yo trabajaba en el taller mecánico de una línea de colectivos; entonces iba con mi ropa de trabajo que era un mameluco, me ponía una gorra con la que parecía un bombero y así me infiltraba en las búsquedas de Miguel”, recuerda Gustavo el Tano Pescetta uno de los fundadores de Radio Futura. Se refiere a Miguel Bru, el joven de 23 años secuestrado, torturado y asesinado por un grupo de policías de la Comisaría 9na de La Plata, el 17 de agosto de 1993.
Sentado al lado mío en un sillón de tres cuerpos el Tano habla delante de unas setenta personas, mayoritariamente periodistas, que se convocaron en el Galpón de La Grieta para participar del conversatorio “El periodismo a 30 años de la desaparición de Miguel Bru”, que reúne a representantes de más de 25 medios e instituciones ligadas al periodismo de la región tras el objetivo de poner en común recuerdos, vivencias y reflexiones sobre uno de los casos que marcó a la actividad de la prensa local en su conjunto. Así lo afirma Juan Salvador Delú, periodista de Futura y uno de los artífices del encuentro, al inaugurar el cónclave que tres radios transmiten en directo.
Pescetta dice que no tiene en claro si su intervención es periodística o personal, pero asegura que en la radio se asumió un acompañamiento del caso “como si se tratara de un familiar nuestro y, como decía Eduardo Candreva (otro de sus fundadores) siempre nos sentimos parte del reclamo”. Mientras el Tano desgrana sus anécdotas, que dan cuenta de un arrojo poco común, pienso en mis miedos durante aquella cobertura, tres décadas atrás, cuando desaparecieron a Miguel.
En el mismo sillón donde estamos el Tano y yo, también está Rosa Schonfeld, la mamá de Miguel que al tomar la palabra regala a los periodistas presentes un reconocimiento que es, a la vez, un inmenso mimo: “Soy yo la que tengo que agradecerles por no habernos dejado solos en estos treinta años”. Cuando desaparecieron a Miguel, Rosa vendía ollas a domicilio y vivía muy modestamente en Berisso con su marido, Néstor, que era suboficial de policía. Hoy, convertida en un referente insoslayable de la lucha contra la violencia institucional, escucha con atención y cierta nostalgia. Cada tanto su propia memoria conecta con alguno de los episodios compartidos por los periodistas y pide el micrófono para hacer aclaraciones o aportar detalles.
A muchos Rosa nos vio crecer. Siempre pienso que atravesó ese dolor infinito de haber perdido a Miguel pero se le multiplicaron los hijos en sus compañeros de la Escuela Superior de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata y en todos los que, como ellos, la abrazaron en el camino de la lucha durante todos estos años.
Es Marianela Tosetti, directora de la radio 221, que junto a Delú y Martín Strilinsky de La Cielo asumen la coordinación del encuentro, la que subraya cómo la actitud de Rosa y su predisposición eterna ante la requisitoria de la prensa construye un lazo con los periodistas. Algo que también rescata, a su turno, Sandra Di Luca, conductora del noticiero del canal de cable local Somos y docente en el Taller de Producción Audiovisual en la hoy Facultad de Periodismo y Comunicación Social.
La responsabilidad y el pacto de silencio policial
Cuando me toca hablar advierto ante todo sobre la dimensión del cambio que operó en el mundo desde entonces. La Justicia, la política, la sociedad en su conjunto eran otras cuando nos topamos con la desaparición de una persona en el contexto de una democracia a la que aún le costaba dejar atrás la negrura de los años de plomo.
“Hay una cuestión generacional: los que estábamos empezando a hacer periodismo nos habíamos formado en democracia viendo cómo se abría la ventana de todo lo ocurrido en la dictadura. Teníamos frente a nosotros una historia que ponía a prueba nuestra capacidad para enfrentarla con las herramientas profesionales que teníamos a la mano”, ensayo.
