social social social social social
Violencia institucional

Muerto por una bala policial

Omar Cigarán: una década sin justicia

Cuando tenía 17 años, en La Plata, un policía disparó al corazón de Omar Cigarán. Cuatro años después, en 2017, dos jueces consideraron que Diego Walter Flores lo ejecutó en legítima defensa. El tercer juez descreyó de la versión policial y votó en disidencia. La apelación a este fallo todavía espera la decisión de la Corte Suprema de la Nación. En Perycia, recuperamos la cobertura del caso y el testimonio de Sandra, la mamá de Omar, que después de la absolución tuvo que viajar en el tren con el hombre que asesinó a su hijo.

Por: Redacción
Foto: Matías Adhemar
imagen destacada

Omar Cigarán tenía 17 años cuando el viernes 15 de febrero de 2013, después de intentar robar una moto en las calles 122 y 43 del barrio Hipódromo en La Plata, el policía de la Bonaerense Diego Walter Flores le disparó. En abril de 2017, con la disidencia del juez Germán Alegre y el voto de Juan Carlos Bruni y de Emir Caputo Tártara, el policía Flores fue absuelto. Bruni y Caputo Tártara consideraron que había actuado en «legítima defensa». La familia de Omar y los organismos de derechos humanos lo califican como un fallo escandaloso: denunciaron que la prueba fue manipulada y que la fiscal Ana Medina eligió creer la versión policial e investigó con la misma fuerza a la que pertenecía el ejecutor.

En su voto, en base los dichos de los testigos, el juez Alegre desestimó la veracidad de la versión de Flores. Niega que el policía haya actuado en legítima defensa y advierte que el disparo que terminó con la vida de Omar «carecía de toda necesidad y racionalidad». Además considera como agravante que en su «calidad de funcionario público» Flores haya efectuado con su «arma reglamentaria y a corta distancia, un disparo en dirección al corazón de una persona que jurídicamente reviste el status de niño». Pero para el policía que disparó y para el Estado que lo había abandonado, Omar no era una niño con derechos.

Durante el debate por su asesinato, la Defensora Oficial del Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil, María Elía Klapenbach, contó que los policías de la comisaría segunda de La Plata, cerca de su casa, lo tenían de punto. Su papá, Milton Cigarán Cruz, contó que desde los nueve Omar empezó con problemas que después se fueron agravando, que estaba afectado por las adicciones, que enfrentó un juicio por un robo y estuvo detenido, y que cuando salió el hostigamiento policial le impedía hasta llegar al trabajo que hacían juntos. La defensora también habló de Sandra Gómez, la mamá de Omar, y aseguró que ella lo acompañaba y siempre pidió ayuda para su hijo. Hasta ahora, lo único que recibió fue a su hijo envuelto en bolsas negras y una década sin justicia.

Ante el fallo dividido, los abogados de la familia Cigarán apelaron la sentencia. Casi un año después, en febrero de 2018 el Tribunal de Casación Penal confirmó la absolución de Flores. Nuevamente los abogados apelaron a la Suprema Corte de la Provincia, que a principios de 2020, en un fallo breve, consideró que el recurso era improcedente porque se presentó fuera de término. Desde entonces, la apelación espera la decisión de la Corte Suprema de la Nación. Mientras aguarda esta resolución, en 2018, un año después del juicio Sandra, la mamá de Omar, contó que viajaba en el tren con el asesino de su hijo. Con su cámara, Matías Adhemar, la acompañó hasta la estación de trenes en La Plata.

Ese año también publicamos fragmentos del Capítulo 5 de Vivir sin justicia, el libro de la la editorial Mascaró donde la periodista Mariana Sidoti Gigli, recupera el testimonio de Sandra, de Milton, de los pibes, de los abogados que acompañaron a la familia, para recuperar la voz y la vida del niño asesinado por la bala policial, pero mucho antes abandonado por el Estado. Y el año pasado, después de conocer al noticia de las 24 muertes a raíz de una grave intoxicación por carfentanilo, en dosis que se vendían en Puerta 8, Tres de Febrero, Sidoti Gigli volvió a escribir en memoria de Omar y se preguntaba ¿qué otro evento fatal se necesita para que la discusión sobre una política de drogas realista, y respetuosa de los derechos humanos, se ponga sobre la mesa?