Rosa recuerda aquella nota que hicimos junto a Cristian Alarcón en Página/12. La primera en hablar del caso en un medio de alcance nacional vinculando la ausencia de Miguel, sus encontronazos con la policía y señalando la inacción del juez. “Después de que salió esa nota sobrevino una vorágine. Eso fue un domingo, el martes se hizo una asamblea, el jueves se hizo la primera marcha y luego, cuando todos los medios tomaron el caso, las movilizaciones pasaron de tener de 200 a 2000 participantes. La repercusión fue tal que cuando Clarín tomó el tema Rosa fue recibida al día siguiente en la Casa Rosada. ¿Qué otro caso de este tipo recuerdan en que los familiares hayan sido recibidos por autoridades de ese nivel de gobierno?”, fue mi pregunta a los presentes.
Hipólito “Pico” Sansone asegura que la irrupción del caso Bru en la sección Policiales de El Día, el tradicional matutino platense donde trabajaba, fue “como estar en Berlín cuando cayó el muro”. Según su mirada, “el hecho se da en un contexto muy particular de cómo se hacía periodismo, pero a su vez la Justicia se manejaba de otra manera, sin fiscales que investigaran y también con otra policía”.
Pico cuenta que en ese momento había una rutina impuesta que obligaba a equilibrar las noticias policiales entre las “ganadas” y las “perdidas”. Las primeras involucraban a todos aquellos casos resueltos por los servidores del orden mientras que las perdidas eran muy difíciles de conseguir porque se trataba de sucesos sin esclarecer y había que negociarlos.
En definitiva, lo que Pico relata deja ver que el insumo principalísimo para construir las noticias Policiales era administrado por la propia Fuerza y eso planteaba grandes dificultades frente a casos como el de Bru, donde había uniformados involucrados. “Cuando se produjo la desaparición de Miguel en la policía de La Plata se constituyó una verdadera comunidad de silencio. Nadie te hablaba”, recuerda el periodista.
¿Cómo hacer periodismo después de la desaparición de Miguel?
Más tarde Javier Navarrete, entonces novato cronista judicial del diario Hoy en la Noticia, contará que la dinámica que imprimió al matutino de la familia Balcedo la cobertura del caso derivó en la creación de un suplemento de temas policiales llamado “Trama Urbana”. “Eso fue muy simbólico ya que refleja un cambio que comienza impulsado por el caso Bru y da lugar a una nueva lógica de contar de otro modo lo que hasta ese momento se ceñía a los partes policiales”.
Navarrete tiene muy presente al primer juez del caso, Amílcar Vara, recibiendo a la prensa sentado detrás de su escritorio que estaba elevado sobre un estrado —algo que, si bien era una tradición, a partir de la restitución de las instituciones en muchos juzgados se había comenzado a suprimir—.
Di Luca aporta una anécdota sobre el juez del caso: “Vara al comienzo decía que no tenía elementos para hacer avanzar la causa y en una oportunidad, en su despacho (ese día me acompañaba Ana Cacopardo que era productora del noticiero), y sacó una foto de Miguel de un cajón y nos la exhibió al tiempo que nos preguntaba: ‘¿Y a ustedes qué les parece este chico, para mi es medio rarito…?’. Lo recuerdo y se me vuelve a hacer un nudo en el estómago”.
Así, las voces se van intercalando y dan cuenta de un fenómeno que se dio en la prensa donde comenzó a quedar expuesta la actitud de la justicia, la policía y el gobierno bonaerense. Cuando ocurrió el crimen las autoridades se vanagloriaban de tener la “mejor policía del mundo”, apenas comenzaban a surgir las organizaciones de familiares de víctimas de la violencia institucional y fue entonces y con este caso como emblema que la voz de esos familiares comenzó a irrumpir en las crónicas de la época.
“El pasado nos sirve para no sentirnos solos”
De pronto suena un viejo audio con la voz de Rosa que reclama justicia. Es la grabación de un casette que recuperó y trajo Mirian Cardozo. Se trata de un documento histórico: la primera cadena de radios que transmitieron un pedido de Rosa para difundir la desaparición de Miguel. Ganada por la emoción, Cardozo relata cómo se gestó aquella iniciativa que fue reproducida por numerosas radios tanto en La Plata como en la Capital Federal.
Presente en el conversatorio, Luciano Sanguinetti, por entonces secretario académico de la Escuela de Periodismo donde Miguel había estudiado, revalorizó la importancia de revisitar la historia ya que, dijo “el pasado nos sirve para no sentirnos solos”.
Visiblemente sensibilizado Sanguinetti confiesa que habla por primera vez en público del asunto. Cuenta que a poco de enterarse de la ausencia de Miguel el decano de ese momento, Jorge Bernetti, le pidió que buscara el legajo de Bru para ponerlo bajo llave. “El pasado se encabalgaba en ese momento y luego entendí por qué había que guardar el legajo: también querían hacer desaparecer todas las relaciones de Miguel, por eso iban a venir también por su historia”.
Empezar de cero
El conversatorio se matiza con la música que aportan Diego Dana y Gustavo Zurbano, quien escribió una ópera popular sobre el caso de Miguel Bru de la que ahora nos comparte algunas canciones. Son muchas cosas y me cuesta ordenar adecuadamente en esta crónica lo que va pasando.
Pero sigamos: Ahora es el turno del entonces titular del Juzgado en lo Criminal y Correccional N° 8, Ricardo Szelagowski, quien asumió la investigación luego de que, en octubre de 1995, Vara pidiera una licencia por enfermedad acorralado por pedidos de jury y denuncias en su contra por connivencia con los policías imputados.
Al leer la causa Szelagowski se dio cuenta no solo de que las medidas dispuestas por su antecesor eran inconducentes sino que advirtió que las intervenciones del fiscal, Octavio Agustín Sequeiros, y el defensor de los policías, Alejandro Casal, funcionaban de forma coincidente. De hecho, Sequeiros llegó a pedir el sobreseimiento de todos los imputados.
El nuevo juez no tardó en encontrar llamativas similitudes entre lo ocurrido con Bru y otra desaparición, la de Andrés Núñez, cuya causa también había recibido girada desde el juzgado de Vara un tiempo antes. Eran casos calcados, se repetía la mecánica del crimen y los actores que favorecían la impunidad. En ambos procesos había intervenido el mismo juez, el mismo fiscal y el mismo defensor de los policías.
Szelagowski, que hoy está jubilado y tiene en el lomo más de cuatro décadas en tribunales donde empezó como empleado, sostiene: “En la dictadura la policía esperaba el turno de los jueces permisivos que daba pie a la policía a trabajar con métodos que por un principio de inercia, costó mucho tiempo desactivar”. Fui testigo en los tribunales de cosas muy malas y muy buenas y de todo se aprende. Yo he visto a un juez procesar a policías por apremios ilegales e ir a notificarlos personalmente para decirles que se quedaran tranquilos que, a la hora de la sentencia, los iba a absolver.
“En este caso puntual —señala—, creo que la actividad periodística fue clave. Primero lo que se informaba en aquel momento eran hechos objetivos que no estaban cargados de opinión. Se informaba que había desaparecido Miguel Bru, que sus ropas estaban cerca del río y que una persona que vivía ahí lo había visto pasar en bicicleta y que Miguel había denunciado al Servicio de Calle de la Comisaría 9na., lo que marcaba un vínculo y una necesidad de investigar algo por ese lado y el juez no lo hacía. Y tampoco aceptaba que Rosa y sus abogados asumieran el carácter de particular damnificado, que tienen el rol de colaborar para probar el hecho. Vara se negaba con el argumento de que el hecho no se había probado. Un contrasentido”.
Szelagowski cuenta que, frente a semejante panorama, decidió volver a empezar todo de cero. “Fuimos a tomar declaración al señor que vivía en el río. Era un testigo muy reticente, se hizo de noche y seguíamos ahí hasta que terminó diciendo que no podía asegurar que la persona que había visto pasar aquel 17 de agosto fuera Bru”, evoca. Así, el andamiaje de encubrimiento empezó a caer.
No fue fácil ya que los testigos del hecho eran las personas que estaban detenidas esa noche en la comisaría, “ninguno era candidato a ciudadano ilustre, pero yo me preguntaba en qué se benefician ellos en acusar a los policías. Fue muy difícil en el caso valorar sus testimonios”, reconoce el exjuez.
Pero fue la pericia caligráfica, hecha en el Instituto Balseiro de Bariloche, sobre el libro de novedades de la guardia de la comisaría la que termina por constituirse como prueba contundente del ingreso ilegal del joven a la seccional y revelaron, en la intención de borrarlo, la trama de un encubrimiento de carácter orgánico. Ese examen, cuyas conclusiones resultaron irrebatibles, indicó que “debajo de la escritura ‘José Luis Fernández’ —impuesta sobre borrado al folio 67 del libro de guardias— había una enmienda que “ha sido llevada a cabo con detenimiento, uso de elementos (regla y goma de borrar), destacándose que no coinciden los tiempos de escritura ni de rayado inferior […] actos que no manifiestan apuro, sino detenimiento e intención”.
El juicio
En mayo de 1999 a Javier Navarrete le tocó cubrir el juicio por la desaparición de Bru. Fue uno de los primeros procesos orales y había un gran interés de saber lo que pasaba en un juicio oral.
Un año antes Vara había sido destituido por un jurado de enjuiciamiento que halló irregularidades en veintisiete causas que tenían como común denominador la inacción en los casos en los que había policías imputados.
Una de las fotografías que a Navarrete le quedó impregnada en su memoria fue, precisamente, la presentación de la pericia del libro de guardias. “La proyección en una pantalla de esa pericia, que permitía ver con claridad como el nombre de José Luis Fernández se había superpuesto encima del nombre borroneado de Miguel Bru, provocó en la sala de audiencia colmada de gente una exclamación que dio cuenta de lo palpable de la evidencia”. Fue la prueba que condenó a los policías.
Los policías Justo José López y Walter Abrigo fueron condenados en 1999 a prisión perpetua, acusados de privación ilegal de la libertad y tortura seguida de muerte de Miguel. El comisario Juan Domingo Ojeda y el oficial Ramón Cerecetto fueron condenados por encubrimiento.
Otras voces y miradas
Catalina Cappellotto cuenta conmovida su experiencia junto a María Luz Bottani y Brenda Romero con quienes transformó su tesis de graduación como Licenciadas en Comunicación Social en un libro llamado Las personas no se evaporan. “Ni bien entras a Periodismo, te chocas con la historia de Miguel y la figura de Rosa, que para nosotras fue muy importante”. “Queríamos contar quién había sido Miguel a través de testimonios de su entorno y hacer algo que nos trascienda… A diez años de haberlo hecho, vemos que alumnos de la Facultad grabaron fragmentos de nuestro libro para los 30 años del caso y sentimos haber cumplido con contribuir a la memoria colectiva”.
El periodista de Clarin Fabian Debesa cree que el caso logró instalarse en los grandes medios por la condición de Miguel como estudiante de periodismo. Debesa repasa un escenario de época en el que “por lo general, se tendía a darle la derecha a las versiones oficiales, en este caso de la Justicia y la policía. Entonces, si la Justicia decía que no había elementos para imputar a los policías, era muy difícil para nosotros decir lo contrario. Los que cubríamos éramos casi contemporáneos de Bru e, insisto, ese rótulo de estudiante de periodismo le dio un plus y movilizó a todo el mundo de un modo muy particular”. Según su visión, “si aparecía en los medios grandes era la forma de poder llegar a las autoridades y ejercer algún tipo de presión sobre la Justicia”.
En el 93, Pablo Antonini, fundador de Radio Estación Sur, estaba en el secundario y había empezado a incursionar en el periodismo con distintas producciones para el centro de estudiantes en el que militaba. “Creo que el caso dejó una huella que tiene que ver con el compromiso, con derribar límites. La presencia opresiva de la policía en la sociedad era muy fuerte, y empieza a temblar a partir de la irrupción de este caso en el periodismo de La Plata y se irradia al periodismo en general”.
Paradójicamente, en contraste con aquel tiempo, donde parte de lo importante era poder visibilizar los casos que andaban por los márgenes, hoy nos encontramos en una realidad donde circula carne podrida todo el tiempo y la demanda lleva a publicar sin chequear. Entonces, parte del legado que deja el caso Bru, “implica reasumir una práctica rigurosa y responsable que nos lleve a rechazar en los medios dar legitimidad a operetas o falsedades y nos permita seguir preguntándonos por todas esas víctimas que no tienen, como tuvo Miguel, una facultad atrás”, concluye Antonini.
El desafío de contar hoy a Miguel
En representación de Radio Universidad, el director de la emisora, Gabriel Morini, ratifica el compromiso de siempre con la historia de Miguel. Plantea que existía en aquella época una atmósfera que legitimaba los abusos policiales contra los jóvenes. Y propone “seguir utilizando nuestras voces en red para intentar inhibir ese estado de cosas y entender a Miguel como un atroz desaparecido generacional y a Rosa como una madre con el valor que nos legaron las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo para que nunca más se repita”.
David Barresi, es uno de los creadores de Pulso Noticias un portal digital cooperativo surgido hace cinco años, tras una ola de despidos masivos en el diario Hoy. Repasa el escenario de los medios comerciales dominado por el pluriempleo y el vertiginoso ritmo de las redacciones. que impide muchas veces profundizar en ciertos casos.
“Mi generación y los más chicos estuvimos marcados por otra desaparición, la de Jorge Julio López que para mí fue un cimbronazo”, dice el periodista. Barresi considera importante “revisitar las formas en que se dieron las investigaciones en otros procesos» y menciona otros casos: Tehuel de la Torre, Omar Cigarán, Néstor Costilla, Johana Ramallo…“. Creo que hay todavía muchas personas a las que contarles quién fue Miguel y qué fue lo que pasó y en qué contexto. Hay una maquinaria de violencia institucional que sigue funcionando y debemos seguir desentramando e investigando sobre estos y otros temas y para eso necesitamos fortificar en redes para comunicar e investigar mejor”.
El periodismo frente al mercado
Ezequiel Franco, es el máximo responsable de la redacción del diario digital 0221. En un papel tiene anotados unos números que trajo para compartir.
“Voy a decir algo que quizás suene un poco antipático —se ataja—; voy a hablar de la actualidad del caso Miguel. Hoy las plataformas digitales nos permiten identificar quienes nos leen y qué leen. Me puse a mirar el comportamiento que hubo ante las noticias vinculadas con Miguel en lo que va del año. Les voy a dar unos números. La última semana salieron un par de notas sobre Miguel Bru: La que más se leyó está en el puesto número 50. Si lo analizamos a lo largo del año esa nota está en el puesto 2334. Y si miro todas las notas del año referidas al caso, la más leída en el año fue en julio, y está en el puesto 2144 y le sigue otra de un rastrillaje en el puesto 3859 y luego encuentro otra en el puesto 3906, de cuando culminó ese rastrillaje. Esto no me sorprende porque lamentablemente hoy trabajamos con lo que consumen las audiencias. Pasaron 30 años, es mucho tiempo y hay gente que no sabe quién es Miguel y esto es un desafío”.
“Insisto, aunque suene antipático —vuelve a remarcar Franco—, si tomamos al tema como mercancía a los medios comerciales no les sirve. Porque los medios vistos como empresas tienen que generar contenido interesante para ser consumido y así pagar los salarios, la luz, Internet…. Pero a pesar de todo, quiero resaltar la tradición que tenemos en La Plata con el caso Miguel. No importa que a las audiencias no les interese tanto, es una regla, y así lo viví en los cuatro medios que trabajé en La Plata y ahora lo vivo como jefe de una redacción, el caso Bru se cubre. Si hay un rastrillaje, se cubre; una vigilia, se cubre; si Rosa habla, se cubre. Creo que es un compromiso del periodismo y los periodistas de La Plata con el caso y eso se sigue reflejando con el paso de las generaciones de periodistas”.
Finalmente, Franco apunta a otros números: “Las noticias de Miguel casi duplican el tiempo promedio de lectura. Entonces quién lee esta noticia se interesa, quiere saber y entonces pienso que quizás hay algo que interpretar ahí y que no importa que sean mil o un millón los lectores sino que lo que importa es que haya uno al que le interesa de verdad y quiera saber y seguir indagando”.
Rosa vuelve a interpelar al periodismo
Rosa toma el micrófono por enésima vez para apuntalar cada testimonio. “Yo lo único que digo es que para cualquier familiar que salga una nota es todo y no importa cuántos lo leen”. Vuelve a agradecer e invita a todos a una muestra de fotos en el Espacio para la Memoria ex Comisaría 5ta que exhibe imágenes del caso recopiladas por Gabriela Hernández y Laura Sottile.
Hay más voces y opiniones que celebran el espacio de encuentro y convocan a mantener el compromiso en el trabajo periodístico, redoblar los esfuerzos para difundir la historia y seguir investigando en busca del eslabón final que permita responder a aquella primera pregunta aún vigente: ¿Dónde está Miguel?